Paciente y meticuloso, al estilo Olimpia. Con dos cabezazos y una remontada de campeón, el equipo de Tosello se paseó con criterio en la cancha del viejo Morazán y sumó una víctima más... 2-1 a Real España, un juego que sabe más sabroso a la hora de vencer.
Ya son 12 partidos sin perder y un esquema que, semana a semana, se muestra más firme, acaso penetrable solamente por ese bombazo de otro partido que un asiduo goleador de estos clásicos pudo dibujar.
Al final de la primera etapa se vino un perfecto deja vu, recordando el clásico de la segunda vuelta de la temporada pasada: tras una falta de Johny Palacios contra el Palomo Rodríguez, el volante uruguayo pulió su taco derecho y la mandó a guardar al ángulo derecho de Noel Valladares; aunque injusto, la Máquina se iba arriba en un partido que lo tenía contra las cuerdas.
Pero el Palomo hacía estéril el buen toque del Albo, que fallaba dos claras en las piernas del Chino Tilguath.
Orden y progreso...
Con la desventaja a cuestas, se vio al Olimpia más portentoso en ataque. Al 59, después de una clara falta contra Juan Ramón Mejía (sustituto de Bruschi), Boniek García provocó un venenoso centro a la jungla de contrarios que se jalaban en el área, hasta que apareció un cabezazo que desubicó a Macías: Henry Acosta la metió en su propia meta y Caetano comenzó a celebrar como suyo un gol que cambió el rumbo del juego...
El campeón pudo salir del acoso que significaba Mario Martínez y el Palomo Rodríguez. Y al 78 se vino la gran jugada de la noche: Luis Garrido, con una venda al estilo de Raúl Martínez Sambulá en el glorioso Olimpia ochentero, recuperó en el medio, eludió dos rivales con un jugoso cambio de cuerpo y habilitó a Boniek, el hombre de las asistencias que hizo famoso a Caetano, el bombardero de Río de Janeiro que puso la cabeza para provocar la ira en el pueblo españolista.
Lo celebró sin importar su pasado. Porque su presente es dulce, es de rachas y sabe a punta en soledad...