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Jonathan Rougier, portero de Motagua: Estuve en dos clásicos muy convulsionados

Hecho inédito “Será una anécdota que quedará por siempre”, recuerda el meta el gol de Rasquiña

Motagua
Motagua
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05.04.2017

Tegucigalpa, Honduras
Verse goleado por un aficionado justo cuando Olimpia le hacía el agónico 2-2 y luego mirar cómo su Motagua sacaba un sabroso 1-1 con una pieza menos le dieron la pauta de que los clásicos capitalinos son tal y cómo se los habían pintado a su llegada al Nido: “Pasionales, diferentes y hermosos”.

Sí, así como en Argentina, el país natal del cual Jonathan Rougier desembarcó en Honduras para defender el marco del campeón. “Fueron dos clásicos muy convulsionados que me tocaron vivir, con situaciones bastante atípicas y con condimentos de un clásico”.

Y qué decir de ese primer clásico, ¿no?
Ja, ja, ja... sí. Fue raro porque al arrojarme hacia el balón, miré pasar dos pelotas, pero sinceramente siempre fui al balón que estaba en juego y nunca me desvié del objetivo; sí, cuando me lancé, alcancé a ver por la periferia el otro balón que iba entrando y fue una sensación rara. Será una anécdota que quedará por siempre (el gol de hincha, Rasquiña, en el Olimpia-Motagua de la primera vuelta).

¿Acaso te había tocado vivir algo así en tus 29 años?
Así no. Lo más raro que había visto fue una definición por penales, en donde hicieron un cordón policial alrededor del área, para que se tiraran los penales con la gente dentro del terreno de juego.

Inició en la escuela de fútbol Renato Cesarini. Jugó en Boca Unidos de segunda y en dos de tercera: Textil Mandiyú y Defensores Pronunciamiento. Es hincha de River Plate.

Jonathan Rougier, portero de Motagua.

Pero hay que ver el lado positivo: con el gol de Rasquiña, Rougier sonó en todo el mundo ja, ja, ja...
Eso sí ja, ja, ja. Tuve varias llamadas y mensajes, porque no solo salió en Marca de España, por ejemplo, sino que salió en Diario Olé de Argentina, así como en todos los diarios y programas deportivos de mi país. Me acuerdo que decían: ‘Un argentino sufrió una curiosidad muy grande’, ja, ja, ja.

Bueno, en el clásico del domingo no entró ningún hincha, pero salieron con sabor de victoria, ¿verdad?
Un gol en el final da un sensación un poco más a victoria que a derrota. Jugamos un poco más de un tiempo con uno menos y fuimos muy ordenados, más allá de los contragolpes de ellos. Nunca nos metimos atrás. Creo que a Olimpia le ganamos en concentración y constancia.

¿Ya sentís esa rivalidad con Olimpia?
Claro. Es una rivalidad sana, es una guerra futbolística dentro del campo de juego. Los compañeros te lo hacen sentir, los hinchas también y uno que está adentro no se puede abstraer de eso.

¿Y quién de los compañeros te lo hace sentir más?
Uno de los chicos con los que más llevo es Wilmer Crisanto, es uno de lo que más me ha hecho sentir cómo se vive y cómo se siente el clásico. Los clásicos aquí son como en Argentina: más allá de que se jueguen bien o mal, hay que ganarlos y, si no se pueden ganar, no se pierden. Lo que sí es que no se pueden perder. Antes ya me habían hablado de este juego Martín Pucheta, Santi (Vergara) y un amigo que estuvo en Olimpia (Yair Soloaga).

Mirando cómo se logró ese empate, ¿a qué apunta este Motagua?
Yo creo que este equipo tiene que apuntar a repetir lo que hizo el torneo pasado, porque es un equipo grande y los grandes siempre aspiran a esas cosas. Toca repetir lo que ya se hizo: ser campeón.

Si repasás tus partidos con Motagua, ¿cuáles fueron tus mejores tapadas?
Una de visita contra Honduras, una pelota que tiraron por arriba; después uno de los últimos mano a mano con Olimpia, al igual que el primer mano a mano en ese juego, en el que tiran un pase atrás. Esas tres no sé si fueron las mejores, pero sí las más importantes.

Me imagino que también hay goles en los que se pudiste hacer algo más...
Sin duda que el primer gol en Tocoa (0-4 ante Real Sociedad), fue una mala tarde. También el gol del clásico del domingo, en el que la cancha no me jugó una buena pasada, pero que más allá de que la pelota pica y sale a ras de piso, no deja de ser una fatalidad. Pero principalmente el de Tocoa, porque fue muy evidente y un error grande.

¿Ya estás adaptado a Honduras? ¿Qué extrañás de Argentina?
No era fácil traer la familia porque uno tiene costumbres distintas. Mi familia cercana, que viene a ser mi mujer (Emilia Lencina) y mi hijo Ithan, y después mis padres y hermanos, me dieron un empujón extra para venirme.

En cuánto a comidas, ¿qué es lo que más te ha gustado de acá?
La baleada completa y las tajadas. En Argentina no hay eso, pero me ha gustado. Al inicio estuve un poco reacio a probar la baleada, pero la Perra Castellanos me dio, él fue el que me incitó a probarla, y el de las tajadas fue Juan Pablo Montes.

Mi esposa es más reacia, es más de costumbres argentinas, come un poco más sano ja, ja, ja; ella es más de la verdurita y cosas así. Pero estamos contentos'.