EL PROGRESO, HONDURAS.- El río Ulúa inundó de nuevo la aldea Buena Vista, en los bajos de El Progreso. Juan Antonio Cruz (45), su esposa Rosa Villanueva (42) y sus hijas Marisela y Sofía perdieron todas sus pertenencias.
A unos metros de su casa, el caudaloso afluente rompió el bordo e inundó la comunidad, dejando su casa semicubierta por el fango. Juan se frota los nudillos y con los ojos llorosos exterioriza su decepción, pues solo la freidora de tajadas, la que utiliza en su pequeño negocio, quedó en buen estado, y esto porque la dejó amarrada en las vigas del techo con unas cuerdas y huyeron antes que el bordo se reventara.
Este hombre, que no puede hacer esfuerzo físico por haber sido operado a corazón abierto, duda en limpiar su casa por ahora ya que podrían haber más lluvias y el bordo es casi imposible de reparar este año. “Necesitamos que la presidenta Xiomara repare las rupturas en el bordo de inmediato porque no tenemos donde vivir”.
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Río abajo, en la comunidad Soberano del Norte, el panorama es igual de desolador. Camilo Chávez Gutiérrez, dirigente de la comunidad, afirmó que ahí tuvieron que huir 200 personas el miércoles anterior previo a que el bordo reventara y están hartos de esta situación, por lo que exigen al gobierno reparaciones expeditas y las represas que durante décadas se han prometido.
A unos cuantos kilómetros en Los Mangos, Teodora Cruz Banegas (60) se refugia viviendo en el bordo. Mientras cocina unos frijoles en una hornilla improvisada con bloques, también cuida los carros de sus hijos, los que fueron aparcados en lo alto del bordo para salvarlos de la llena.
“Llevo más de una semana viviendo en este bordo, mi casa está allá bajo el lodo, no puedo ir a limpiarlo porque mientras el bordo esté roto se puede volver a inundar”, lamenta.
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Roberto Zelaya, gerente de la alcaldía de El Progreso, informó que en el municipio es el más afectado por las inundaciones en el valle, hay 45 comunidades afectadas por las inundaciones y 3,200 personas, de las cuales más de 2,000 aún no han regresado a sus casas y permanecen en albergues