Descubrí a Marcala hasta hace poco. Siempre había escuchado de esta pequeña ciudad en lo alto del departamento de La Paz como uno de los bastiones del café hondureño. Y la verdad sea dicha, así es.
La historia señala el año de 1866 como el principio de la fama de Marcala; las primeras noticias del café de Marcala. De acuerdo al historiador alemán Herman Bausch, los primeros registros escritos se encuentran en el informe de Juan Galeano, gobernador de Comayagua, presentado el 9 de febrero de ese año. Galeano describe a Marcala como un poblado con más de “700 almas” y cerca de “once cafetales, de cien árboles arriba”.
Es imposible no pensar en Marcala y su café. No en balde tienen la primera Denominación de Origen de toda Honduras y Centroamérica. Pero también existen otras razones para visitar este sitio entre montañas, cafetales, albahaca y orégano (aquí crece una especie de orégano en árbol y un par de especies nativas de albahaca. ¡Mire usted!).
Por ejemplo, es imposible no dejar de ir a la Cueva del Gigante. Descubierta a principios de los años noventa por el arqueólogo George Hassemann, la cueva es en realidad un abrigo rocoso que no recibe la lluvia ni el viento directo. Esto provoca un microclima estable ideal para la preservación.
Pero, ¿preservar qué? De acuerdo a las investigaciones de Timothy Scheffler, la cueva sirvió de abrigo para grupos humanos desde el período Arcaico (10,000-4,000 a. C.) y se extendió hasta el período Formativo (1760-220 d. C.). Las pruebas de Scheffler demostraron que este es el primer registro de la presencia del hombre en Honduras.
Además, el viaje a la cueva sirve de pretexto para acampar en las cascadas de La Estanzuela, espacio previo al Gigante. Este es un sitio maravilloso con un río de suaves aguas turquesas que bajan de la montaña para caer finalmente en una extensa pared de más de 20 o 30 metros de altura.
Para los amantes de la pesca con cordel, la poza que se forma con la caída es una tentación rebosante de guapotes que dan pelea. El precio de entrada a esta propiedad de la comunidad local es totalmente accesible (incluso, existe una cabaña muy básica para alquilar por si desea pasar la noche).
Y ya que estamos en eso de los pretextos, otra razón para ir a Marcala es para comprar frutas y verduras en su mercado, los domingos por la mañana. Trate de probar los “injertos”, la “naranjilla” y las “mataras”. ¡Sí… Ya sé! Usted quiere saber qué café o cafés comprar…
¿Mi recomendación? Pruebe el café Joselinda; totalmente orgánico, totalmente delicioso. Otra buena opción es el de Nancy Hernández y lo encuentra en su cafetería en la mera entrada del pueblo (contiguo al Hotel Frissman, por cierto, un buen sitio donde quedarse).
Marcala es la llave de la Sierra de Montecillos. Pero también es la llave a un nuevo sitio por explorar y descubrir. Buenas razones sin lugar a dudas.