Tegucigalpa, Honduras.- La historia vuelve a casa. La repatriación de 133 piezas arqueológicas desde Francia representa un triunfo diplomático y científico, un acto profundo de afirmación cultural.
Este valioso lote, devuelto recientemente por el Gobierno francés, refuerza la identidad nacional y enriquece el patrimonio histórico de Honduras. El conjunto incluye vasijas, metates, puntas de flecha, figurillas antropomorfas y hojas de obsidiana, herramientas esenciales en los períodos precolombinos.
Las piezas devueltas fueron estudiadas entre 1964 y 1965 por el arqueólogo francés Claude Baudez, quien realizó exploraciones en sitios como Los Naranjos, el valle de Comayagua y el sur del país.“El antropólogo recopiló piezas completas, aunque la mayoría eran fragmentos”, explicó el arqueólogo hondureño José Suazo.
A partir de estos vestigios, Baudez logró construir una cronología arqueológica para el sur de Honduras, dividiéndola en etapas que pueden ser de referencia para los estudiosos de la historia de la nación.
Baudez llevó estas piezas a Francia con fines de investigación, y terminaron expuestas en el Musée du Quai Branly, en París, hasta que años después la historia tomó un nuevo rumbo. Gracias a la arqueóloga Marie Colbenstetter, asociada al Instituto Hondureño de Antropología e Historia (IHAH), y a la sensibilidad de la directora del museo, Fabienne Pierrebourg, surgió el interés por su repatriación. Las gestiones iniciaron el 21 de septiembre de 2023.
El subgerente de Patrimonio del IHAH, Omar Talavera, expresó que “estas piezas, conocidas como la Colección Baudez, salieron del país para ser estudiadas y hoy las tenemos de vuelta gracias a la buena fe del Gobierno francés”.
Entre las piezas más significativas destacan vasijas de barro utilizadas en la época colonial. “En el sur del país se les conoce como cubula. Eran utilizadas para almacenar agua y mantenerla fresca”, explicó el registrador de bienes culturales del IHAH.
Estas vasijas con cuerpos globulares y boquillas estrechas datan de la posible fase Amapala, identificada entre los años 1100 a 1400 después de Cristo (d. C.).También se recuperaron cuencos trípodes con figuras geométricas, típicos de la cerámica San Lorenzo, usados con fines domésticos.

“Son utensilios que corresponden al mismo periodo, cercano a la llegada de los españoles”, apuntó Suazo.Otras piezas provienen del valle de Comayagua, donde Baudez identificó jarras con boquillas para verter líquidos fácilmente, incensarios de barro usados entre el 300 y 800 d. C., y diversas herramientas de piedra tallada.
La obsidiana también está presente en el lote. Procedente de fuentes hondureñas como Güinope y La Esperanza, Intibucá, este material fue de gran importancia en la fabricación de puntas de flecha y proyectiles.
“Curiosamente, también se recuperó obsidiana verde hallada en Comayagua, pero que la fuente está en Pachuca, México, lo que demuestra redes de intercambio comercial entre ambos pueblos en el pasado”, indicó Suazo.
Además, se conservan piezas de pedernal datadas entre 1100 y 1400 d.C., así como objetos cerámicos y pétreos que dan pistas sobre prácticas culturales, como las orejeras y bezotes de piedra usados para modificar el cuerpo.
“Son huellas que nos hablan de cómo nuestros antepasados entendían su identidad y la expresaban a través de su físico”, agregó el experto.La colección incluye hachas, cinceles y machacadores de piedra, además de dientes de felinos hallados en Comayagua.
No faltan las enigmáticas figurillas talladas en piedra y colocadas en contextos funerarios, representando a seres humanos en posición fetal o sedente.
Herencia viva
La mayoría de las piezas se originan desde las primeras ocupaciones humanas hasta los días cercanos a la conquista.“Conservar este legado es un compromiso con la memoria y un regalo para las futuras generaciones.

Estas piezas son fragmentos de la historia viva de nuestra tierra”, concluyó Suazo.El metate, esa piedra ancestral tallada con paciencia y sabiduría para moler maíz y otros alimentos, forma parte de la invaluable riqueza patrimonial recuperada.
La mayoría de este patrimonio proviene de épocas prehispánicas y son como testigos silenciosos de las primeras huellas humanas en estas tierras, mucho antes de la llegada de los españoles.
Este legado permite reconocer las raíces profundas de nuestra identidad, de dónde venimos, las herramientas creadas con ingenio y cómo transformamos nuestro entorno para vivir, soñar y resistir.
Estos fragmentos moldeados por el tiempo y por manos que hoy descansan aún hablan a través de la piedra y el barro.La invitación es a cuidar y proteger estas piezas como patrimonio del país.
Porque conservarlos es preservar la historia, la memoria y el espíritu de una nación para que las futuras generaciones puedan conocer, valorar y sentirse parte de esa gran herencia de creatividad, sabiduría e identidad.
Parte de estas piezas se encuentran en la Antigua Casa Presidencial, en el Centro Histórico de Tegucigalpa, donde los hondureños pueden visitarla en cualquier día de la semana.