Honduras

¿Qué comen y dónde duermen? La cruda realidad de migrantes que atraviesan Honduras

EL HERALDO explora la vida de migrantes donde muestra la triste rutina que viven durante su trayecto a Estados Unidos
27.09.2023

DANLÍ, EL PARAÍSO.- Sus equipajes son amplios, no por objetos, sino por las esperanzas que cargan en su travesía hacia Estados Unidos.

En sus maletas, agua, ropa y artículos personales son los compañeros de los migrantes sudamericanos en este país.

El salvoconducto gubernamental les otorga solo cinco días en el país; de lo contrario, serán deportados.

Pero ante esto surgen muchas preguntas: ¿llevan dinero? ¿qué comen? ¿dónde duermen?

EL HERALDO se internó en la realidad de estos extranjeros en Danlí.

Las imágenes muestran el día a día que viven los migrante tras el paso a su destino.

Desde la carretera que de Tegucigalpa, capital de Honduras, conduce a Danlí, las caravanas de migrantes del sur de América rumbo a Norteamérica son comunes.

Pero el epicentro es Danlí, donde cientos de venezolanos, colombianos, ecuatorianos y más, hacen una breve parada mientras recaudan dinero para llegar a la frontera guatemalteca.

En este rincón, parques repletos de tiendas improvisadas se convierten en hogar temporal. Los menos afortunados improvisan tiendas con bolsas y palos.

Tierra y áreas verdes sustituyen las camas, mientras el Monumento a la Madre es el improvisado baño.

Carpas, cartones y cobijas, son parte de lo que ellos ahora llaman “casa” temporalmente.

“Nosotros, mi familia y yo, dormimos aquí. Somos 8, apretados e incómodos en el reducido espacio”, lamenta un venezolano, preocupado por no tener dinero para alimentar a sus hijos o continuar hacia Estados Unidos.

Algunos obtienen agua regalada para lavar ropa y seguir. Otros hacen de la necesidad una virtud. En medio de las dificultades, algunos se despiertan temprano para reunir al menos 100 lempiras y preparar un modesto desayuno.

Juan, un colombiano, comparte su alegría: “Mi novio trabajó como albañil durante tres horas. Ganó 100 lempiras, y compramos huevos y panqueques”.

Claro, no tienen una opulenta cocina, al contrario es improvisada con cartones y piedras y fuego.

Mientras habla con EL HERALDO, Juan grita entre risas: “¡Se me quema el panqueque!”

Con ladrillos y cartones los migrantes se ayudan para construir una pequeña “estufa” para preparar sus alimentos.

“Ja,ja,ja, por hablar con ustedes!”, culpa al rotativo.

A las 10 de la mañana, algunas familias siguen en las tiendas improvisadas. Algunos pasan hambre, otros buscan dinero. Los niños, inocentes, se reúnen a jugar para olvidar sus penurias.

Otros migrantes emprenden como barberos, y algunas mujeres recurren a la prostitución.

La falta de baños es un gran desafío. Se ven obligados a ir al monte para sus necesidades.

Pues estos lugares púnicos se convirtieron en centro de contaminación al realizar sus necesidades fisiológicas en todos los parques.

Entre tanto. En la Plaza Monumento a la Madre de Danlí, los migrantes de diferentes nacionalidades se reúnen, compartiendo sus dificultades y alegrías.

Se alegran cuando Aníbal Vásquez, fotoperiodista de EL HERALDO, los invita a un refresco y churros.

Sin embargo, también hay comportamientos reprochables, como relaciones íntimas en comercios cercanos y preservativos abandonados.

A todo esto, ya la mayoría empaca sus escasas pertenencias y continúa su viaje hacia Estados Unidos...

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