TEGUCIGALPA, HONDURAS.-Lo único que recuerda es haber visto todo oscuro. Minutos antes estaba en su casa y cuando despertó estaba usando un collarín y un catéter en su mano, siendo atendido en el Mario Catarino Rivas de San Pedro Sula.
Con nueve costillas quebradas, la columna fracturada y una hemorragia en el cerebro, Eduardo Méndez luchó varios días con la muerte, pero afortunadamente sobrevivió. Ahora, a través de la campaña de EL HERALDO “Ruede seguro, no hay prisa que valga su vida”, trata de ser un ejemplo del riesgo que se puede correr cuando la sensación de adrenalina supera los límites de la velocidad.
Era un jueves 16 de octubre de 2014. Tenía una reunión pendiente en el colegio, así que antes decidió limpiar y aspirar el carro. Había quedado “pulidito”.
Antes de irse, llegó su padre en la motocicleta. Tenía tiempo de sobra, exactamente dos horas. Eran las 11 de la mañana y el deseo lo llamó a montar su máquina color blanco, rines color verde fosforescente.
La idea sonaba bien. Salir un rato a dar una vuelta, regresar a casa y partir rumbo a su colegio para cumplir con su responsabilidad. Sin embargo, no contaba que su regreso sería un mes después y, para su desgracia, en silla de ruedas.
Sin saberlo, en menos de tres minutos, el kilómetro 4, a cercanías del Mall de Choloma, en el departamento de Cortés, se convirtió en el escenario catastrófico de su vida. Pese a su experiencia, el exceso de velocidad le hizo una mala jugada.
“Lo único que yo más recuerdo fue cuando yo quise accionar, ya fue demasiado tarde, no la pude controlar (a la moto) y yo estaba fuera de la curva, solo me agarré fuerte de los manubrios. Lo único que se me vino a la mente fue: ‘¡Dios mío, me maté!’. De ahí se me cortó todo. Se me apagaron las luces”, relató Méndez.
Cuando reaccionó se encontró en la fría sala de un hospital. Tenía raspones, y usaba un collarín, pero además, tenía fuertes fracturas en diferentes partes.
La salida de aproximadamente 3 minutos le cobró factura a Méndez. Pasó al menos un mes hospitalizado, más un mes y medio en recuperación, sumado a ocho meses más de terapia en la Teletón. Fue casi un año, pero su vida no volvió a ser igual.
Tras ser dado de alta, el joven se enfrentaba a una nueva realidad: ya no impulsaba dos ruedas con la velocidad, ahora estaba sobre dos ruedas que eran controladas por su mano, ya no dependía de un arranque eléctrico, no contaba con nada más que la fuerza de sus manos. Estaba en silla de ruedas.
Complicaciones tras el incidente
En los meses posteriores, entre 2014 y 2015, su vida fue un verdadero reto. Empezando por acostumbrarse a su nueva vida, que lo hacía un poco más dependiente de otras personas, hasta en dejar de hacer una de las cosas que más amaba junto a sus amigos: andar en rodadas.
“Éramos como 5 o 6 los que salíamos siempre en ese entonces, incluso tal vez ellos salían y venían a mirarme. Yo extrañaba eso”, recordó nostálgico.
El momento fue difícil, pues mencionó que hubo días en los que hasta lloraba por la situación que estaba pasando, pues las rodadas ya no eran parte de sus fines de semana y sentía que jamás podría recuperarse del accidente.
Pese al malestar físico y a los pensamientos intrusivos, Eduardo salió adelante. Actualmente, trabaja en un taller mecánico de motos, pues su pasión permanece en ellas.
Recordar los comienzos para volver a realizar sus actividades, es como describir el proceso de un bebé, fue “como volver a nacer. Tiene que volver a aprender todo desde cero”. En su caso, fue desde cómo utilizar la silla de ruedas hasta cómo moverse. Tener que volver a adquirir nuevo conocimiento.
Ejemplo de superación
¿Continúo con su vida? Sí. Pero de una manera un poco diferente, ahora no dependía del caminar de sus pies, sino del movimiento de sus ruedas.
Durante algunos cursos logró aprender lo básico de la vida. La soldadura y costura, por ejemplo, era algo que no hacía usualmente, pero lo aprendió gracias a los talleres, pues aunque sus piernas quedaron inmóviles, con sus manos y el apoyo de sus familiares está logrando salir adelante.
Un buen casco le salvo su vida
Quizás la historia pudo ser otra y Méndez no estuviera contando su anécdota a este rotativo, pero el uso de un buen casco le permitió ser ejemplo viviente de que la seguridad no es un juego.
“Si yo hubiera andado un casco no certificado, mi historia no la hubiera contado, porque fue tan fuerte el impacto que el casco quedó torcido de la parte de la mandíbula”, dijo, destacando la importancia del equipo de seguridad.
Lamentó que haya jóvenes que “andan cualquier tipo de casco barato que no es certificado y dicen que es nomás para que la Policía no les haga una esquela”, pues destacó que, a veces, la diferencia entre la vida y la muerte depende de estos implementos.
Los peligros en las calles se encuentran en el lugar menos pensado y de manera frecuente, pues según estadísticas en poder de este rotativo, al menos 15 accidentes en motocicletas a diario se registran en Honduras.
Ante esto, consiente de que el accidente fue provocado por el exceso de velocidad, Méndez aconsejó a los jóvenes que hay que ser más cuidadosos con su vida, recalcado que el cuerpo del conductor es la carrocería de la moto y que a la hora de un impacto, quien recibe todos los golpes son ellos.
“Estamos aquí para concientizar a los demás que tengan esas precauciones, que no corran el mismo riesgo que corrimos nosotros”, mencionó.
A través de esta campaña, EL HERALDO busca crear conciencia en los hondureños, con el lema “no hay prisa que valga su vida”, esperando que tomen precauciones al momento de realizar cualquier viaje, pues lo que para Méndez comenzó siendo un momento de adrenalina sobre las ruedas de una motocicleta, terminó siendo una consecuencia de por vida.
Ahora, se considera un vocero. Con su ejemplo, así como el de muchos otros hondureños que han enfrentado esta misma situación, Méndez comparte su historia para que no sea usted la próxima víctima de la “adrenalina de andar en moto”.