Corteros de café agradecen que este año en las fincas les han pagado mejor
En sus manos ásperas, callosas y sucias por la dulce miel que emana la fruta cuando se corta, está la excelencia del café hondureño, cortado por hombres, mujeres y niños en las lejanas sierras de Honduras
Unos 500 corteros de café se requieren cada año en las zonas productoras, pero solo llega un 50 a 60 por ciento del personal, lamentan los productores.
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EL PARAÍSO, HONDURAS.- Los carros de los cafetaleros salen antes de las 5:00 de la mañana a las diferentes comunidades, donde los corteros puntualmente los esperan bien abrigados para comenzar la faena.
Lograr que una taza de café bien caliente esté en la mesa de los hogares hondureños y en los reconocidos restaurantes de Europa y Estados Unidos no es tarea fácil.
La labor no solo es de una persona, es una cadena que va desde el dueño de la finca, los obreros que ponen lo más importante, la mano de obra, los secadores, catadores, moledores hasta llegar a los exportadores.
En la actividad participan familias enteras que dejan a un lado la pereza y aparte de ganarse unos lempiras, sin darse cuenta, contribuyen a que Honduras sea reconocida mundialmente por su aromático de gran calidad.
Los dueños de la finca son conscientes de que cortar el café es una labor que deben hacer los humanos, no hay máquinas que los sustituyan, por eso valoran su trabajo.
A continuación les damos a conocer los testimonios de procesadores y corteros:
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Pedro Salinas: “Lograr un café de excelencia lleva trabajo”
Decenas de camiones y carros particulares tipo 4X4 arriban hasta la Cooperativa Mixta de Caficultores de Oriente Limitada (Comicaol) con el café en uva y despulpado húmedo, donde comienza el proceso para lograr un producto de excelencia y poder exportarlo.
El trabajo de los productores en las sierras donde luchan contra los embates de la naturaleza, las plagas, los altos costos de los fertilizantes, la falta de mano de obra y la inseguridad es el primer proceso.
Pedro Salinas, gerente general de Comicaol, explicó que trabajan duro para sacar un grano diferenciado, con mejor calidad, tomando en cuenta todo el proceso. Una variedad diferente recibe un mejor manejo en la finca, con un lavado y secado con mayores exigencias para ser exportado.
Explicó que en la cooperativa ellos se encargan de despulpado, lavado y secado de café, ya sea en maquinaria o al sol hasta dejarlo en un 12% de humedad, como lo exigen los exportadores.
Luego de este proceso pasa a la parte de calidad, donde la catadora que ellos tienen es quien les dice cómo está la calidad y si se puede exportar con seguridad.
Julio César Mendoza: “Este año por lata están pagando mejor”
Don Julio César Mendoza se bajó de la cintura el canasto que iba llenando de grano en grano de café en uva, para asegurar que este año siente que ganan mejor porque les pagan más por la lata.
“Antes solo ganaba uno 65 pesos (lempiras) la lata, ahora vale 65 ya el corte parejo y hay unos que cortan 11, 13 y hasta 14 latas, se hacen entre 500 y 800 lempiras diarios”, aseguró.
Don Julio, quien toda su vida ha cortado café durante las temporadas, explicó que lo menos que puede llegar a cortar una persona sin experiencia son cinco a cuatro latas, es decir, entre 240 a más de 300 lempiras de 6:00 de la mañana a 3:00 de la tarde.
Indicó que el personal que está llegando es poco, porque en la finca donde él está solo andan 15 personas y son más de 60 manzanas las que se deben cortar.
Para poder extraer el café a tiempo, por lo menos ahí necesitan unas 40 a 50 personas, para que el trabajo vaya rápido y que no se pierda el grano. El problema es que si no se corta a tiempo el grano de café, se madura demasiado y si llueve, aunque sea una brisa, se cae.
Moíses y Adolfo: “Hay que volarle para hacer unas diez latas”
La falta de empleo en Orocuina, Choluteca, hizo que los amigos Moisés López y Adolfo Ramos llegaran a lo más alto de Alauca, El Paraíso, para ofrecer sus servicios cortando café.
Las ramas de las plantaciones estaban cargadas y como si fueran un collar con las perlas sueltas, Moisés presiona hacia abajo y la fruta de café cae a la canasta tal si fueran mables.
“Hay bastante fruta, solo hay que volarle uña para ir sacando los quintalitos, porque ahorita que hay buenos precios uno se salva”, expresó Adolfo Ramos.
Mientras platicaban se escabullían cortando en el espeso cafetal, ladeándose de un lado para otro y metiendo las manos con tacto para poder ajustar siete sacos ese día cada uno.
Eran las 3:00 de la tarde, el sudor les pegaba en la cara y todos los cortadores salían de la ladera cargando sacos de hasta 200 libras de café. “Solo quedan ustedes, ya todos se fueron”, les anunció de inmediato el capataz.
“Ya vamos, solo vamos a terminar estos dos palitos para dejar este surco limpio”, expresó uno de los amigos. Afirmaron que la dueña de la finca les da casa y allí estarán hasta terminar la temporada de corte.
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