Menores rechazados crecen entre escuelas, talleres y granjas

TEGUCIGALPA, HONDURAS.- Un cerdo enorme, de más de 200 libras chillaba en un chiquero, mientras Esteban (nombre ficticio en cumplimiento a los derechos de la niñez) lo bañaba con una manguera, lanzando agua a presión, a la par otros compañeros jugueteaban con los demás porcinos en crianza.

Bajo la supervisión del encargado de la granja, los cipotes aprenden también a cuidar vacas, una oveja y a producir huevos mediante la crianza de 595 gallinas.

La Asociación Amor Cristiano Internacional, mejor conocida como Hogar Enmanuel, es un amplio complejo, rodeados de una hermosa vegetación, calles pavimentadas, hogares amueblados, centros de estudios y un enorme comedor.

Eva Barahona, administradora general del complejo, detalló que en la actualidad cuenta con 276 internos, de estos hay 48 que son adultos con capacidades especiales que se ubican en un módulo aparte.

Afirmó que todos los menores reciben alimentación, educación, vestuario, calzado, atención en salud y todo lo que necesitan para poder crecer y desarrollarse.

Hasta el centro muchos niños han llegado con altos niveles de desnutrición, otros muy descuidados, con problemas psicológicos y físicos, pero una vez que ingresan al hogar se les da el debida atención.

Igual pasa en El Rancho Santa Fe, como le llaman al Hogar Nuestros Pequeños Hermanos (NPH), donde cientos de niños cada día son ayudados a superar la prueba de crecer sin una madre o padre a su lado.

En medio de una pradera verde, rodeados de hortalizas, casas, centros escolares, talles y personal especializado para formarlos, unos 208 niños rescatados por Dinaf no se dejan vencer.

La atención es integral, todos los alimentos son cocinados en El Rancho, bajo la supervisión de una nutricionista, además está el centro básico, hasta noveno grado.

Allí también tienen talleres, donde los jóvenes pueden aprender un oficio, ya sea de carpintería, mecánica, soldadura y las niñas pueden estudiar belleza o costura, por si algún día deciden marcharse ya tendrán como ganarse la vida.

Desde 1985, al NPH lo conocen como Rancho Santa Fe, y con el paso de los años han ido ayudando y formando a cientos de generaciones, explicó, Nidia Rodas, directora de Servicios Comunitarios del centro.

En la capital, hay varios hogares para atender a menores en abandono o en riesgos social, donde se esmeran cada día en mejorar sus condiciones y adaptarlos a un modo de vida más familiar.

Es el caso del Hogar Amor y Esperanza, que opera en la capital, donde en la actualidad están terminando una serie de apartamentos familiares para los internos.

Claudia Castro, directora del hogar, expresó que están creando hogares, donde hay varios cuartos, cada niño tiene su cama, sala, baños y una mamá asignada para ocho menores.

En el hogar los pequeños tienen alimentación, salud, educación, atención médica y psicológica, además que pueden convivir con menores que viven fuera con sus padres, pero que llegan a recibir clases a ese centro.

Denisse Vargas, directora ejecutiva del hogar, explicó que cada año trabajan con un promedio de 200 niños, de estos varios llegan de las comunidades aledañas solo a recibir clases.

A ellos les dan educación completa y tres tiempos de comida. Quienes residen en el centro se mantiene un ambiente cada vez más familiar, asisten a clases y comparten en actividades extracurriculares.

Las autoridades de Dinaf tienen a más de 6,000 niños con derechos vulnerados en centros como estos a nivel nacional, a los que se les paga un pensión, pero muchos también reciben ayuda del exterior.

Eva Barahona, administradora Hogar Enmanuel: “Cubrimos todo lo que les corresponde a los niños, porque han llegado por medio de la Dinaf, debido a que sus derechos han sido vulnerados de una u otra forma”.

Nidia Rodas, directora de Servicios Comunitarios de NPH: “Por NPH han pasado generaciones tras generaciones, tenemos una buena cantidad de personas que hemos crecidos aquí y ahora colaboramos con la institución”.

Denisse Vargas, directora ejecutiva del Hogar Amor y Esperanza: “El centro residencial se hace cargo de todas las necesidades de un niño, niña o adolescentes que ha sido separado de su familia por condiciones de vulnerabilidad o porque no tiene familia”.