SAN PEDRO SULA,HONDURAS. Poder apreciar las características sensoriales del café puro es una pasión con la que convive a diario. Con una certificación Q grader en catación y formación en barismo, la ingeniera industrial Iris Suyapa Alvarado Lemus produce en su Finca El Paraíso, en la aldea Yaunera, municipio de San Pedro, Copán, un café especial calificado como de calidad, que comercializa de manera directa a Estados Unidos.
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La joven profesional y madre de dos niñas está orgullosa de su finca de café certificada orgánica. Pero ese no fue el único paso en la caficultura. Junto a sus hermanos y un grupo de productores de café de Yaunera —buscando un precio más digno por el café— decidieron organizarse para buscar nuevos mercados en el 2020 y así nació la Empresa de Servicios Múltiples Café Yaunera, una cooperativa que ahora aglutina 154 socios.
“El trabajo conjunto es lo que ha hecho que se esté vendiendo nuestro café en el exterior”. Yaucafé, la marca de café orgánico, es la carta de presentación de la empresa y es el fruto del esfuerzo del grupo de mujeres socias, que “somos las que nos dedicamos a la preparación, ha sido un proceso de dos años para obtener el registro de marca y legalización, es un café exquisito donde seleccionamos los mejores frutos para ofrecer a nuestros clientes consistencia y calidad”, explica con orgullo Iris Suyapa.
Y es que las mujeres son bastión fundamental de la empresa, la prueba es que son ellas quienes lideran la cooperativa, “se está capacitando en equidad de género, producción, calidad y mercadeo de café”.
No ha sido fácil, lo más difícil siendo mujer es que ha tenido que enfrentar “el machismo con que nos encontramos en el rubro del café. Por eso el llamado a las mujeres es a que “luchen por sus sueños, las mujeres podemos ser protagonistas en el mundo del café, si somos capaces de soñar podemos hacerlo realidad”, dijo.
Para la ingeniera apasionada por el café, su familia es prioridad, “mi esposo y mis hijas, ellos son mi motivación para organizar mi tiempo”. Esa pasión la heredó de sus padres, dos productores de café resilientes que aun en las peores crisis nunca abandonaron el cultivo, sacaron adelante a sus seis hijos.
“El café es mi pasión, sobre todo catarlo para poder perfilarlo y venderlo; para mí ha sido un privilegio que Dios me ha regalado”. Pero lo suyo apenas empieza, a la par de la apuesta por un café de calidad, entre sus proyectos está convertir su finca en un espacio ecoturístico. Y recientemente uno de sus compradores en Estados Unidos le dio la buena noticia que una cafetería en ese país ofrece su café y “todos los postres los hacen con base en mi café”.