Desde que la Casa de la Cultura abrió sus puertas el 9 de febrero de 2008, el lugar se ha convertido en el refugio para los amantes de la cultura y el arte.
Y no es para menos, aquí los habitantes pueden apreciar las obras de los artistas que alimentan este recinto con las magníficas exposiciones de pintura, fotografía, eventos culturales y conciertos.
En esta ocasión, y para conmemorar su aniversario número cuatro, se realizó la presentación de las fotografías que forman parte del primer libro de multimedia en Honduras llamado “Del tiempo y del trópico”, con la música de Guillermo Anderson y los escritos de Julio Escoto inspirados en la historia de esta hermosa ciudad.
Esta colección gráfica plasma las tradiciones y la idiosincrasia de este pueblo reconocido a nivel nacional por su carisma y el sabor que le dan a su diario vivir. Es así que se pueden apreciar las diferentes fuentes de trabajo que se realizaban en la zona en la época de júbilo de la famosa Aduana.
Para Martín Corrales, director de la Casa de la Cultura, el montaje de las fotografías es muy interesante porque se unen tres disciplinas: la literatura, la música y la fotografía para resaltar los valores culturales de esta ciudad. Además la historia de este recinto está ligada a una tradición que esta el día de hoy tiene un importante significado para los amantes de la cultura.
Antecedentes
Según la historia, los primeros pobladores de esta ciudad fueron un grupo de indígenas pech que llegaron hasta el lugar en donde había una enorme ceiba.
Por su grandiosidad encontraron que era un buen refugio y se dispusieron a construir sus chozas bajo la sombra de aquel enorme árbol.
Otra tradición dice que los primeros garífunas en llegar a la zona consideraban que este árbol era la escalera de Dios.
La inmensidad de este árbol era tal que funcionaba como punto de referencia para las primeras embarcaciones que llegaban al lugar.
La pequeña población se fue extendiendo y desarrollando comercialmente, así como las necesidades de control de ingreso de bienes, por esta razón y por la excelente ubicación en que se encontraba el árbol fue que se decidió cortarlo y construir en su lugar un edificio para las oficinas de la aduana.
El auge de la industria del banano desarrolló económicamente esta ciudad, los “años dorados” se cuentan con tanta nostalgia como los tiempos en los cuales la ciudad se mostraba orgullosa, tanto que le se dio el sobre nombre de “La Novia de Honduras”.
La ciudad se encontraba en la ruta de los exóticos cruceros de lujo que a principios del siglo XIX cruzaba el mar Caribe. La bonanza de esos años se marcaba por la capacidad adquisitiva de sus ciudadanos, la cual los hacía consumidores de productos y artículos importados que se contabilizaban o se almacenaban en las bodegas de la aduana.
Esta ubicación significó el inicio, apogeo y fin de una era que marcó la historia de esta ciudad.
Según el coronel Francisco Cruz Cáceres: “Aquel árbol y otros menos históricos, fue derribado en 1917 para dar paso a la construcción del actual edificio de la Aduana. Aunque existen cuatro testimonios muy valiosos, tres orales y uno escrito que coinciden en afirmar que la verdadera fecha en que derriban el árbol fue en 1914 y no en 1917. Son los miembros de la familia del expresidente Francisco Bertrand, que por cierto tuvieron gran influencia y participación en la vida social y política de La Ceiba, los que sostienen en dar el año de 1914 como la fecha exacta en que se botó el famoso árbol” (Antonio Canelas Díaz, historiador ceibeño).
Si le tuviéramos que buscar un “ombligo” a esta ciudad sin duda alguna todos mencionaríamos el viejo ceibón del cual hablan los relatos y la tradición oral, y este se ubicaba exactamente en el lugar que actualmente corresponde al histórico edificio de la Aduana.
Esto hace que sea doblemente simbólico e ícono gráfico el establecer en el edificio de la Aduana la Casa de la Cultura ceibeña, el centro de la espiritualidad cívica de la ciudad, un lugar para la conexión con la historia y la identidad cultural de los habitantes de La Ceiba.