El calvario para esta muchacha y su madre comenzó un 5 de agosto de 2014, cuando su hermano tomó la decisión de irse “mojado” para Estados Unidos.
“Mi hermano tenía su novia, habló con ella, terminaron en buenos términos, después se despidió de todos en la casa. Estábamos pasando una crisis económica fuerte, mi madre estaba muy enferma y él decidió viajar para cambiarnos la vida”, relató.
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El joven partió de Honduras con las maletas llenas de ilusiones. A los 14 días llamó y “estaba en Zaltillo, lo noté tranquilo, muy positivo, le pregunté: ‘Hermanito, ¿cómo te sentís?, si mirás que la cosa está fea, regrésate, que aquí aunque sea arroz y frijoles podemos comer’”. Santos le aseguró que estaba bien.
“Me dijo que iba con un ‘coyote’, que aún tenía 120 dólares, que sí iba cansado, dijo que llevaba los pies llagados de tanto caminar y correr, cuando me acuerdo de eso me duele tanto. ¡Quisiera verlo!”.
Pasaron tres días más y el joven volvió a llamar, esta sería la última vez que se comunicaría con su familia en Honduras.
-Aló
-¿Cómo estás, hermano?
-Bien, ya mañana salimos para Houston, oren mucho por mí, si Dios quiere todo va salir bien.
-Sí, aquí todos estamos en oración, mi mami, yo, cuidate mucho, por favor.
-Claro, claro, pero no dejen de orar, van a ver que cuando llegue todo va cambiar, las amo mucho. -Nosotros también, háblanos al no más llegar, por favor.
“Ese día fue la última vez que lo escuché, después de ahí todo ha sido dolor para mi madre y para mí”.
“Me dijo que iba con un coyote, que aún |
Al igual que la mayoría de hondureños que pierden contacto con un familiar en la ruta migratoria, el primer lugar al que se abocó fue la Secretaría de Relaciones Exteriores donde le llenaron una ficha. “Es triste pensar que solo la engaveten, nosotros pedimos justicia por mi hermano y todos los hondureños que desaparecen en la ruta migratoria”, aseguró.
La muchacha explicó que el mayor apoyo lo encontró en el Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR) y el Comité de Familiares de Migrantes Desaparecidos Amor y Fe, con quienes incluso tuvo la oportunidad de viajar a México en una de las caravanas de búsqueda que realizan para encontrar a hondureños perdidos.
“Una linda experiencia, primero compartir con otras personas en la misma condición nuestra y más cuando uno mira los reencuentros de personas que se habían perdido hace 28 años”.
Durante la caravana Yahayra Banegas sintió que estaba más cerca que nunca de su querido hermano, específicamente en la zona de Veracruz.
“Me subí a un bus con la foto de mi hermano en el pecho, un señor me llamó y me dijo: ‘Joven yo conocí a su hermano, yo le di trabajo a él, lo conozco bien’”, recordó.
Al escuchar eso le pidió que la llevara de inmediato donde él, “me explicó que después de trabajar una temporada, el muchacho tomó otro rumbo, me dijo que le dicen catracho, porque se le nota el acento, y que cuando le preguntaron por su familia les dijo que no se acuerda de nada. Para mí, fue un accidente que sufrió”, dijo.