Bueno, aunque también podría resaltar las tres cúpulas que distinguen a su iglesia, única en Latinoamérica.
Y aunque me fue difícil encontrar calles empedradas como me las mencionaron antes de venir, aún pude observar algunas, pero vaya que me costó.
Esta vez estoy en Pespire, el que resumiré como el altar celestial de la zona sur de Honduras.
Muncipio desde 1974 (y ciudad desde 1929), tiene dos historias para su nombre: La primera “río de las piedritas pequeñas” de una lengua nativa hondureña y la segunda, según los oriundos del lugar, por el canto de unas aves a las que se les escuchaba “pes”, “pes”, “pire”.
Experiencia culinaria
La gastronomía de este sitio es amplia, pero lo mejor son los famosos mangos pespire, referencia en el mercado nacional y hasta internacional.
Cuando los hondureños hablan de este municipio lo primero que se les viene a la mente son las calles empedradas, pero ahora limitadamente es un atractivo, pues sus habitantes han permitido que sean remodeladas y pavimentadas con concreto.
Al ingresar a Pespire se observan casas con estructura colonial y en el parque central se ubica la iglesia, pero no es cualquier iglesia, pues es la primera del continente que tiene tres cúpulas.
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En el casco histórico también se registran negocios y lo que ahora es un comedor antes fue un cuartel, una escuela y el primer cine de Pespire.
La dueña del local guarda en una pared decenas de fotografías, algunas con personajes de la época, la iglesia desde que solo contaba con una cúpula y hasta la primera edición del periódico de la zona, denominado “Destellos”.
También guarda un baúl que fue traído por los franceses, lo que significa que es de los primeros cofres que se obtuvieron en la región centroamericana.
A solo unas cuadras de la antigua sala de cine se encuentra el río Pespire, que es otro de los atractivos turísticos de siempre.
Sus aguas cristalinas son perfectas para el clima caluroso -35 grados centígrados para ser exacta-, por lo que familias completas disfrutan de las pozas bajo la sombra de varios árboles de mangos.
Eso sí, antes de anochecer, pues las leyendas en el lugar también sacan uno que otro susto, pero los habitantes dirían que solo son cuentos de medianoche o una tradición para asustar a los niños, jóvenes y los turistas que visitan el majestuoso Pespire.