TEGUCIGALPA, HONDURAS.-En medio de la maleza se divisa a aquel hombre con tradicional camisa de campesino, pantalón jeans y su inseparable gorra.
Si no se le conociera, nadie podría imaginar que detrás de esa humilde vestimenta está el jugador con más títulos (17) en la historia de Olimpia. “Es que estoy tapando unos portillos allá por el río; pasen adelante”, explica Donis, mientras abre el portón de su propiedad y aclara: “No le tengan miedo a estas vacas, no hacen nada ja, ja, ja”.
Después de dos horas de traslado, incluidos 13 kilómetros de calle de tierra, ZONA llega al otro campo a donde es muy feliz el Pimpollo: el del monte, las vacas y la leche. “Aquí no siento el estrés, el tráfico y la bullaranga de la ciudad; acá soy muy feliz”, confiesa con una sonrisa por delante antes de pedir un chance para ir a llamar al ganado.
El “oooh, oooh, oooh” que emite es obedecido por el pelotón de vacas lecheras y por ese padrón (Arcadio) que intimida con su simple apariencia física. Uno a uno entran al corral, como si entendieran que la orden viene del más ganador en la historia de la Liga Nacional. Toma una motocicleta, nos acomoda en su hospitalaria casa de habitación y da rienda suelta a una amena charla...
Donis, gracias por esa amabilidad de siempre. ¿Ha llorado en este último tiempo?
Uy... muchísimo, creo que nunca había llorado tanto. Eso casi siempre lo hago oculto, que casi nadie se dé cuenta porque solo yo sé lo que he vivido últimamente y los momentos amargos que he pasado.
¿Qué tan difícil es hacerse a la idea del retiro?
Es muy duro. Aparte a mí se me hace más complicado porque quería seguir jugando unos seis meses o un año más, me sentía con la fuerza para seguir haciéndolo y saber que un día te digan “no, ya no te necesitamos” y, sobre todo Olimpia, que es el equipo de mis amores y mi sueño ha sido retirarme allí. Han salido unas propuestas de otros equipos, pero tengo un sueño que he anhelado tanto, ¿por qué no cumplirlo?
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Cuando dice un sueño, se refiere a retirarse en Olimpia.
Mi sueño ha sido retirarme en Olimpia, porque es un amor muy grande y sería hipócrita ponerme otra camisa sabiendo que mi sentimiento es por Olimpia. Mi familia quiere que siga jugando, pero hay cosas que el dinero no las compra, entonces por mi satisfacción y por cumplir mi sueño no me miro vistiendo otra camisa.
¿No jugaría en otro club?
Han habido propuestas, yo no soy muy materialista ni que el dinero me va a hacer cambiar de opiniones y de dejar de cumplir una meta. Voy a estar más tranquilo sabiendo que cumplí ese sueño de retirarme en Olimpia.
¿Lo han visto sufrir sus padres en estos días?
Cuando estoy triste, me meto a mi cuarto y yo solo trato de calmar mi dolor. Pero esto va a pasar, siempre supe que este momento podía llegar tarde o temprano. Va a ser difícil saber que ya no voy a levantarme a preparar la ropa para irme a los entrenamientos.
Si le ofrecían quedarse y que iba a ser suplente, ¿qué hubiera dicho?
Sí me hubiera quedado, si ya era suplente, no había ningún problema. Lo difícil es cuando te dicen: “Quedate y no vas a jugar”, creo que es una falta de respeto. En el último año y medio no me gustó que me hacían sentir como inútil. No me ha gustado estar ganándome el dinero solo por entrenar.
Y cuando le tocó jugar, fue de los mejores en el clásico...
A mí quien me devolvió la vida o la alegría de jugar fue Manolo Keosseián. Cuando llegó él, me devolvieron las ganas porque yo estaba frustrado, llorando cada día porque no me lo esperaba. Pero está la posibilidad de seguir ligado al equipo.
¿Cuál es el cargo que desempeñaría?
Entre lunes y martes tengo una reunión y allí lo defino. Yo prefiero estar como jugador, pero esa propuesta ya no existe y tengo que analizar lo que me están proponiendo. Quieren que esté con el grupo apoyando al jugador, de repente ir a los entrenamientos, estar motivando al joven y estar aconsejando porque soy de los más experimentados. Vamos a ver...
¿Cómo le hubiera gustado retirarse?
