Aunque el arte tiene una apariencia, existe una forma que lo prolonga más allá de sí. A esto le llamo sentido, que además de fines implica valores.
Este sentido se halla vinculado a la vida del individuo, ante todo a la responsabilidad de ser él. Sin embargo, el sentido no es algo externo a la obra, sino que empieza a cumplirse en ella.
Los actos de hacer, contemplar y padecer del individuo, que se introducen como temas en el arte, constituyen medios para el cumplimiento del sentido. De allí que se pueda hablar, como en filosofía y política, de un arte “optimista” o “pesimista”. Una obra que afirma que la realidad es creación humana puede inscribirse en la cuenta del optimismo.
En el caso de la artista Luz Medina Bonta, las obras propuestas han ocurrido para favorecer primero su autoexpresión y, luego, a toda humana contemplación que desee recrearlas.
La muestra “Amor fati”, de Luz Medina Bonta, está abierta de martes a domingo en el Museo para la Identidad Nacional hasta final de año.
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En la propuesta de Medina Bonta se entiende el propósito: hacer de la autoexpresión un indicio de la identidad individual y, partiendo de este centro, considerar las contigüidades como algo que puede interiorizarse.
El sentido parte de una identidad. En esta escala, que arranca de lo íntimo hacia lo exterior, el ser humano busca definirse primero como él mismo para sí mismo. No existe prueba ontológica contraria. Pero esto demuestra a la vez que la identidad individual tiene contigüidades, que se relacionan con la familia, los amigos, la comunidad, la nación, etc., hasta alcanzar el extremo metafísico del ser, que todo lo incluye con su eternidad e infinitud. Pero todo comienza con mi participación en el mundo.
Las identidades que la artista busca zurcir se hayan referidas todas a su tierra, precisando su interés en los temas de la cultura indígena y actual, rememorando la sustancia significante de la primera y la sustancia semántica de la segunda, conectadas por la artista en formas concretas, con las cuales “acolchona” una heterogénea identidad nacional, como la hondureña.
El sentido demanda concreción, una forma semántica. Lo que para Medina Bonta es 'Amor fati'. a
Si nos atenemos a la noción de destino utilizada por Viktor Frankl en Psicoanálisis y existencialismo, podemos decir que este es inevitable, fatídico, puesto que nadie vive sin condiciones.
Este amor por mi destino implica que este puede ser cambiado por mí. Así, este encanto, aprecio, compromiso y responsabilidad exige una identificación con las condiciones que considero mías. Para Medina Bonta, su destino incluye la patria, cuya realidad es objeto de personales sentimientos y acciones.
Vale decir que 'Amor fati' de Medina Bonta se aproxima a la realidad mediante la conciliación de elementos contradictorios, de sustancias entre sí desconocidas, sin ofrecer nada concluyente.
Tal heterogeneidad afecta positivamente la estructura tanto de las obras como de la museografía, rompiendo así los contornos de lo que por costumbre “debiera ser preciso”.
Son esos “contornos rotos”, de origen y naturaleza discordantes, los que justifican la poética y el registro operativo de Medina Bonta.
Al decidirse por ellos, la artista cumple con dos cometidos importantes: exigirse una “novedad” que, además de sobrevolar el expresionismo, sea capaz de apuntar hacia sí misma, a la autoexpresión ya mencionada; y derivada de la primera, aportar un acto de significación sobre la identidad de destino basándose en las claves de la contradicción y la fisura.
Adicionalmente, al cumplir con esta estructura, conscientemente interdisciplinaria —que busca redimir “lo extenso” de las especialidades tradicionales de la gráfica, pintura y escultura—, Medina Bonta desea aportar elementos de juicio para “apresurar” nuestra mirada sobre el arte contemporáneo, cuya tradición descansa en otro punto de vista, que es buscar en lo ya hecho nuevas relaciones de sentido, sin preocuparse por la originalidad del arte.