TEGUCIGALPA, HONDURAS.- Lo que antes era una simple práctica o “cuestión de niños”, a través del tiempo se ha convertido en un problema severo que afecta a miles de menores en los centros educativos del país.
El acoso escolar o bullying (término en inglés) es un problema que ha crecido como la espuma. Es algo añejo pero fresco al mismo tiempo.
Miles de escolares se enfrentan a diario a este fenómeno social que marca sus vidas física y emocionalmente y que solo tiene un objetivo para quienes la ejercen: hacer sufrir de cualquier manera a sus víctimas sin medir las consecuencias.
Pero, ¿cuál es el camino para enfrentarlo? El “Análisis de las prácticas escolares”, realizado por el Consejo Nacional de Educación de la Universidad Pedagógica Nacional Francisco Morazán (UPNFM), establece cinco técnicas que permiten combatir el acoso escolar o bullying.
Entre estas figura la “mediación por pares”, que consiste en la impartición de charlas contra el bullying por parte de estudiantes abusadores.
También está el “comité de convivencia escolar”, que es una comisión creada con el objetivo de orientar y transmitir entre los jóvenes de los centros educativos normas de convivencia y talleres formativos.
Mientras que la “consejería escolar” es una terapia sistémica dirigida tanto al joven agredido como al agresor. La violencia ha dejado de ser un fenómeno circunstancial para convertirse en una cuestión que interfiere en la vida escolar, casi como una actividad normal de la jornada educativa.
Como consecuencia, la función del docente se ha replanteado no de manera oficial, pero sí de labor, por lo que no puede hacer exclusivamente lo que solía hacer antes.
Esta realidad le ha obligado a responder, sin que necesariamente haya sido preparado para hacerlo.
Ejemplo de esto es la docente Miriam Zepeda (nombre ficticio), quien ha tenido que lidiar con varios casos de bullying entre sus alumnos dentro de su aula de clases.
Zepeda, de 58 años, y con más de 20 años de experiencia, consideró que es necesario que exista un reglamento oficial para saber qué hacer cuando ocurren estos hechos.
“Me ha pasado que detecto casos de bullying y no sé que hacer puntualmente. Lo que hago es que hablo con los niños, luego con sus papás para mediar”, recordó sobre una experiencia que vivió en 2019.
“Se necesita un protocolo”
La vivencia de la docente antes mencionada coincide con la versión de la psicóloga Patricia Mackay, quien precisó a EL HERALDO que el sistema educativo nacional no está apto para afrontar el bullying. “La Secretaría de Educación debería tener un protocolo oficial y entrenar a las autoridades de qué es lo que se tiene que hacer paso a paso cuando se detecta un caso de bullying”, estimó.
En octubre de 2014, el Congreso Nacional aprobó la Ley contra el Abuso Escolar, que consta de 14 artículos, pero, para la experta, esta norma no es suficiente para combatir este mal.
“La ley que está no es suficiente. Lo que pasa aquí es que cuando se da un caso de bullying cada centro escolar toma las medidas que cree convenientes con los materiales que consigue en las redes, libros o expertos, pero no hay un protocolo oficial”, enfatizó.
Patrón del agresor
Además, Mackay dijo que existe un modelo o un patrón que identifica a la persona que practica el bullying.
“Ocho de cada 10 agresores son varones entre los 10 y 16 años, son personas físicamente agresivas y socialmente excluyentes y definitivamente dicotómicos. También, otra característica es que son radicales en sus gustos y preferencias, y todo lo que no se parece a ellos es rechazado”, explicó.
Esas peculiaridades están en contraste con el perfil del acosador: los niños tímidos y solitarios son los más vulnerables, de acuerdo con la percepción de los orientadores y que también plasma una investigación en poder del Consejo Nacional de Educación de la UPNFM.
Asimismo, los de bajo nivel socioeconómico (43.9% de los docentes opinó así), los estudiantes de excelencia académica (9.6), los que sufren alguna discapacidad (7.12) y los que pertenecen a un grupo étnico (4.6), son los prototipos preferidos para los agresores.
Mackay, también docente de Ciudad Universitaria, advirtió que es necesario que se reforme la Ley contra el Abuso Escolar antes de que ocurran hechos que opacarían la educación en Honduras.
“No es necesario que haya muertos para que reformen la ley. Hay que ser más contundentes con las sanciones. Todavía estamos a tiempo”, comentó.
No ve condiciones físicas
Claudia Molina (nombre irreal) es una niña de cinco años, padece de discapacidad en su memoria. Su condición es especial dentro del aula de clases a la que asisten niños sin problemas.
Durante el primer semestre de 2019, sus compañeritos de clases en una escuela de Tegucigalpa la comenzaron a molestar por su condición.
Su maestra miraba las burlas y no hacía nada. No tomó las medidas pertinentes, aseguró su madre.
“Me di cuenta que a mi hija le hacían burla porque una compañerita de ella me contó todo. Hablé con la maestra y me dijo que era mentira, que nadie la molestaba”, reveló a EL HERALDO Julia Sánchez.
“Tuve que confirmar que a mi hija la molestaban por mi cuenta. Llegué repentinamente al aula de clases, vi que un grupito de niñas le decía retrasada y la maestra estaba ahí campante, como si nada”, recordó entre lágrimas el hecho que confirma las teorías de la experta Patricia Mackay: “Dos de cada 10 que hacen bullying son niñas. En este caso ellas son menos agresivas, no se basan en lo físico, pero son más hirientes emocionalmente”, argumentó.
La madre de la víctima habló con la directora del centro, pero no le solucionó el problema. Ante la falta de respuesta o sanciones ejemplares, la afectada tuvo que desertar de su año escolar, mientras la docente se excusó en que no sabía cómo actuar. Aseguró que no estaba capacitada.