TEGUCIGALPA
Las estimaciones de un estudio a gran escala arrojaron algunos datos estadísticos sorprendentes. En respuesta a experiencias de descortesía, el 48 por ciento de los empleados disminuyeron intencionalmente su esfuerzo laboral, el 47 por ciento redujo intencionalmente el tiempo que pasa en el trabajo y el 38 por ciento disminuyó intencionalmente el nivel de calidad de su trabajo.
Un hallazgo que se ha documentado con frecuencia es que las mujeres tienden a informar que experimentan más descortesía en el trabajo que sus contrapartes del sexo masculino. Sin embargo, no ha quedado claro quién perpetra el maltrato hacia las mujeres en el trabajo. Algunos han teorizado que los hombres pueden ser los culpables, pues ellos constituyen la clase social dominante y puede parecer que ellos tienen el poder para maltratar a las mujeres.
Nuestra investigación examinó estas dos opiniones encontradas realizando tres estudios complementarios. Estos incluyeron unas muestras bastante grandes, con encuestas a entre 400 y 600 empleados estadounidenses por estudio, en diversas áreas de servicios y periodos. En cada uno de los estudios encontramos de manera constante que las mujeres reportaron experimentar más descortesía de parte de otras mujeres que de sus colegas hombres.
Sin embargo, la pregunta es por qué es así. Nuestras investigaciones sugieren que cuando las mujeres actuaban de manera más asertiva en el trabajo —expresando su opinión en juntas, designando a personas para realizar tareas y haciéndose cargo de asuntos— era más probable que informaran ser objeto de un trato descortés proveniente de otras mujeres en el trabajo.
En cambio, los hombres al parecer no tienen el mismo problema cuando se desvían de las normas de género, por lo menos en términos de la manera en que otros hombres responden a esas excepciones.
En respuesta al maltrato por parte de sus contrapartes femeninas, las mujeres reportaron una menor satisfacción con su trabajo, menores niveles de vitalidad y mayores intenciones de dejar su trabajo.
Tanto los empleados como los gerentes necesitan lidiar seriamente con los asuntos asociados con la descortesía. Puede haber una tendencia a no hacer caso de estas experiencias, pero actuar así puede perpetuar un ciclo negativo para los empleados y socavar la experiencia de las mujeres en el lugar de trabajo.
(Allison S. Gabriel es profesora adjunta en la Universidad de Arizona. Marcus M. Butts es profesor adjunto en la Universidad Metodista del Sur. Michael T. Sliter es consultor sénior en OE Strategies).
Las estimaciones de un estudio a gran escala arrojaron algunos datos estadísticos sorprendentes. En respuesta a experiencias de descortesía, el 48 por ciento de los empleados disminuyeron intencionalmente su esfuerzo laboral, el 47 por ciento redujo intencionalmente el tiempo que pasa en el trabajo y el 38 por ciento disminuyó intencionalmente el nivel de calidad de su trabajo.
Un hallazgo que se ha documentado con frecuencia es que las mujeres tienden a informar que experimentan más descortesía en el trabajo que sus contrapartes del sexo masculino. Sin embargo, no ha quedado claro quién perpetra el maltrato hacia las mujeres en el trabajo. Algunos han teorizado que los hombres pueden ser los culpables, pues ellos constituyen la clase social dominante y puede parecer que ellos tienen el poder para maltratar a las mujeres.
Nuestra investigación examinó estas dos opiniones encontradas realizando tres estudios complementarios. Estos incluyeron unas muestras bastante grandes, con encuestas a entre 400 y 600 empleados estadounidenses por estudio, en diversas áreas de servicios y periodos. En cada uno de los estudios encontramos de manera constante que las mujeres reportaron experimentar más descortesía de parte de otras mujeres que de sus colegas hombres.
Sin embargo, la pregunta es por qué es así. Nuestras investigaciones sugieren que cuando las mujeres actuaban de manera más asertiva en el trabajo —expresando su opinión en juntas, designando a personas para realizar tareas y haciéndose cargo de asuntos— era más probable que informaran ser objeto de un trato descortés proveniente de otras mujeres en el trabajo.
En cambio, los hombres al parecer no tienen el mismo problema cuando se desvían de las normas de género, por lo menos en términos de la manera en que otros hombres responden a esas excepciones.
En respuesta al maltrato por parte de sus contrapartes femeninas, las mujeres reportaron una menor satisfacción con su trabajo, menores niveles de vitalidad y mayores intenciones de dejar su trabajo.
Tanto los empleados como los gerentes necesitan lidiar seriamente con los asuntos asociados con la descortesía. Puede haber una tendencia a no hacer caso de estas experiencias, pero actuar así puede perpetuar un ciclo negativo para los empleados y socavar la experiencia de las mujeres en el lugar de trabajo.
(Allison S. Gabriel es profesora adjunta en la Universidad de Arizona. Marcus M. Butts es profesor adjunto en la Universidad Metodista del Sur. Michael T. Sliter es consultor sénior en OE Strategies).