Estados Unidos
Emma Stone podría ser la típica compañera del colegio a la que nadie le prestó nunca mucha atención y que, de repente, se convirtió, ¡oh sorpresa!, en la chica a la que todos envidian por esa descarada mezcla de belleza y talento.
Porque lo suyo fue siempre así: despacio, desde abajo, sin miedo a aparecer en comedias adolescentes tontas, en películas de zombis o en esporádicos capítulos de series que no muchos recuerdan.
De a poquito se fue colando en el imaginario colectivo, y en cada aparición subía un escalón más. La vimos en “Loco y estúpido amor” (2011) con Ryan Gosling; a las órdenes de Woody Allen en Magic in the Moonlight (2014) y “Hombre irracional” (2015), y en The Help (sí, ella es la rubia rebelde que cuenta la historia de las sirvientas negras de la América profunda).
Hasta que llegó su gran oportunidad con Birdman, la excéntrica película de Alejandro González Iñárritu que le valió una nominación al Oscar en 2016, y de ahí a La La Land, el filme de Damien Chazelle que la convirtió en la Mejor actriz del pasado Festival de Venecia y en la Mejor actriz en la reciente entrega de los premios Oscar, consagrando su carrera para siempre.
¿Qué supuso para usted hacer este musical?
Siempre me encantaron los musicales, pues mi mamá era una enorme seguidora de “Los miserables” y desde los ocho años me explicó de qué se trataba. Me gusta la forma de arte de los musicales, de llevar la historia al escenario.
Y lo que hice justo antes de rodar La La Land fue entender cómo se puede contar una historia con canciones que le digan algo al público y que generen emociones fuertes. Me siento muy orgullosa de lo que hizo Damien.
No es la primera vez que trabaja con Ryan Gosling. ¿Eso sirvió de algo para tanta química frente a las cámaras?
Ese conocimiento de antemano fue lo que hizo todo mucho más cómodo. Siempre es agradable cuando trabajas con alguien que ya conoces y con quien existe cierta familiaridad. Pero el aspecto musical fue definitivamente algo nuevo para los dos, aprendimos a cantar y a bailar juntos.
Un rasgo suyo muy especial es su voz, ronca y profunda, pero muy sensual a la vez. ¿Cómo le fue con el canto?
Sí, mi voz ha sido una característica fuerte de mi personalidad y realmente no la había utilizado como instrumento para un papel como hasta ahora en La La Land. Afortunadamente funcionó sin necesidad de que tuviera que ser una cantante profesional, o estaría en problemas (risas)...
¿Le permitieron grabar las canciones en una sola toma o pieza por pieza?
No, todas están grabadas en una sola toma. La única canción que cantamos juntos con Ryan y que tuvo una grabación con pista fue el dúo que hicimos en Griffith Park, porque era un número complejo. Ahí no estábamos cantando en vivo. En las otras canciones, sí.
¿Cuál fue la parte más difícil?
La escena del dúo en Griffith Park, un área donde se puede ver la ciudad desde una gran perspectiva. Fue una toma de seis minutos, había que caminar hacia una colina y luego hacer el número de baile hasta el final. Si nos equivocábamos, tocaba empezar de nuevo todo. Y creo que hubo un total de ocho tomas en dos días para hacerlo bien. Ensayamos durante meses y meses…
La historia es fascinante en cuanto a que habla de alcanzar sueños y el precio que hay que pagar por ello. ¿Se siente reflejada?
Hace un par de años todos mis amigos se graduaron de la universidad. Entonces reflexioné mucho sobre las cosas que hubieran pasado si hubiera tomado ese camino. Después de meditarlo me di cuenta de que nunca habría podido hacer lo que estoy haciendo ahora, así que, aunque siento nostalgia por no haber ido a la universidad, me siento muy, muy afortunada y agradecida con la vida que escogí