TEGUCIGALPA, HONDURAS.- La temperatura del comal está en su punto y el olor a tortilla de maíz y quesillo fundido despiertan una encendida discusión sobre su origen.
Se trata de una deliciosa combinación de masa de maíz rellena de ingredientes diversos como queso o quesillo, frijoles, chicharrón o loroco, que se cocinan a la perfección en planchas calientes. Esta delicia ha causado un debate apasionado entre dos naciones hermanas: El Salvador y Honduras, ambas reclamando el honor de ser la cuna de las pupusas.
La magia de las pupusas radica en la diversidad de sus rellenos. Desde el tradicional quesillo y frijoles hasta el exquisito chicharrón y loroco, cada ingrediente cuenta una historia de sabor y tradición. Incluso hay variedades con pollo guisado o tiras de carne de res. Agregándole encurtido (repollo, zanahoria, cebolla, pimientos y chile picante curtidos en vinagre)... imposible no sucumbir.
¿Y que decir de la masa? Todos esos exquisitos ingredientes están recubiertos por la suave y consistente textura de tortillas hechas con el maíz cultivado desde antaño en la región, que es insuperable en sabor y placer gastronómico. Cabe destacar que también las hay hechas con masa de arroz.
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La disputa del origen: ¿Honduras o El Salvador?
En la esquina de El Salvador, se defiende con orgullo la paternidad de este manjar. La versión salvadoreña sugiere que las pupusas se remontan a tiempos precolombinos, siendo un alimento básico de la dieta de los pipiles, una civilización indígena de la región.
No obstante, varios estudios recientes afirman que la pupusa tiene un origen maya quiché. Esta tradición culinaria se ha mantenido a lo largo de los años, convirtiéndose en un pilar de la identidad salvadoreña. Los sabores auténticos y la destreza en la preparación son un punto de orgullo para ellos.
Mientras tanto, al otro lado de la frontera, en Honduras, se defiende con igual pasión la idea de que las pupusas tienen su origen en su tierra, especialmente la especialidad con queso fundido hondureño. Se presentan argumentos históricos y culturales para respaldar su reclamo.
En algunas regiones de país, como La Paz, se encuentra evidencia de la tradición en la elaboración de pupusas desde hace siglos. Esta variante hondureña del platillo, aunque similar, a menudo lleva diferencias en la preparación y rellenos, lo que les otorga un toque único.
Pese a la polémica, estudios antropológicos sí definen el origen de la pupusa a la región mesoamericana, que incluye gran parte de México, Guatemala, El Salvador y Honduras, y que puede abarcar Nicaragua y Costa Rica, borrando así las actuales fronteras de cada país. Es más un origen cultural precolombino que geográfico, que nace de la llamada “Cultura del Maíz”.
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El debate entre estas dos naciones vecinas es un testimonio del arraigo cultural y la importancia de las tradiciones culinarias. Más allá de la controversia, las pupusas unen a estas naciones en una celebración de sabores, historia y comunidad. La versatilidad de esta receta permite infinitas variaciones y adaptaciones, llevando a la mesa una diversidad que trasciende fronteras.
Las pupusas en la cultura popular
Estas delicias han trascendido el plato para convertirse en un ícono cultural. Desde festivales dedicados a ellas hasta letras de canciones, las pupusas han encontrado un lugar especial en el corazón y la identidad centroamericana.
En El Salvador, las pupusas son el platillo nacional por excelencia y se decretó oficialmente al segundo Domingo de Noviembre de cada año como el ”Día Nacional de las Pupusas”.
Impacto de las pupusas en la gastronomía hondureña
En Honduras, las pupusas han dejado una huella profunda en su gastronomía. Esta delicia ha enriquecido la mesa hondureña, incorporando variantes únicas que reflejan la diversidad y la historia catracha.
Su bajo costo y expresivo sabor hace de las pupusas un deleite recurrente para reuniones sociales, con apertura de franquicias especializadas en un sinfín de variedades del exquisito platillo en las principales ciudades y pueblos.
Más allá de la discusión, este manjar ha servido como un puente culinario entre estos países hermanos. Aunque debatido, su amor compartido por este plato refleja una conexión intrínseca entre ambas naciones. Ya sea en El Salvador o en Honduras, las pupusas continúan uniendo a la gente a través del placer de su sabor y la conexión con sus raíces.
En suma, la diáspora centroamericana ha llevado las pupusas a otras partes del mundo, expandiendo su popularidad y cariño en comunidades lejanas.
Restaurantes especializados, festivales y eventos gastronómicos han contribuido a difundir el amor por este platillo, convirtiéndolo en un embajador de la cultura centroamericana y el símbolo más exquisito del lazo de hermandad de dos naciones que no sólo tienen un origen geográfico en común, sino también cultural.
Etimológicamente también el origen de la palabra pupusa es muy debatido. Algunos lingüistas postulan que proviene del náhuat “puxahua” o el pipil “pupusawa”, traducidos como “algo esponjado”, mientras que otros, como el salvadoreño Jorge E. Lemus, sugieren que pudo ser una palabra que migró o evolucionó del español al náhuat.
Incluso algunos proponen que vino del quiché “popútz” que equivaldría a “unión de dos tapas”. Sea cual sea su raíz etimológica, lo que no se discute es su deleitable sabor.