SANTA CRUZ DE YOJOA, CORTÉS.- El pescador Mariano de Jesús Redondo observa con desazón a los miles de cormoranes que planean sobre el inmenso espejo de agua de la principal represa hidroeléctrica de Honduras.
Desde la década de 1980, cuando el embalse de la Central Hidroeléctrica Francisco Morazán fue construido en un cañón rocoso entre verdes montañas al norte del país, la familia de Redondo tenía asegurado su sustento.
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Pero hace unos años, bandadas de cormoranes (Phalacrocorax brasilianus) comenzaron a sobrepoblar este lago artificial de 94 kilómetros cuadrados y están exterminando a los peces, dicen pescadores y expertos.
“Nos está matando ahorita, porque nos come los pescados”, se lamenta Redondo, de 52 años, quien hasta hace un tiempo ganaba unos 60 dólares diarios atrapando tilapias con redes.
En las laderas que rodean al embalse, sobre las ramas de pinos y encinas, cientos de miles de cormoranes han construido sus nidos, donde alimentan a sus crías en medio de un concierto de graznidos.
Entre la vegetación, aves carroñeras se pelean por los restos de pescado que caen de los nidos.
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“No sabemos qué hacer”
Desde el muelle, cientos, quizás miles de cormoranes hacen en todo momento vuelos rasantes sobre el embalse y se zambullen ágilmente para atrapar peces.
De pico delgado y alas angostas, estas aves pueden alcanzar velocidades cercanas a los 200 km/h, según la revista científica británica The Biologist.
Estos palmípedos del tamaño de un ganso son aves monógamas: la hembra pone unos tres o cuatro huevos, que luego incuba junto a su pareja durante 30 días. Un ejemplar adulto mide entre 60 y 75 cm y pesa casi un kilo.
Aquí nosotros estamos sin pescado”, se queja Redondo, quien ahora cultiva maíz para alimentar a su familia.
Antes “pescábamos 60 libras [casi 30 kilos] diarias durante la noche, ahora solo estamos pescando cinco” libras, poco más de dos kilos, expresa Oscar Flores, líder de la asociación de pescadores del municipio de Santa Cruz de Yojoa, próximo a El Cajón, como se conoce a la central Francisco Morazán.
Estos curtidos pescadores vendían a dos dólares el kilo de tilapia, pero sus ingresos se han reducido drásticamente por la falta de pesca, indica Flores, cuya asociación agrupa a unos 1.000 de los 4.000 pescadores de la zona.
“Necesitamos estudio”
La central Francisco Morazán, que funciona con el agua de la represa, es operada por la Empresa Nacional de Energía Eléctrica de Honduras (ENEE). Sus responsables creen que se deben tomar medidas para reducir la población de cormoranes.
“Ahora tenemos una proliferación [de cormoranes] que supera el equilibrio de sobrevivencia de las otras especies acuáticas”, dice a la AFP Francisco Leiva, jefe de la unidad de la ENEE que maneja esta cuenca.
“Necesitamos hacer un estudio profundo” que entregue recomendaciones para disminuir la población de pájaros, agrega.
Leiva explica que los cormoranes habitan en esta zona de Honduras desde antes de que fuera construida la enorme represa, entre 1980 y 1985, a un costo de 775 millones de dólares (unos 2.000 millones de dólares de hoy).
Ave de agua salada y dulce, el cormorán vive en todo el continente, desde América del Norte hasta Tierra del Fuego. Los expertos no descartan que la sobrepoblación actual sea efecto del cambio climático.
“En algunos casos las aves que son transitorias se vuelven residentes, se quedan en el territorio”, dice a la AFP Alexis Oliva, director ejecutivo de una entidad encargada de proteger un lago cercano a El Cajón.
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El ambientalista Víctor Manuel Ortiz estima que la “abundancia de peces” pudo estimular a los cormoranes a no abandonar el área.
“Muy probablemente muchas de esas aves se van a sentir cómodas en la zona y va a costar que partan en su ruta migratoria”, señala Ortiz a la AFP.
Depredadores naturales
Durante muchos años la central Francisco Morazán suministró el 100% de la energía eléctrica que consumía Honduras.
La represa no fue construida solo para generar energía, sino también para prevenir inundaciones en el fértil valle de Sula. Su enorme muro de concreto bloquea los caudales de los ríos Humuya y Sulaco, y se eleva 226 metros, como un edificio de 70 pisos.
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En el vecino El Salvador, la sobrepoblación de cormoranes viene causando desde hace cinco años dolores de cabeza a 8.000 familias de pescadores del lago Suchitlán, 50 km al norte de la capital.
Todas las medidas han resultado ineficaces para reducir el número de “patos chanchos”, como llaman los pescadores de Suchitlán a los cormoranes: liberar culebras, mapaches y otros depredadores naturales e invitar a aficionados al tiro al blanco.