Honduras

Madre de Aguirre: Cuando lo vi me abrazó como si nunca lo había hecho

Linda Jarquín, la mamá del hondureño Clemente Javier Aguirre, quien estuvo preso durante 14 años y condenado a muerte por un crimen que no cometió. Rompió su silencio y confió a EL HERALDO cómo fue el reencuentro

31.01.2019

TEGUCIGALPA, HONDURAS.- “Cuando lo miré a él que me estaba esperando fue emocionante, él me abrazó, parecía que nunca me había abrazado, me apretaba fuerte, me agarraba la cara, la sobaba, no hallaba qué hacer conmigo”.

Así de emocionante y conmovedor fue el relató que le hizo a EL HERALDO, Linda Jarquín, madre de Clemente Javier Aguirre. Ella rompió el silencio que había mantenido desde que su hijo salió libre.

Recordó ese momento mágico en el que se encontró con su muchacho en un aeropuerto en Estados Unidos.

La última vez que lo había visto su pequeño estaba esposado de manos y pies, esperando la fecha de su ejecución en el pabellón de la muerte, acusado de un doble asesinato que nunca cometió, pero que lo privó de la libertad por 14 años.

A punto de llorar, Jarquín recordó cómo su muchacho en esa ocasión, al estar inmovilizado, no tuvo más opción que acercarse a su mejilla como un niño consentido y susurrarle suavemente al oído: “ore por mí que pronto voy a salir de aquí”. Ella lo miró y recordó toda la crianza que le dio, ese esfuerzo diario que realizó durante los primeros siete años de su niñez cuando lo llevaba chineado a las 5:00 AM para su trabajo, pues le daba pesar levantarlo. En aquella ocasión ella le dijo: “Dios primero así será, ya quiero verte en libertad”.

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Lo que la señora no se imaginó fue que ese deseo se haría realidad. Para ella resultó tan impactante la noticia que estuvo a punto de sufrir un infarto de la emoción.

“Estaba en Nicaragua con un nieto cuando llamó mi hija Brenda, me dijo: ¡Javier ya salió! Se me desvaneció el cuerpo, sentí que las piernas se me pusieron como trapos, me lavé la cara, pero me sentía ahogada, y entonces notaron que estaba mal, me senté sin fuerza, ya no podía hablar, me puse tartamuda, y me internaron varios días”, confió la señora con la voz entre cortada a EL HERALDO.

La humilde madre se propuso recuperarse, realizó terapias, y cuando Aguirre la llamaba por teléfono y le decía “yo la estoy esperando para poder abrazarla, estrecharla en mis brazos, así bien apretadita, dándole tantos besos que se merece, ahora puedo hacer todo eso”, ella respondía: “el señor me va dar sanidad para estar con vos”.

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El momento llegó. El grupo de abogados de Aguirre realizó las diligencias y la señora aterrizó en Estados Unidos, delicada de salud, pero fortalecida del corazón. Al bajar del avión y recorrer los amplios corredores del aeropuerto observó a lo lejos al grupo de abogados, sonrió, buscó entre la multitud y ahí estaba él, sonriente. “¡no se imagina lo que sentí!”

Eran lágrimas de alegría. Catorce años de ver a su hijo preso injustamente se terminaron con un beso suave en la mejilla.

“Ese día estuvimos donde mis hijas, luego se lo llevaron los abogados porque lo tenían en un hotel... Me dijo: mami, vamos estar juntos todos los días, todos esos días salimos”, recordó.

“Usted no se imagina la preciosidad, lo que sentí como madre de alegre cuando estaba al lado de mi hijo, que siempre confíe, todos los días oraba”.

Con un nudo en la garganta confió que “me consintió, no se imagina cómo me consintió, se sentía tan chiquito”.

Entre las vivencias de esa semana en Estados Unidos, la madre recordó cómo su hijo le cocinó: “aprendió de niño, cuando yo iba a Nicaragua, él le cocinaba a los hermanos y ahora en libertad le cociné yo, pero ahí estaba a la par, preguntando: le pico la ensalada, le hago el arroz, él está animado”.