'El niño que sabía hablar con el mar', una historia autoría del joven Josué Ramón Álvarez quien con su creatividad literaria rindió homenaje al recordado embajador de la cultura hondureña Guillermo Anderson.
El cuento resalta el valor de la alegría, la sabiduría de la naturaleza y la música a través de la figura del famoso compositor reflejado en la vida de un niño que crece rodeado del mar como escenario principal de la aventura y varios personajes de la fauna de nuestro país que interactúan con él, tal como el artista lo plasmó en muchas de sus canciones inspiradas en el medio ambiente.
'A Guillermo le gustaba ir todas las tardes al mar, estarse allí y hablar con él. Sí, Guillermo sabía hablar con el mar, con los animales (las guacamayas y los venados eran sus favoritos), con las nubes y los árboles' es apenas un fragmento de la obra más reciente del joven escritor, quien en los últimos meses se ha dedicado gran parte de su tiempo a construir historias para niños.
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Josué ha tenido una destacada participación en convocatorias literarias como el Concurso de Cuentos Cortos 'Rafael Heliodoro Valle' patrocinado por EL HERALDO donde su trabajo quedó entre los 10 seleccionados de la edición 2016, también ganador de la primera mención de honor en el encuentro de arte de la UNAH 2013 en la categoría de fábula y el segundo lugar en el Certamen Nacional de Narrativa 'Dowal School' 2015 así como su intervención en diversas lecturas de poesía y cuento con la Sociedad de Artistas Universitarios.
Álvarez también es autor de otros relatos como 'El burro sabio', 'La mañana mágica', 'Arboles maestros', 'El pueblo de las verdades' entre otras historias que los lectores han podido leer en la sección de cuentos con valores que se publica todos los miércoles en nuestro periódico infantil Mi Súper Diario y los domingos en versión animada en 12:00m a 1:00pm por elheraldo.hn.
Lea a continuación el cuento a Guillermo Anderson:
GUILLERMO, EL NIÑO QUE SABÍA HABLAR CON EL MAR
“Por la mañana cantaron los pajaritos una tonada que nunca había escuchado”
Guillermo Anderson
Guillermo, o Guillermito como lo llamaban sus padres, familiares y amigos, vivía en un país donde hace muchos años se había prohibido cantar y escribir canciones, porque según los gobernantes eso distraía de las cosas verdaderamente importantes, como leer , escribir , aprender matemáticas , ciencias y fabricar cosas para ganar dinero.
Como el canto estaba prohibido hace mucho, todos los pobladores habían olvidado que existía, además eran desconocidos todos los instrumentos musicales, y si había alguno por allí, este era considerado como una simple decoración, pero nunca, nunca, se hacía sonar.
A Guillermo le gustaba ir todas las tardes al mar, estarse allí y hablar con él. Sí, Guillermo sabía hablar con el mar, con los animales (las guacamayas y los venados eran sus favoritos), con las nubes y los árboles. Lo descubrió una tarde en la que escuchó una voz que le hablaba desde aquella agua que se miraba azul. Al principio se asustó, pero después se dio cuenta que tanto el mar como las nubes y los árboles eran muy amigables. Al mar le gustaba contar historias. Le contó sus más profundos secretos, le narró cuanto fabuloso animal había habitado en él y le relató cómo fue que un navegante muy atrevido vino desde una tierra muy lejana, y se encontró con unos hombres fuertes y valientes que ya vivían en la tierra de Guillermo.
Así, nuestro pequeño y querido Guillermo, iba todas las tardes a la playa, a escuchar una nueva historia que era contada por el mar, y algunos animales, quienes también se juntaban para compartir leyendas fabulosas. Pero un día el mar le preguntó a Guillermo por qué no cantaban hace tanto tiempo, eso lo ponía triste porque le gustaba escuchar a los humanos cantar. Nuestro pequeñín, no sabía qué era eso, entonces el mar le explicó, y de lo más profundo de su corazón sacó una canción, y la comenzó a cantar. Guillermo se maravilló con la melodía e inmediatamente lo comenzó a imitar.
El mar, al ver los ojos saltones de felicidad de Guillermo, trajo con sus olas muchos instrumentos musicales que había guardado durante años en su interior, y se los obsequió a nuestro querido amigo. Algunos animales le enseñaron como se tocaban los tambores y las guitarras. Cada tarde, además de ir a escuchar las historias del mar, ahora iba a cantar las más dulces canciones.
Guillermo notó que la playa era un lugar más alegre ahora, y lo comparaba con el centro de la ciudad que era muy apagado y triste, se miraban pocas caras sonrientes. Perfeccionó las canciones que se sabía y las comenzó a cantar con los demás pobladores. Desde entonces el lugar se convirtió en un lugar muy alegre, casi como un festival. Los mismos gobernantes se dieron cuenta que ahora con canciones alegres los pobladores eran mucho más felices, se olvidaron de las prohibiciones y se pusieron bailar con los demás.
Y así fue como Guillermo, el niño que sabía hablar con el mar, le devolvió el canto a la ciudad.
Por: Josué R. Álvarez.