Tegucigalpa, Honduras
La música de Guillermo Anderson siempre estará viva en los corazones de todos sus seguidores no solo de Honduras, sino a nivel mundial, pues se contagiaron con los pegajosos ritmos de cada una de sus canciones.
Uno de los tantos homenajes que se le realizó en vida fue el que se llevó a cabo el pasado mes de julio aquí en la ciudad de Tegucigalpa, en el que más de 20 artistas se unieron en escena para reconocer la trayectoria y contribución de Anderson a la cultura hondureña.
Artistas de la talla de Camilo Corea, Shirley Paz, Carlos Cedeño, Luis Bustillo, Ariel Lagos, Sergio Aguirre, Héctor Soto, Alberto Laínez y Fabricio Serbellón, entre muchos otros, se unieron a este evento sin precedentes.
Durante el show musical, temas como “En mi país”, “Malena”, “El encarguito”, “Así te quiero” y “Dale play a la esperanza” formaron parte de un repertorio en el cual el público presente no dejó de bailar y vibrar con las positivas letras y contagiosos ritmos caribeños.
Uno de los momentos más emotivos de esa noche fue la entrega de un reconocimiento a Emilia Anderson, hija mayor de Guillermo.
Una inspiración para los artistas
Algo que siempre caracterizó a Guillermo Anderson fue su acercamiento a la juventud y a los nuevos talentos musicales, compartiendo escenario con varios artistas del país. Definitivamente sus canciones siempre estarán presentes de generación en generación.
Sus comienzos
Sus primeras obras nacieron mientras cursaba estudios superiores en letras con énfasis en literatura hispanoamericana en la Universidad de California, en Santa Cruz, en 1986, adonde arribó según él para “aplicar todo lo que había aprendido en su país”.
Hasta allí llegó como un joven con una maleta de sueños enormes tras cursar la primaria en la Escuela Mazapán y la secundaria en el Instituto San Isidro, donde hoy es tal vez el estudiante ceibeño más ilustre en haber pasado por sus aulas.
Fue en el teatro de esa universidad donde Guillermo hizo sus primeros trabajos mientras alternaba la composición y la música con la actuación, lo que lo definió como un artista natural que poco a poco despuntaba.
Uno de sus trabajos más importantes en California lo realizó en una compañía que hacía teatro bilingüe para niños inmigrantes, y de ese proceso resulta su concierto y disco “Para los chiquitos”.
Mientras vivió en Estados Unidos trabajó en compañías profesionales de teatro latinoamericano como el Teatro de la Esperanza, en San Francisco, y el Teatro Campesino de Luis Valdez.
En 1987 Guillermo regresó a La Ceiba y creó junto a otros artistas el grupo Colectivartes, que sirvió para que artistas de Europa y Estados Unidos realizaran proyectos culturales en la ciudad, como el recordado Sabor a Sombra, un espectáculo de danza, teatro y música basado en la poesía del ceibeño Nelson Merren.
Desde entonces, con la percusión caribeña del ritmo punta y parranda, así como otros sonidos contemporáneos, Anderson fue marcando un estilo propio con sello catracho en sus conciertos que mezclaban amor, naturaleza y escenas de la vida cotidiana que le sirvieron de ventana hondureña para todo el mundo