CHOLUTECA, HONDURAS.- Como un azote endemoniado capaz de arrancarle sangre a la tierra por medio de las torrenciales aguas de los ríos Choluteca y Texíguat llegó el huracán Mitch al municipio de Morolica un fatídico viernes 30 de octubre de 1998.
Presagios de una catástrofe rondaban un ambiente sumido bajo el aullido desconsolado de los perros que presentían una muerte próxima alentada por los horribles estruendos provenientes de los diferentes cerros cercanos.
Los cerca de 2,400 habitantes de Morolica tenían sobre sus espaldas ya cuatro días de lluvia incesante, pero se resistían a creer que su acogedor pueblo fundado en 1824 iba a ceder ante el poderío atroz de la naturaleza.
Por medio de megáfonos se advertía que la desgracia estaba tocando sus puertas, pero cientos de incautos se resistían a abandonar sus casas por temor a perder sus cosas.
2,400habitantes quedaron damnificadosluego del paso del huracán Mitch. |
“Nos decían locos, que los dejáramos tranquilos, que tenían toda su vida de vivir aquí y que jamás el río había entrado a Morolica”, comentó Reiniery Ponce, exregidor del pueblo.
Ante la parsimonia de la gente se formó un improvisado Comité de Emergencia Municipal (Codem), dirigido por su alcalde Ramón Adalberto Espinal (59) y Ponce, quienes eran acompañados por tres valientes militares que cambiaron las botas de cuero por unas de hule y sacaron entre brazos a los más adultos del pueblo, que irónicamente eran los más renuentes a salirse.
Otros por su parte se agruparon en pequeños grupos dentro de iglesias y colegios, para luego tener que salir con el agua al cuello como almas que lleva el diablo para evitar morir por las inundaciones.
Al filo de las 6:30 PM, cuando el sol comenzaba a ocultarse y los últimos habitantes salían despavoridos del pueblo, la luz eléctrica se interrumpió para jamás volver a encender. Parados bajo la lluvia miles de habitantes de Morolica se dejaron cobijar por un cielo destructivo mientras a lo lejos escuchaban fuertes estruendos que les erizaban la piel, pero que no les terminaban de convencer de que su pueblo se había perdido del mapa.
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Realidad
A la mañana siguiente con los primeros rayos de sol los habitantes volvieron su vista al suelo para ver, según ellos, sus casas sumergidas en agua.
Pero no fue así, “en Morolica parecía que el agua había sido succionada por la tierra totalmente y de paso se había tragado todas las viviendas que ahora solo eran pedazos de lodo”, recordó Ponce.
Desde los bordos de la montaña se escuchaban lamentos terroríficos de personas que se resistían a creer que ahí donde estaba el fruto de su trabajo ya no había nada.
Doce personas perdieron la vida esa noche en la aldea El Rincón, adyacente a Morolica, testigos cuentan que sus gritos se escucharon hasta las primeras horas de la madrugada, pero sus cuerpos, incluidos ocho menores de edad, nunca aparecieron.
“Cuidaban una propiedad y no les quedó tiempo de salir, de esa familia se salvó una niña que estaba viviendo en Morolica con otras personas”, argumentó el exregidor.
Con las manos vacías, sin nada que comer, tampoco que vestir, la histeria se apoderó del pueblo que fijó en su exalcalde Ramón Adalberto Espinal las esperanzas luego de que decidiera salir a pie rumbo a Tegucigalpa a pedir ayuda.
Ayuda y reconstrucción
El alimento llegó tres días después a bordo de helicópteros de la República de México cargados por el Programa Mundial de Alimentos (PMA), que se convirtió en el protector de los morolicas.
Apenas un mes después, en diciembre, aún con las heridas frescas por el desastre se comenzó a planificar lo que sería la Nueva Morolica.
El Programa Mundial de Alimentos se encargó |
El proyecto fue planificado por Gerhard Franke, coordinador para América Latina de Malteser Internacionational y que se convirtió en un padre para la población, además colaboraron la Orden de Malta, agencias de desarrollo de Suiza, Estados Unidos, España y Japón y las iglesias, entre otras instituciones, con una inversión de 100 millones de lempiras.
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La Nueva Morolica fue fundada el 17 de marzo de 2001 a una distancia de cinco kilómetros de la antigua ubicación.
Actualmente el pueblo se encuentra pavimentado en un 80%, con luz eléctrica, agua potable, servicio de aguas negras.
Sin embargo, tiene una de las peores carreteras de acceso, pues los programas de gobierno no han llegado.
En la historia hondureña quedará la valentía y el esfuerzo del pueblo de Morolica, que se levantó desde el lodo.