Los jóvenes siempre viajan contra corriente. Por sus venas corre la sangre aventurera, quieren comerse el mundo en una mordida y buscan la manera de destacar entre la multitud.
Una de las nuevas expresiones de la juventud que está tomando un auge silencioso pero certero es el arte del grafiti, una expresión urbana que es sinónimo del anonimato y rebeldía, pero cuya finalidad no es dañar la propiedad ajena sino más bien contribuir con el ornato de la ciudad mediante la elaboración de verdaderas obras de arte. ¿Pero de dónde provienen estas obras que se apoderan de las calles y dan color y vistosidad a algunos espacios de la ciudad?
En Honduras la expresión del pensamiento plasmado en las paredes se remonta a las representaciones rupestres en cuevas y peñascos.
El Instituto Hondureño de Antropología e Historia (IHAH) emitió en 2005 una declaratoria oficial de 16 sitios rupestres con grabados llamados pictografías y petroglifos.
Estas expresiones han ido evolucionando y cambiando con el tiempo, una de las ramas de este esquema bien podría ser el grafiti. Un arte que se basa en piezas contemporáneas el cual es seguido por toda una cultura juvenil que pide a gritos emitir su pensamiento.
En Latinoamérica el grafiti tiene sus origines en Sudamérica a finales de los 60 y principios de los 80, tras el boom en Nueva York. Los primeras obras reconocidas las realizaban movimientos en contra de los gobiernos y usaban esta forma de expresión para resistirse a la autoridad y solidarizarse con sectores afines.
En Honduras es una disciplina relativamente joven que ha alcanzado un auge significativo en los últimos 10 años.
En el libro “La escritura grafiti de Honduras”, de Douglas Alonzo, un experto grafitero muralista, se revelan como antecedentes (después de los rupestres) los grafitis pintados durante las huelgas en contra de la compañías bananeras en 1950. Y se declara en 1980 como la punta de lanza del arte ante la convulsión social y deportaciones masivas de centroamericanos desde Estados Unidos.
Evolución
Los primeros grafitis eran de mala calidad y fueron utilizados por adeptos a pandillas para demarcar su territorio.
En la actualidad los exponentes de esta expresión han madurado sus trabajos y ofrecen verdaderas obras de arte bajo puentes, en las calles de barrios y colonias marginales e instituciones educativas.
Jamás se ha considerado como arte o como un grafiti las frases ofensivas o soeces que hacen grupos vandálicos ligados a una determinada ideología política.
Pero la apertura a esta expresión en la ciudad ha sido lenta y paulatina, pues los grafiteros prefieren mantenerse en el anonimato y ser identificados por su estilo o su “tag” (firma).
Wise es un grafitero que accedió a contribuir en este reportaje y asegura que sus trabajos son un regalo para los capitalinos. “Yo trabajo junto a mi hermano y tratamos de pintar espacios muertos como paredes de concreto o puentes que las autoridades han pintado a medias”, indicó.
Wise comentó que nunca pintaría un edificio patrimonial o de propiedad privada, solo los espacios públicos: puentes, paredes de casas abandonadas y centros comunitarios, sitios que por lo general se convierten en sus lienzos.
Su estilo está plasmando en diferentes lugares de la capital, entre estos el puente Estocolmo en Comayagüela y el paso a desnivel de la colonia Las Brisas, a inmediaciones del Metromall.
Como integrante de este movimiento, condena el estigma social sobre los artistas de esta expresión.
“Nos asocian con pandillas cuando muchos de nosotros trabajamos y somos personas profesionales como cualquier otra”, aseveró. Wise es ingeniero mecánico y combina su afición por el grafiti con su trabajo, al grado que ha creado el grupo de grafiteros Aerosol Thugs.
Otro de los exponentes de esta trinchera es Doc Grag, un joven perito mercantil y contador público pasante de la carrera de Psicología que ha logrado cruzar la brecha de la clandestinidad y realiza algunos trabajos con organizaciones no gubernamentales exponiendo su arte.
Algunas de sus obras se pueden admirar en las cercanías de la colonia Las Cascadas y en los bajos del puente de El Pedregal, a inmediaciones de Camosa. Su concepto es engrandecer su amor por el país que lo vio nacer con obras como “Arte” y “Yo amo Honduras”.
Ambos grafiteros han compartido en el grupo TLCT GRAFF, una exposición de diversas piezas en la Universidad Nacional Autónoma de Honduras (UNAH), donde resaltaron ante los estudiantes la evolución de su arte y las diferentes técnicas que aplican.
Todo un lenguaje
Los grafiteros utilizan palabras para denominar cada una de sus técnicas, entre ellas se destacan la tipografía “blockbuster”, “bubble letters” o letras pompas, “throw up” o vomitados y “wild style” o estilo salvaje.
También utilizan la caricatura y sus elementos como los bocadillos, es decir, los globos en donde se insertan los textos en los cómics, ademas del efecto 3D y las “tag”.
El estilo salvaje nace en el seno del grafiti, el Bronx, en Nueva York, Estados Unidos, con el cual los artistas buscan conseguir popularidad y respeto por medio de la complejidad con letras difíciles de entender.
También está el 3D, que es cuando las tipografías están en tres dimensiones.
Aparecen las complejas “master pieces” o piezas maestras, que distinguen a los grandes maestros de los principiantes y amplían de manera considerable el tamaño de las obras.