Al cumplir 80 años, el emblemático presentador chileno de televisión, cuyo verdadero nombre es Mario Kreutzberger, rememora sus inicios en la pantalla en 1962, su consolidación en Canal 13 con “Sábado Gigante” y su posterior éxito internacional en Univisión.
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También reconstruye a través de una exhaustiva investigación la detención de su padre en el campo de concentración de Buchenwald en 1938 y su odisea para emigrar a Chile, algo de lo que apenas se enteró el año pasado pues, como muchos sobrevivientes judíos del Holocausto, su padre rara vez quiso hablar del tema y los datos que Don Francisco tenía eran errados.
En una introducción, admite sentirse “algo desorientado” ahora que no llena sus días produciendo su programa: “Sábado Gigante” salió del aire en 2015 y desde entonces su popular anfitrión aparece esporádicamente en pantalla.
“No sé muy bien en qué voy a ocupar las horas, cómo me voy a sentir en esta nueva etapa, y de qué manera me adaptaré a los inevitables cambios cronológicos que impone la vida”, escribe.
A lo largo de casi 400 páginas, opina sobre presidentes estadounidenses de Ronald Reagan a Joe Biden y su relación con la inmigración, recuerda lo que fue su último “Sábado Gigante” e incluso se abre sobre su primera experiencia con un psiquiatra al que recurrió el año pasado en tiempos de pandemia.
En un capítulo titulado “La opinión pública” habla de cómo la fama tiene sus beneficios y desventajas e incluso aborda la demanda de paternidad que enfrentó en 2011, pero no se refiere directamente a las denuncias de acoso y abuso sexual hechas por la periodista chilena Laura Landaeta en su libro de 2016 “Don Francisco: biografía no autorizada de un gigante”.
El presentador y su editorial no respondieron de inmediato a una solicitud de comentarios de la AP. En una entrevista televisada en abril en el programa “De tú a tú” del Canal 13 de Chile, respondió que entre los momentos más difíciles de su carrera estaban 'todas estas demandas que alguna vez he sufrido... (que) han sido duras para mi familia” y aseguró que “ninguna demanda que me hicieron tenía ningún asidero”.
“Con ganas de vivir” es el cuarto libro de Don Francisco después de “Quién soy” (1987), “Entre la espada y la TV” (2002) y “Los primeros 18 años de Sábado Gigante”, “que, más que un libro, era casi una revista”, acotó en una entrevista reciente.
Publicado esta semana por el sello Aguilar de Penguin Random House en Chile, México y Estados Unidos, está disponible también como un audiolibro narrado por el propio autor.
En una entrevista telefónica desde Miami, Don Francisco conversó sobre su vida después de la TV, su impresión al conocer la verdadera historia de su padre y su principal preocupación actual: el futuro de la Teletón de Chile, que desde 1978 apoya a miles de niños y jóvenes con discapacidades y que ha servido de modelo para otros países.
Las respuestas fueron editadas para mayor brevedad y claridad.
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AP: Don Mario, cuénteme un poquito cómo fue el proceso de escritura de este libro.
Don Francisco: Primero estuve muchos meses solo en mi casa sin moverme, cosa que no me había pasado nunca en la vida. Yo soy un tipo que además de hacer deporte a primera hora de la mañana, que sigo haciendo todavía, me iba de mi casa y no volvía hasta casi la medianoche. Tenía mucho que hacer en muchos lugares, tenía mi día completo. Pero el estar ahí sin moverme me hizo pensar, y ahí pensé, “yo debo escribir un libro porque yo tengo ganas de vivir, porque quiero contar todo lo que aprendí”. Y entonces empecé de a poco a anotar capítulos, ideas de cosas. Yo trabajo con un periodista que se llama Marcelo Amunátegui y le dije, “vente, ayúdame tú en la redacción literaria”, y así empezamos.
AP: Me conmovió saber que recién el año pasado se enteró de muchas cosas de su padre que no conocía.
Don Francisco: Esto fue por instancia de Marcelo, que siempre me discutió que mi padre no podía haber estado en (el campo de concentración de) Bergen-Belsen... “porque Bergen-Belsen se construyó después que tu padre llegó a Chile”, decía. El asunto es que él pudo contactarse con Buchenwald, y en Buchenwald la persona que está a cargo de los túneles es una chilena que se llama Pamela Castillo y ella finalmente nos trajo la lista y dijo “este es el día que entró tu papá, este es el día que salió tu papá”. Con eso pude ir juntando otros pedacitos que no tenía de información y hacer la historia completa que está en este libro, en un capítulo que se llama “Prisionero 27170”.
