Pueblos se quedan sin niños y jóvenes por migración a Estados Unidos

TEGUCIGALPA, HONDURAS.- Unas letras coloridas con el código de identificación geográfica 0819 eran el indicativo de que el equipo de EL HERALDO Plus estaba en San Ignacio, un empobrecido municipio de Francisco Morazán que día a día pierde a toda una generación.

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Aunque el imponente parque permite ver otro rostro de ese lugar, en las entrañas, donde están las comunidades, la gente huye “al norte”, porque la ganadería y agricultura ya nos les permiten subsistir.

La masiva migración de personas ha ocasionado que en ese lugar no puedan ni siquiera organizar un torneo de fútbol porque no hay suficientes jóvenes para conformar los equipos.

Además, hay dos centros de prebásica que “ya van a cerrar por falta de alumnos, uno es Urrutia y el otro en una aldea de San José de Yoculateca, en El Pedregal”, lamentó el alcalde de San Ignacio, Gerson Rivera, al mencionar que la gente se va y no deja familia, además “va decreciendo la tasa de natalidad en el municipio”.

El edil contó que las familias en ese lugar están desintegradas, pero quienes más se quedan son los adultos mayores.

Antes de que el edil lo dijera el equipo de EL HERALDO Plus ya lo había notado, pues en las esquinas de las viviendas es evidente ver adultos mayores, quienes al dialogar con este rotativo afirmaron que la ganadería y agricultura ya no son rentables y como tienen hijos en el extranjero viven de las remesas.

De acuerdo con el Instituto Nacional de Estadística (INE), para 2018 el cinco por ciento de la población de San Ignacio residía en otro país, es decir, habían emigrado por falta de oportunidades. Esta situación empeoró después de la pandemia, según afirmó el alcalde, pues en la actualidad “un 80% del desarrollo del municipio es debido a remesas” porque hay mucha población joven en Estados Unidos, lo que ha ocasionado que el número de menores se reduzca, al punto que hubo una baja en su población de 0-17 años.

Según el INE, para 2013 ese punto geográfico tenía 3,371 personas de 0-17 años, pero para 2022 la cifra cayó a 3,200.

Esto se debe a dos factores: el primero, a la emigración de núcleos familiares (padre, madre e hijos) y menores que huyeron solos en cuanto terminaron la escuela y, en segundo lugar, a la disminución de natalicios, pues quienes se quedan son los adultos mayores.

Katia Escobar recién se había ido de una de las tiendas ubicadas en el centro de Orica, otro municipio de Francisco Morazán, cuando el equipo de EL HERALDO Plus llegó al lugar. Acababa de comprar la provisión de toda la quincena gracias a la remesa de 3,000 lempiras que su hermano le envió.

Cargada de bolsas pero contenta tomó una mototaxi y se fue hasta la casita que, a simple vista, parecía que recientemente la habían construido. Así lo confirmó minutos después cuando contó que su hermano tenía un año de estar en Estados Unidos y gracias a sus aportes pudieron rehacer la vivienda, porque era “más humilde”, haciendo referencia a las paredes de adobe.

Con 22 años es la matriarca de un hogar conformado por siete personas, incluyéndola. Con ojos esperanzadores y rostro sonriente recordó el día en que su hermano se fue “para que nos cambiara la vida a nosotros, para ayudarnos”.

El joven emigró siendo un adolescente, pero ahora el dinero que envía permite que sus sobrinos y hermanos continúen en la escuela, algo que él no pudo hacer.

La hermana de Fátima también emigró de San Lorenzo, Valle, cuando era una adolescente; tenía 17 años cuando se fue Miami, Florida, en Estados Unidos. Sentada en una silla frente a su negocio, Fátima contó a EL HERALDO Plus que “ella me mandó a traer, yo me fui y estuve diez años, tengo como seis años de haber venido”.

La mujer, marcada por el fuerte sol del sur, lamentó que la falta de trabajo fue lo que las orilló a irse, pero ella retornó porque su mamá estaba sola y enferma, entonces debía cuidarla. “Nos pusimos de acuerdo con mi hermana que ella tenía que ayudarnos para yo poder cuidar a mi mamá”, confesó, mientras el aire arrastraba el olor a pescado que dejaba el agua que fluía por la calle.

Mientras comía una ensalada de tomate, chile y cebolla mezclada con limón y sal, la hondureña siguió contando que gracias a su hermana tiene su negocio en ese municipio, justamente enfrente de la vivienda que les heredó su progenitora. De vez en cuando, la mujer les envía entre 200 y 300 dólares “para el gasto”, pues ella no es profesional y solo tiene su negocio para subsistir.

Casos como este son más comunes de lo que se piensa, ya que el ideal de muchos niños y jóvenes es emigrar apenas terminan la escuela o el colegio porque no ven un futuro en Honduras.

Las cifras del Departamento de Seguridad de Estados Unidos lo corroboran, pues solo en los últimos tres años (desde 2020 hasta enero de 2023) más de 90 mil menores de 18 años han sido detenidos en la frontera sur de esa nación. Casi la totalidad de esta cifra corresponde a infantes no acompañados (el dato no incluye a los menores que viajaban en familia).

Solo en 2020 un total de 4,776 niños y adolescentes provenientes de Honduras fueron capturados cuando intentaban cruzar la frontera solos, sin embargo, para 2021 la cifra fue ocho veces mayor.

El año pasado la Patrulla Fronteriza detuvo a 37,374 menores hondureños, mientras que hasta diciembre de 2023 (el año fiscal de Estados Unidos inicia en octubre de cada año) ya sumaban 8,291 casos.

Además, desde 2020 fueron detenidos 227 niños y adolescentes que viajaban con un pariente o conocido, según los reportes.

Estas cifras evidencian que una buena parte de toda una generación decide huir del país, ya sea por reunificación familiar o falta de oportunidades, según afirmó Gerson Medina, jefe de la Unidad Técnica de la Alcaldía de Orica.

El funcionario reconoció que las alcaldías tienen proyectos para tratar de contrarrestar estos problemas, pero es difícil porque las personas se ven tentadas por mejores ingresos, lo que también les permite poner sus negocios, aunque eso signifique dejar la escuela o colegio para emprender una ruta completamente peligrosa.

Este fenómeno también repercute en el país, pues muchos municipios se ven orillados a cerrar sus centros educativos porque ya prácticamente no hay niños y los únicos que quedan son los adultos mayores.

La emigración de hondureños a otros países del mundo “viene siendo positiva, ¿pero a costa de qué?”, cuestionó el alcalde del municipio de El Porvenir, Francisco Morazán, Luis Rubí.

El edil lamentó que para que los municipios vayan encaminados al desarrollo por las remesas, los migrantes deben dejar a sus familias y, en el peor de los casos, quedar mutilados o morir en la ruta migratoria.

El funcionario dijo que es necesario tomar “medidas contundentes” para reducir la migración, con apoyo del Estado y empresarios, de lo contrario más personas seguirán huyendo de Honduras.Solo en ese municipio entre el 17% y 25% de la población ha emigrado, estimó, por eso cada día menos personas dependen de la agricultura y ganadería, dos de sus principales rubros de trabajo.

“Acá los muchachos son bastante responsables, ellos invierten, hacen sus casitas, compran sus labrancitas, invierten en bienes y muebles y vienen a trabajar cuando vienen de regreso”, comentó sobre los migrantes.Afirmó que gracias a eso las condiciones de vida en ese municipio “van para arriba”, ya que el 15% de sus pobladores depende de las remesas, mientras que un 45% depende de la ganadería y lo demás de la agricultura.