Los comentarios del marfileño respecto a Özil coinciden con la postura del equipo londinense, que el domingo trató de desvincularse de las declaraciones de su atacante alemán señalando que lo expresado “representa complemente la opinión personal” y dejando en claro que “como club de fútbol, el Arsenal siempre respeta el principio de no involucrarse en asuntos políticos”.
Touré, exjugador del Barcelona y Manchester City, señaló que si bien se trata de una situación “complicada” para ambos como musulmanes, él adopta un enfoque distinto respecto a si Özil u otros deportistas deberían usar su fama para manifestar sus posturas ante las situaciones políticas.
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El pasado viernes, Özil criticó las medidas de Beijing contra los musulmanes en Xinjiang, tras lo cual la televisora estatal china decidió no transmitir el partido del domingo por la Liga Premier inglesa entre el Arsenal y Manchester City. El lunes, el gobierno de China acusó al delantero de origen turco de estar “cegado y mal informado por algunos reportes falsos y comentarios incorrectos” en relación a los arrestos masivos de musulmanes y el cierre de mezquitas en la región noroccidental del país asiático.
“Los futbolistas deben mantenerse en el fútbol y los políticos en la política porque uno no puede involucrarse en este tipo de asuntos, dado que van a generar muchos problemas y muchas otras cosas”, dijo Touré en entrevista con The Associated Press. “Como musulmán, resulta complicado y es su decisión. Él ha estado haciendo comentarios pero creo que estuvo mal al decir eso”.
Touré, exestrella de la selección de Costa de Marfil, recientemente finalizó un periodo de cinco meses como jugador del club Qingdao Huanghai de la segunda división china.
“Siempre he adorado el fútbol y es por eso que en ocasiones no quiero involucrarme en la política”, afirmó el mediocampista de 36 años durante una visita a Qatar con la FIFA en el marco del Mundial de Clubes que se disputa en ese país.
Özil se sumó a la condena de la detención de más de un millón de uigures y otras minorías en los llamados campamentos de reeducación de la provincia de Xinjiang, en el noroeste de China, donde son sometidos a un adoctrinamiento político, actos de tortura, golpizas y privación de alimentos, así como una negativa a la libertad religiosa y lingüística.