Lo que más me hubiera encantado es que hubiéramos quedado campeones y me fui con esa espinita de no haber ganado el título y de no haberle dado esa alegría a la afición, a mi familia y a nosotros los jugadores. Me voy con esa espinita de no retirarme con el título.
¿Dolió porque sabía que podría ser su última final?
Claro. Yo se los decía a mis compañeros: “Regálenme este campeonato”, y ellos me decían: “Lo vamos a hacer por usted, vaya a la final y le vamos a dar el chance de que levante la copa”. Me decían que por mí iban a quedar campeones.
¿Siente que ha sido más de lo que imaginó ser?
Sí, bastante, ja, ja, ja. Yo me miro ahora y me siento muy privilegiado de todo lo que gané. Yo salí de 14 años de este pueblo, era un niño que iba con dos mudaditas, lleno de ilusiones, de una pobreza exagerada y dejaba a una familia de la que nunca me había separado. Iba lleno de sueños y hoy que me miro hay cosas que todavía yo no me las creo.
¿Qué recuerda del primer entrenamiento?
Me parecía que era mentira cuando llegué y empecé a ver jugadores que para mí era imposible tenerlos de cerca, solo por tele los había visto... en ese tiempo estaba Prono, Alex Pineda, Denilson Costa, Wilmer Velásquez, Membreño. Habían jugadores que los conocía y me decía: ¿quién es este?, porque en persona es distinta. Era algo maravilloso.
¿Cuáles son los tres mejores momentos en el club?
El momento más maravilloso fue el día que me dijeron que fuera a arreglar contrato, ja, ja, ja, para mí era un sueño hecho realidad, el segundo fue el día que debuté ante Real Comayagua y el otro, el primer campeonato que gané jugando: contra Marathón, cuando quedamos tricampeones.
¿Hay muchas tapadas, pero, ¿cuál es la que no borra de su mente?
El penal tapado a Sabillón, el otro penal que tapé en Costa Rica en la final de Liga de Concacaf y una que le hice a Motagua son las que más tengo grabadas porque fueron en partidos decisivos. Esa de Sabillón, desde que lo miré venir dije: “Aquí se me va a cumplir mi sueño, aquí quedamos campeones”. Lo conocía y sabía dónde los tiraba.
Dicen que Motagua es el papá de Olimpia. ¿Le cala?
La verdad que me duele. Creo que influye el factor mental en los dos equipos, Olimpia por el hecho de saber que no se le puede ganar y Motagua que llega crecido porque dice: “En estas instancias nosotros siempre ganamos”.
Es difícil de cambiarlo, pero sé que un día eso va a tener que terminar. Para romper esto, la única forma es enfrentándote a ellos. Al menos a mí me gustaba jugar contra ellos.
De los jóvenes, ¿a quién le mira chapa de líder?
Ser líder no es fácil. A mí quien me metió a eso de hablar ante el grupo fue Noel Valladares. Él me decía: “Alero, usted tiene que hablar, usted es el referente del equipo, a usted lo respetan bastante, lo admiran”. Yo no sabía que mi magnitud era así. Hay jugadores que ya nacen con eso.
¿Y asumió ese papel?
Me tocó. A mí nunca me gustó eso de andar hablando mucho porque soy bajo perfil y no quería llamar la atención de los compañeros. Noel un día me dijo: “Alero, para ser líder le va a caer mal a mucha gente, y usted es alguien importante; si le tiene amor al equipo y si quiere ser líder, usted tiene que empezar a caer mal”.
¿Cuál fue su última charla con Ferrari?
Fue en la semifinal que perdimos contra Motagua, cuando habló con todo el grupo. Lo voy a recordar como un padre, nos decía que aprovecháramos el momento y que tratáramos de hacer dinero. él se enojaba cuando no ganábamos campeonatos porque él decía que era un dinero que nos estaba regalando (como premio) y quería que nosotros se lo quitáramos...
¿Cuál fue la cuenta pendiente que le quedó?
Jugar un mundial, esa espina siempre la llevo. Hubiera sido algo que me hubiera terminado de llenar en toda mi carrera. Hace como dos años, Marcelo Scalessi (era entrenador de porteros en la era de Luis Suárez) me dijo que estaba arrepentido. En las manos de él estaba que yo jugara y me dijo: “Me arrepiento mil veces de no haber hablado para que vos jugaras el último partido”. Me hubiera encantado, pero si no se dio fue por algo.