Tegucigalpa, Honduras.- Mientras muchos ultiman detalles para hacer de la Nochebuena una jornada de fiesta, gozo y alegría, hay quienes lidian con duelos que se resienten aún más cuando hay sillas vacías en la mesa.
Porque sí, aunque Navidad es época de amor y paz, popularmente hablando, se vuelve preciso reconocer que esta ocasión no representa lo mismo para todos, y menos todo el tiempo. Aquellos que se han visto obligados a despedirse de un ser amado, sobre todo de manera reciente, piensan en todo menos en celebrar.
“Cuando hablamos de la silla vacía nos referimos a una ausencia, a una necesidad de que la persona que anteriormente nos acompañaba siga con nosotros. Se trata de uno de los procesos con mayor nostalgia, ambivalencia, tristeza, ira y reproches. La persona transita por un duelo bastante profundo en el que usualmente se siente sola y en donde sus momentos de placer pasan a ser momentos de nostalgia y llanto recurrente”, explica la psicóloga Diana Lozano.
En ese sentido, la empatía, la comprensión y el acompañamiento de un entorno seguro resultan imprescindibles. “Cuando no hay una compañía sana, generalmente la persona cae hasta un nivel de depresión o de odiar las fechas que suelen ser importantes para el mundo o en las que hay mucha festividad”, advierte.
Lozano apunta que a nivel cultural la Navidad representa la época más esperada del año para la gran mayoría. Sin embargo, es también cuando este síndrome se vuelve más recurrente y se conjuga con diversidad de patrones de conducta como el consumo de sustancias psicoactivas, aislamientos marcados y cambios de humor drásticos.
La culpa, un peso más
Ahora bien, el sentimiento de culpa es una carga adicional que muchos, injustamente, suelen sumar a su duelo. “En culturas como la nuestra, donde predominan los rituales espirituales y religiosos de temporada, es como si no se les permite a los dolientes vivir y aún menos disfrutar de estas fechas por respeto a la persona que ya no está, lo que causa ambigüedades y presiones adicionales”, complementa.
En otras palabras, a veces se percibe como si celebrar la Navidad o participar de cualquier actividad relacionada con el disfrute fuese un acto de traición hacia la persona ausente, más aún cuando el lazo era muy cercano o cuando se habla del luto por una pérdida física. . .
“El sentimiento de culpa es recurrente en cualquier etapa del duelo. Hay mucho juicio por la sociedad sobre cómo todos deben llevar su luto y, por ende, esto deriva en una privación de las emociones o vivencias tanto familiares como festivas”, añade la especialista.
Finalmente, Lozano recuerda que nadie debería sentirse obligado a cumplir con los estándares que la sociedad coloca sobre cada individuo, menos en situaciones tan sensibles y personales. “Establecer límites sanos sobre cómo yo, la persona afectada, voy a vivir mi duelo es preciso para avanzar. Y disfrutar de estas fechas con quienes sí están es válidos para todos”, reafirma.
Hablar equivale a avanzar
Ante la respuesta aislada y evasiva que muchos puedan evidenciar mientras viven su duelo, la experta enfatiza que “todo aquello que no se habla, va a repercutir de cualquier manera, desde aspectos psicoemocionales hasta somáticos; es decir, lo vamos a reflejar a través de cambios de conducta o enfermedades”.
Entornos con empatía
La psicóloga afirma que en situaciones de duelo las redes de apoyo fungen un rol más que importante.
“La persona debe rodearse de familiares, amigos y comunidades con mucha comprensión y empatía, que sean capaces de ponerse en los pies de quien sufre; hay una responsabilidad efectiva de acompañar en el dolor y tratar de hacerlo más llevadero”.