El 3 de octubre de 1792 nació en la que ahora es la capital de Honduras, Francisco Morazán, quien años más tarde se convertiría en el paladín de la unión centroamericana. Y es en su honor que cada 3 de octubre se celebra el Día del Soldado Hondureño.
En el marco de esta fecha, el asiduo investigador de la vida, obra y pensamiento del prócer, el morazanista Miguel Cálix Suazo, nos habló de tres importantes documentos de Morazán: el “Manifiesto de David”, las “Memorias” y su testamento.
Estos son importantes porque nos permiten conocer la manera en que el prócer se dirigió en sus acciones en pro de la unión de Centroamérica, su honestidad, su compromiso con Honduras, su preocupación por el prójimo, entre otros detalles que hacen de Morazán un hombre sin comparación en el istmo.
Las “Memorias” de Morazán
Este documento fue nombrado por su autor como “Apuntes para la revolución del 29”.
Fue escrito en David (ahora perteneciente a Panamá, antes a Colombia) en julio de 1841, cuando Morazán estaba en el exilio.
Cálix expresó que estas memorias el general las escribió en respuesta a las memorias de Manuel José Arce y Manuel Montúfar y Coronado, quienes las habían publicado en 1832, y en las que atacan gravemente a Morazán.
“Montúfar y Coronado era el ministro y Arce era el presidente en el momento en que Morazán los depone (1829) y se van al exilio, entonces ellos, estando en esa condición, escriben esas memorias en México, Jalapa y Estados Unidos, cuando Morazán era el presidente de Centroamérica... y con los apuntes quiere decir que va a darnos una idea de la guerra o la revolución que hubo en 1829, que para él es la más importante”, dijo Cálix.
En este documento, el prócer cuenta detalles de cómo se movilizó a La Trinidad, cómo se dirigió a El Salvador persiguiendo a Justo Milla, y cuenta que “estando en El Salvador, hizo guardia en el río Lempa para evitar que Milla entrara, y estando ahí los salvadoreños le piden que les ayude en San Salvador, que estaba sitiado por las fuerzas de Manuel José Arce”.
En las “Memorias”, Morazán escribió sobre la batalla de Gualcho en El Salvador el 6 de julio de 1828, y sobre “toda la actividad que hizo en San Miguel y Ahuachapán (El Salvador), y cuando se marcha a Guatemala... las ‘Memorias’ terminan en eso, son 18 páginas nada más”.
En pocas páginas se resumen momentos importantes de la historia, que fueron guardados para la posteridad por el puño y letra del prócer.
El manifiesto de David
Llamado por Morazán “Manifiesto al pueblo centroamericano”, y conocido como “Manifiesto de David” porque fue escrito en David el 16 de julio de 1841.
“Ese manifiesto es una pieza cívica de primer orden y denota el pleno conocimiento que tiene Morazán del pensamiento de los enciclopedistas europeos, los hombres de la Ilustración.
Comienza poniendo un epígrafe de Montesquieu”. Cálix define al documento como “una arenga en contra de la nobleza y la aristocracia de Guatemala”.
Morazán inicia su escritura diciendo “Hombres que habéis abusado de los derechos más sagrados del pueblo por su sórdido y mezquino interés! Con vosotros hablo, enemigos de la independencia y de la libertad”, lo que deja claro a quiénes iban dedicadas sus palabras, y por la dureza de su contenido Cálix apuntó que “cuando él estaba manifestando, prácticamente estaba cavando su tumba”.
Y una de las frases más duras es cuando menciona a Juan José Aycinena, de quien dice que “Ni el oro del Guaya, ni las perlas del Golfo de Nicoya, volverán a adornar la corona del Marqués de Aycinena; ni el pueblo centroamericano verá más esta seña oprobiosa de su antigua esclavitud; pero si alguna vez brillase en su frente este símbolo de la aristocracia, será el blanco de los tiros del soldado republicano”. De esta manera, Francisco Morazán enfrentaba a quienes en ese momento estaban en el poder.
El testamento de Francisco Morazán
Tres horas antes de ser asesinado en Costa Rica, Francisco Morazán escribió su testamento, que es “la pieza cívica más importante en la cual deberían aprender a leer los niños de Centroamérica, tal y como dijo Marco Aurelio Soto”.
Cálix detalló que las primeras tres líneas del testamento fueron escritas por Francisco, hijo de Morazán, quien tenía 14 años de edad, el resto lo escribió el prócer, quien en pocas líneas escribió palabras de hondo contenido, e inicia así: “San José: 15 de septiembre de 1842. Día del aniversario de la independencia cuya integridad he procurado mantener”.
Ese es el inicio de sus últimas palabras, en las que, entre otras cosas, clamó el nombre de Dios, expresó que todos sus recursos y los de su esposa doña Josefa los gastó en dar un gobierno de leyes a Costa Rica, “por eso es que yo insisto que es una ingratitud la de Costa Rica... lo que hoy es Costa Rica se lo debe a la sangre de Morazán”, enfatizó Cálix.
El morazanista mencionó dos cláusulas muy hermosas contenidas en el testamento, y una es el llamado que Morazán hace a la juventud “a dar vida a este país que dejo con sentimiento por quedar anarquizado, y deseo que imiten mi ejemplo de morir con firmeza, antes que dejarlo abandonado al desorden en que desgraciadamente hoy se encuentra”.
La segunda es cuando menciona a sus asesinos, y cita que “Declaro que no tengo enemigos, ni el menor rencor llevo al sepulcro contra mis asesinos, que los perdono y deseo el mayor bien posible”.
Morazán expresó que murió con el sentimiento de haberle causado males a Honduras, aunque con el justo deseo de procurar su bien, y que este sentimiento se alimenta porque cuando “había rectificado mis opiniones en política en la carrera de la revolución, y creía hacerle el bien que me había prometido para subsanar de este modo aquellas faltas, se me quita la vida injustamente”.
Cálix expresó que solo los grandes mueren con firmeza, y solo los grandes reconocen su errores, y que “el testamento nos está dando cátedra de valor, de civismo y de lealtad hacia la patria”, y agregó que estos tres documentos deberían ser aprendidos y estudiados por los niños y jóvenes hondureños, y enseñados por los maestros, pero que lamentablemente “no es así”.