AP: ¿Cómo fue ese descubrimiento para usted?
Don Francisco: Bueno, ¡fue muy impactante! Estoy en la última etapa de mi vida y recién saber y por ejemplo ver la fotografía de esas 11.000 personas que ese día fueron detenidas la noche de los cristales rotos, el trato que les dieron, cómo les cortaron el pelo en cero, los hicieron caminar en la nieve; el primer año murió una cantidad muy grande de personas. Entonces claro, fue muy muy impactante para mí no solamente conocer la historia (de mi padre) sino conocer la historia de este campo.
AP: ¿Le resultó catártico escribir este libro? ¿Cómo se sintió al terminarlo?
Don Francisco: Muy bien. Es un libro a corazón abierto, digamos. No es un libro para yo hacerme, como dicen vulgarmente en mi país, el lindo. No. Es para contar la verdad de lo que siento, de lo que he sentido y de lo que sigo sintiendo.
AP: Si pudiera resumir en una frase qué es lo más importante que aprendió a lo largo de los años, ¿qué sería?
Don Francisco: Hay tantas cosas nuevas que me pasaron en este año de pandemia. Por ejemplo, casi al terminar el libro yo incorporo un psiquiatra. ¡Yo nunca había conversado con un psiquiatra! Yo sentí que tenía la necesidad de conectarme con una persona para ver cómo yo ordenaba mi nueva vida. Durante 57 años trabajé diariamente con mi mente dedicada sólo a la televisión. Ese era mi trabajo, mi labor con la que me levantaba y acostaba, y de pronto me quedé solo en la casa meditando. Y bueno, como yo nunca había hablado con un psiquiatra, el psiquiatra me hace pensar en cosas que nunca pensé y eso me abre la mente. Desafortunadamente quizás con el psiquiatra comienzo a hablar casi al final del libro, por eso lo incorporo sólo al final.
AP: Sé que para usted no sólo su programa era muy importante sino también la Teletón. Entiendo que actualmente es una de sus mayores preocupaciones.
Don Francisco: Es mi mayor preocupación, porque es algo que hemos construido. Yo pienso, y no tengo seguridad para decirlo, pero creo que es un caso único en las comunicaciones del mundo lo que nosotros hemos logrado hacer en un país pequeño. Cuando la Teletón empezó éramos 12 millones de habitantes y ahora somos 19... Durante 40 años, de atender el 5% de los niños de Santiago atendemos el 93% de la población infantil (de Chile) y de ahí ha nacido una organización internacional que se llama Oritel, que abarca 16 países que hacen la Teletón inspirados en esa de Chile. Yo tengo que darme muy por satisfecho de lo que hemos (logrado) — soy un participante, porque esto no se hace una persona, pero yo estoy muy orgulloso de haber podido participar.
AP: ¿Siente que la Teletón está en buenas manos para continuar?
Don Francisco: Yo diría que este es el último año en el que yo todavía tengo que estar en una posición importante, pero después de esto yo creo que esto tiene que cambiar de generación. Yo lo he dicho en todos los tonos, que mientras mis capacidades físicas y mentales lo permitan, yo voy a colaborar con esto porque esto ha sido una de las cosas más importantes de mi vida.
AP: A sus 80 años, ¿algún consejo que pueda darle a las nuevas generaciones?
Don Francisco: El consejo que le doy a mis nietos: uno tiene que ir evolucionando. Hay muchas cosas que han cambiado, y el ser humano tiene que evolucionar. Pero dentro de esa evolución hay algo que yo podría recomendar que a mí me sirvió desde que yo comencé a trabajar, que es la perseverancia, porque uno se cae muchas veces, pero tiene que volver a levantarse. Y no siempre es posible, pero si es posible, tratar de hacer lo que a uno le gusta. Yo cuando era más joven pensaba que uno tenía que buscar una profesión que tuviera algún futuro. No. El futuro es elegir las cosas que a ti te gustan. Eso tiene futuro.
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