Honduras

Menonitas prefieren vivir en las montañas

Son considerados una separación de la colonia menonita fundada en 1970 en las inmediaciones del casco
urbano. Se separaron al
no estar de acuerdo con la forma de vestir. Para diferenciarse optaron por los tirantes para los hombres y el vestido largo y el velo para las mujeres.

25.03.2014

Serie-2/4 Allá en la cumbre de la montaña, en el sector conocido como San Cristóbal, Guaracacal, encontramos a siete familias que forman una congregación evangélica menonita de línea más conservadora, pero que igual a las otras persigue el mismo fin, la salvación eterna.

Aunque son considerados una separación del asentamiento menonita, descendientes de los amish, que aún queda en uno de los márgenes del casco urbano, en esta orden ubicada en la cima hay familias estadounidenses que se le han unido en los últimos años. También hay descendientes de los norteamericanos que se casaron con hondureñas seguidoras de las normas menonitas.

Pacifistas por tradición, se instalaron en la altura -donde el sol y el frío golpean erráticamente- tratando de tener un mejor lugar para comunicarse con el creador y vivir al extremo su conversión y el servicio al prójimo, de acuerdo a sus principios, creencias y tradiciones.

Son personas muy respetuosas, amables y tímidas en ciertos momentos. Los encontramos como siempre, afanados en el trabajo agrícola y en el servicio comunitario. Sus verdes fincas de café cuelgan de las pendientes de aquel terreno montañoso.

Igual que sus antecesores, viven en una colonia, se distinguen de los demás grupos religiosos afines porque a sus miembros no se les permite expresar su individualidad mediante su ropa, por eso los hombres llevan pantalones sostenidos por tirantes y las mujeres vestidos largos, azules y velo en la cabeza.

Lo que unos calificarían como un congelamiento en el tiempo, para ellos representa la sencillez y la unidad de sus vidas.

Tratando de que no vayan a sentirse perturbados y asustados por la cámara, el equipo de EL HERALDO bajó despacio la pendiente que da acceso a la colonia y ahí estaba el grupo de cristianos que se alejaron de la vida moderna para vivir su fe a su manera.

Lindon Petre y David Witmer descargaban unas tablas de un pick-up. No se inmutaron al ver equipo periodístico. “No somos amish, somos menonitas”, aclaró Lindon. Tenemos carros, electricidad, aquí no tenemos luz eléctrica porque no llega el cable, pero tenemos una planta, además permitimos fotos, prosiguió el hijo del pastor, Ivan Petre.

Explicó que mantienen el estilo de una vestimenta única porque La Biblia recomienda que lo hagan modestamente. Además es para distinguirse de otras iglesias, igual como lo hacen los mormones, que visten de blanco y corbata, comparó.

Explicó que sus cultos no se utilizan instrumentos musicales, los miembros cantan a capela. Tampoco son exigentes con el diezmo porque lo consideran como algo del Antiguo Testamento, pero sí ven la ofrenda como algo importante para sostener las obras sociales de la congregación.

De acuerdo con Lindon, el término menonita abarca bastante “pero nosotros lo que mayormente hacemos es divulgar el Evangelio, de ahí uno tiene que trabajar para vivir, por ejemplo yo tengo café, mi suegro también tiene café. Aquí muchos estamos en este cultivo, por otro lado, mi hermano hace camas, muebles, lo que sea, con madera”.

Contó que en San Cristóbal viven siete familias, en La Laguna viven otras dos, en Las Huertas dos más y en Zacateras hay tres familias.

Cambio

Sobre la certeza de que se dividieron por disensiones sobre la faja y los tirantes, sostuvo: “Sí, eso pasó hace mucho tiempo, antes de que yo llegara”.

Para él, la forma de vestir representa una distinción porque si se ve a los menonitas de las demás congregaciones no se saben quiénes son del mundo y quiénes no, esa “es otra razón por la que nos apartamos”, dijo.

