Tegucigalpa, Honduras.- El 2020 desafió al mundo con una enfermedad que cobró millones de vidas, y el principal centro asistencial del país, el Hospital Escuela, no fue la excepción. EL HERALDO ingresó al “Domo”, el espacio que enfrentó el COVID-19 en 2020. Las paredes de este lugar aún guardan las memorias de las batallas libradas durante la pandemia, con historias de triunfo y de dolor que resuenan en los hospitales azotados por el virus.
Ante la saturación de las salas de emergencia, el hospital se vio forzado a construir un espacio para estabilizar pacientes, conocido como el “Domo” por su estructura similar. “La emergencia era tan grave que algunos pacientes solo entraban y morían. El proyecto se construyó en 38 días”, recordó Erick Martínez, jefe de construcción del Hospital Escuela.
La obra, que costó unos 3.4 millones de lempiras, fue financiada con donaciones de la Cámara Hondureña de Aseguradores (Cahda) y equipada gracias a las gestiones de la Fundación de Apoyo al Hospital Escuela. Martínez relató cómo, al solicitar ayuda al gobierno anterior, eran ignorados: “Nos dijeron que no seríamos hospital COVID, pero los muertos seguían llegando. ¿Cómo iban a decir que no iba a llegar el virus si estábamos viendo gente morir por él? Todo lo que está aquí es donado”.
La construcción del Domo fue un verdadero desafío en medio del confinamiento, cuando las ferreterías estaban cerradas y no había acceso a materiales ni trabajadores.
“En 2020 todo estaba paralizado. Los únicos que seguimos aquí fuimos nosotros y la Fundación de Apoyo al Hospital”, continuó Martínez, con evidente tristeza.
Durante un recorrido realizado por EL HERALDO, se constató que, aunque el Domo está hecho mayormente de policloruro de vinilo (PVC), sus instalaciones son climatizadas, cuentan con suministro de oxígeno y sistemas hidrosanitarios, lo que lo convierte en un espacio adecuado para la atención de pacientes.
“Fue traumático”
El Domo fue inaugurado con personal nuevo, ya que muchos trabajadores de la salud, abrumados por el miedo, abandonaron sus puestos. “Pensé que sentiría temor, pero lo que sentí fue un reto. Me impactaba cómo la enfermedad atacaba de forma inexplicable”, recordó Karla Flores, jefa del Domo durante la pandemia.
Reviviendo esos momentos, Flores los describió como traumáticos: “Dejaba a un paciente estable, hablando con su familia por teléfono, y horas más tarde recibía la foto que confirmaba su fallecimiento”. Ella era la encargada de recibir imágenes de los pacientes fallecidos para efectos legales de reconocimiento.
Hoy, el Domo sigue siendo escenario de historias de lucha, superación y despedidas. Aunque fue construido específicamente para la pandemia, continúa extendiendo una mano solidaria a cientos de hondureños que llegan en busca de ayuda.
El Hospital Escuela, siendo el principal centro asistencial del país, es el más saturado por accidentes de tránsito y otras emergencias. “Acá atendemos a los pacientes más delicados; aquí hay de todo”, afirmó Kensy Fúnez, actual jefa del Domo. Este espacio sigue aliviando la carga de las salas de emergencias abarrotadas, aunque, a pesar de ello, nunca está vacío.
