Esta enorme cantidad de personas conforman cerca del 70% de la población que está en pobreza en Honduras. Es decir que no tienen los ingresos necesarios para cubrir sus necesidades.
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El ingreso de los trabajadores en el sector privado es de apenas 7,600 lempiras en promedio, por debajo del salario mínimo promedio de 10,600 lempiras, y quienes trabajan en informalidad obtienen menos que esa cantidad.
Por ello, al subir los precios, “disminuye el poder adquisitivo de los hogares. Ya no tendrán capacidad de comprar las mismas cantidades en que lo hacían anteriormente. En algunos hogares, los que puedan, comerán dos tiempos de comida en vez de tres’, explica la economista Liliana Castillo.
“Esto traerá como consecuencia un aumento en el nivel de inflación que se asemeja a un impuesto de los más dañinos para la población...trae consigo desnutrición, más pobreza, más delincuencia, más migración y más problemas sociales en general”, advirtió la analista económica.
Desde noviembre, la escalada de precios ha sido imparable en la mayoría de productos, sobre todo los alimenticios que son los que tienen mayor demanda, como los huevos, la leche, el pollo, el pan, el aceite, los frijoles y muchos más.
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En consecuencia, la situación empeora ante los bajos salarios en el país, explica el profesor de economía, Alejandro Aronne, ya que ante el subempleo, que conlleva bajos salarios, los hondureños no tienen otra que desmejorar su dieta alimenticia, abstenerse de comprar bienes necesarios. En otras palabras caen en pobreza”, analiza Aronne.
Agrega que “tenemos una espiral inflacionaria que golpeará a los consumidores porque muchos bienes y servicios de consumo básico no tienen sustitutos cercanos como ser los huevos, la carne o el pan”.
Considera que lograr mejores condiciones pasa por la voluntad de fortalecer el Estado de derecho, así como promover la agroindustria y la manufactura para atraer inversiones que generen oportunidades de empleo para la población.