A diferencia de los menonitas de la planicie de Guaimaca, ellos -los de la montaña- conservan la separación de bienes y además no usan televisor, tampoco radio, no tienen Internet en casa, pero sí van a los ciber.

Los Petre son originarios de Tennessee, Estados Unidos, donde solo regresaría dice Lindon “si no pudiera ganarme la vida aquí”. Utilizando la jerga hondureña recordó que cuando vino hace unos cinco años, “los primeros días estaba desajustado”, ahora “ya me acostumbré, además tengo cultivado cuatro manzanas de café”, explicó.

Mientras Lindon conversaba abiertamente, su esposa Phebe, cargando a su hija en la espalda, apareció por la pendiente, la carretera que da acceso a la colonia. Ella tiene más de 20 años de vivir en San Cristóbal, es hija de John Showalter, un menonita que además de impulsar el cristianismo también se ha dedicado a la caficultura en este lugar.

En este asentamiento también hay hondureños y hondureñas menonitas como el caso de Gladys Jiménez, originaria de Guaimaca. “Yo llegué cipota a la iglesia, mis padres me llevaron pequeña, luego hace 22 años tomamos la decisión de venirnos para acá”, relató.

Asimismo hay lugareños que se han unido a la congregación, uno de ellos es Johny Armando Martínez, un humilde peón que trabaja en las fincas de café y que siguiendo las reglas comunitarias se sostiene el pantalón con tirantes.

División

La faja y el tirante están entre las razones que dividieron a la membresía de la iglesia evangélica menonita asentada en la entrada a Guaimaca, hace una trientena de años.

Los que se decidieron por la liberación y el uso del cinturón o faja para que los pantalones no se les cayeran se quedaron en este asentamiento; los más conservadores, que optaron por seguir sosteniéndose los pantalones con tirantes, se fueron a la montaña.

Le voy a ser honesto, es que nosotros nos dividimos, de repente algunos creyeron que las cosas se iban hacer de una forma y otros de otra manera. Los que se dividieron algunos de repente son los que están en la montaña, otros se regresaron a Estados Unidos, relató Mark Schmucker, de la colonia menonita ubicada en la entrada a Guaimaca.

Al consultarle si la faja y los tirantes fueron el punto de la discordia, con una ligera carcajada, sostuvo: “es ilógico, pero fue una de las causas de la división. Una de las causas que nos dividió fue la faja y el tirante. Dan ganas de reír”, dijo mientras soltaba una carcajada.

Recordó que el otro día estuvo hablando con unos de la división que hoy está en la montaña, abordando el tema de la separación de la iglesia y rememorando la causa de los tirantes y la faja, pero ninguno de las dos cosas tiene mayor importancia, porque esos (implementos) solo sirven para que a uno no se le caigan los pantalones.

Schumucker considera que la gente conocerá a los cristianos por su fruto, no por la forma cómo se vistan. Hay menonitas más conservadores, más liberales.

Actualmente hay menonitas que creen que los carros que deben utilizar para ir a la iglesia deben ser negros, por eso en las celebraciones de algunas congregaciones solo va a ver carros negros, nada llamativo, y cuando uno los ve piensa que ahí hay algún muerto.

La gente ha de preguntarse: ¿quién se murió hoy?, y no, es el culto de los menonitas, pero mire que ya para el trabajo pueden utilizar un carro con otro color, pero siempre no muy llamativo, con un color no muy chillante.

Es del criterio que si por alguna razón los de la montaña los volvieran a ver con pantalones sostenidos por tirante seguramente dirían: ve, están volviendo al redil, ya se están haciendo cristianos.

Lo que pasa es que hay menonitas muy conservadores, no creen en la música, en la televisión, piensan que solo ellos serán salvos y que los demás estamos mal, simplemente por la forma cómo nos vestimos, eso es lastimoso, manifestó schmucker.