tegucigalpa
Los últimos hechos violentos perpetrados de forma sistemática por presuntos pandilleros contra choferes, vehículos repartidores de alimentos y conocidas firmas encendieron las alarmas gubernativas en una guerra entre lograr la paz anhelada o hundirnos todos ante una vorágine criminal que nos sacude las entrañas y nos envuelve en una crisis colectiva.
Siendo realistas, la situación es grave, nada halagadora para los cuerpos de seguridad del Estado que, pese a sendos operativos policiales y militares, grupos del bajo mundo resaltan agitando las calles con matanzas, incendiando unidades del transporte, ultimando sus motoristas y, lo que nunca pensaron muchos, tocando a poderosos empresarios.
La prensa coge diversas acciones del crimen, hasta presuntos secuestros en plena luz del día por parte de individuos encapuchados que no se inmutan frente a sinnúmero de videocámaras como un modo de retar o intimidar a los aparatos policiales y militares, que se ven diezmados como perinolas ante la embestida metódica de maleantes.
Y no desvaloramos el tesón de agentes y soldados que ponen el pecho por millones de ciudadanos, sino viendo cómo las estrategias contra la delincuencia se desmoronan en barrios, colonias y ciertas ciudades donde los maleantes, aunque sean una minoría, denotan fortaleza y sagacidad. Aterran gentíos y al imperio. ¿Hay soplones?
Chorro de lempiras sufragan los hondureños con el impuesto de seguridad para equipar la Policía y el Ejército, pero el crimen los ironiza. Si el blanco ahora son grandes empresas, el secretario de Seguridad, Julián Pacheco Tinoco, debe saber, como “experto” en inteligencia militar, que los bandoleros podrían atacar conocidos personajes.
Si los bandidos traman lo impensable, entonces los mandos tienen que marcar la diferencia, cambiar sus tácticas, darle vuelta al patrón común, admitir que estamos frente una fechoría de avanzada, sin fallar en el blanco. Datos oficiales indican que nos rodean más de 36 mil pandilleros. Veremos si Pacheco reacciona, remoza su esquema contra el crimen o sigue de trompo y de enchute