Tegucigalpa, Honduras
Quizá en ningún lugar del mundo sea fácil dedicarse al teatro, pero en un país como Honduras -donde las oportunidades se mantienen cuesta arriba- la posibilidad de hacer de esta vocación una forma de vida no siempre parece viable, aun cuando se trata de jóvenes llenos de talento.
“Hacer teatro en Honduras es una locura, una locura muy difícil y llena de notables desventajas. Se dice que un país sin cultura es un país sin identidad, pero el apoyo a esta es miserable. Para empezar, no tenemos siquiera la oportunidad de profesionalizarnos en una carrera completa”, comentó la joven actriz Jennifer Aplícano.
Esto debido a que -para muchos- la dramaturgia, al igual que otras vertientes artísticas, es vista como un simple pasatiempo y no como una verdadera profesión. “La idea de hacer teatro en el país es un poco torcida. La gente asume que ser artista es un hobby cuando detrás de una sola función hay tanto trabajo, compromiso y exigencia; todo a nivel físico, mental y emocional”, expresó el intérprete Leonardo Banegas.
A lo anterior se suma la falta de apoyo por parte del público, combinada con el poco incentivo que se genera en las diferentes instituciones. “La falta de cultura que como hondureños tenemos, evidencia que no mucha gente esté acostumbrada a disfrutar del teatro. Es rara y contada la persona que asiste a las funciones porque de verdad le interesa. Por esto, el principal objetivo de nosotros los actores es atrapar con trabajos de calidad”, dijo Ana Domínguez.
¿Herencias o rupturas?
Es un hecho que las actuales desventajas no están lejos de lo que la antigua generación de teatristas tuvo que enfrentar desde sus inicios, pero además existen algunas herencias que estos han sabido inculcar a sus aprendices.
“Yo creo que nosotros seguimos un patrón, y si tenemos la oportunidad de trabajar con otros grupos es porque hemos visto esto mismo en nuestros directores. Ellos nos han enseñado que en el teatro somos uno y que no hay razones para que no sea así”, expresó Aplícano. Noción que fue respaldada por Domínguez, quien aseguró que “el arte genera inclusión. Nos miramos como personas iguales y nos sentimos ‘parte de’, eso es lo que el teatro en sí le regala a uno”.
Por otra parte, el hecho de que hayan pasado entre 30 y 40 años desde que los fundadores de las actuales casas de teatro iniciaran su recorrido por las tablas, hace que la nueva generación cuente con algunas ventajas en torno a la las oportunidades de preparación fuera del país, la apertura de espacios alternativos y al auge de la tecnología.
“Lo que nos define como una nueva generación de teatro es que hay una efervescencia bastante notoria. Hay muchos más egresados en el exterior que regresan a Honduras con bastantes ideas. La proyección que están teniendo es muy fresca, están montando obras de teatro más contemporáneas y reflejan un estilo de teatro diferente”, explicó Banegas.
Los entrevistados coinciden en que la preparación de los teatristas ahora es mucho mejor, porque los maestros están teniendo una formación más precisa y amplia. A diferencia de lo que sucedía antes, pues las oportunidades de formación eran casi inexistentes.
Asimismo, es clave que dentro de las nuevas herramientas a la mano se encuentra el desarrollo de la tecnología, fundamental para la promoción y difusión de las diferentes actividades, así como la apertura de espacios variados para quienes quieran dar sus primeros pasos.
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16.10.2018
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