En tanto, otro grupo menos numeroso, con alrededor de 1,000 migrantes y que se abrió paso hasta México el lunes, está unos 400 kilómetros detrás del contingente principal y pasó la noche en la ciudad de Tapachula.
En una asamblea el martes en la noche, los integrantes de la primera caravana designaron un comité para negociar con las autoridades mexicanas un posible “plan puente” que podría llevarlos hasta la capital en autobús tras caminar días con temperaturas tropicales que los han dejado a unos 1,450 kilómetros del cruce más cercano a Estados Unidos.
Funcionarios no indicaron si aceptarán la petición para trasladar a las 4,000 personas que seguirían en el grupo.
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Omar López dijo el miércoles que se siente agradecido de que la organización de la caravana haya decidido tomarse el día y descansar. Sus pies fueron vendados por la Cruz Roja, lastimados de tanto caminar.
“Estamos esperando que nos digan si nos van a apoyar con buses para seguir el camino”, dijo el agricultor hondureño de 27 años.
López dijo que a pesar de que practica fútbol y eso le ha dado resistencia, sus pies están sufriendo el efecto de “la caminata exagerada”. Pero aseguró que el sacrificio vale la pena. “Le prometí a mi hijo comprarle una motocicleta de verdad, se lo voy a cumplir. Y le prometí muchas cosas más, esto no es fácil, no solo las cosas, también le quiero dar educación”.
Desde que comenzó su marcha en Honduras hace más de dos semanas, la caravana pasó las noches acampando en plazas de pequeñas ciudades en los estados sureños de Chiapas primero y Oaxaca ahora.
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En Juchitán, un letal sismo destruyó el año pasado el mercado central, que se trasladó a la plaza principal.
En su lugar, pasaron la noche en un solar municipal en las afueras de techo alto y piso de cemento. En el exterior de la estructura, muchos se acomodaron en mantas o cartones sobre la hierba, mientras algunos usaron lonas para levantar rudimentarios refugios.
Se instalaron tanques llenos de agua para que los migrantes pudiesen bañarse y una pantalla gigante mostró partidos de futbol y luego programas infantiles.
Durante las primeras horas del miércoles los migrantes deambulaban buscando comida mientras una discoteca móvil colocada en el lugar emitía anuncios sobre el uso de los baños y la prohibición de cobrar para cargar celulares.
Pese a las reiteradas advertencias de los riesgos que correrán el trayecto y la posibilidad de que sean deportados, un grupo de unos 700 salvadoreños inició el miércoles su viaje hacia Estados Unidos.
Los migrantes que pasaron la noche en la plaza Salvador del Mundo, de la capital salvadoreña, tomaron sus mochilas y bolsas con pocas pertenencias y recipientes con agua y comenzaron a marchar para buscar mejores condiciones de vida. Otros dijeron que huyen de la violencia que viven en sus barrios y humildes comunidades.
José Santos, de 27 años y que emprendió el viaje con su pequeño hijo de apenas meses de vida, dijo a The Associated Press que “yo no quería irme pero no tengo trabajo y tengo que darle de comer a mi hijo. Aquí no hay trabajo y la violencia está imparable”.
“La necesidad me obliga”, agregó Luis Geovanny Pindel, un hombre de 42 años que caminaba junto al grupo a pesa de tener una prótesis en su pierna derecha, que perdió en un accidente de tránsito hace 20 años.
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Apoyando con un bastón y con su mochila en la espalda, Pindel dijo que “escuché las advertencias de los peligros, dicen que el presidente de Estados Unidos nos está esperando con soldados, pero eso no importa”.
“Yo me voy porque soy madre soltera, y no tengo trabajo, aquí solo me queda aguantar hambre”, dijo Guadalupe Linares mientras cargaba a su pequeño hijo de dos años.
Un contingente de la policía nacional civil acompaña la caravana parta garantizar la seguridad de los migrantes.
Caravanas similares se han desarrollado de manera regular en los últimos años, transitando sin llamar tanta atención, pero éstas se han convertido en un asunto político candente debido a la férrea oposición del presidente de Estados Unidos, Donald Trump.
A una semana de las elecciones legislativas estadounidenses, el Pentágono anunció el despliegue de 5.200 soldados en la frontera suroeste mientras Trump continúa tuiteando y hablando sobre los migrantes.
El lunes dijo que quería construir ciudades de carpas para albergar a los solicitantes de asilo y el martes insinuó la posibilidad de poner fin a los derechos constitucionales de ciudadanía de los nacidos en el país de padres que no sean estadounidenses.
Los expertos refutaron la idea de que el presidente pueda cambiar de manera unilateral las reglas sobre ciudadanía e indicaron que también es sumamente cuestionable que una medida del Congreso pueda hacerlo.
“Hasta donde sabemos, no seremos nada bien recibidos, pero vamos haciendo la lucha”, dijo el migrante hondureño Levin Guillén.
Guillén, un granjero de 23 años natural de Corinto, contó que en su país recibió amenazas de las mismas personas que mataron a su padre hace 18 años. Está solo desde que su madre falleció hace cuatro años y espera encontrarse con una tía que vive en Los Ángeles y tener la oportunidad de vivir y trabajar en paz.
“Queremos nada más un paso para llegar a nuestro destino, que es la frontera”, apuntó.
Exhaustos de tantos kilómetros a pie y frustrados por el lento avance, muchos han desistido y regresaron a sus países o solicitaron refugio en México.
El grupo se redujo de manera significativa después de llegar a tener hasta 7.000 integrantes. Hace unos meses una caravana se disolvió casi en su totalidad y apenas unas 200 personas alcanzaron el cruce fronterizo entre Tijuana y San Diego.
Subsecretarios de Exteriores de El Salvador, Guatemala, Honduras y México se reunieron el martes y acordaron coordinar una “atención especial” para la caravana, garantías a sus derechos humanos, asistencia humanitaria y “una migración segura, ordenada y regular y con apego a las leyes migratorias de cada país”.
El Ministerio del Interior de México dijo que dos hondureños que pidieron entrar al país tenían órdenes de detención pendientes, uno por delitos de drogas y otro por presunto homicidio, y fueron deportados. Los hombres formaban parte de “la caravana migrantes” explicó el departamento en un comunicado, pero no aclaró a cuál de los dos pertenecían.
Como sus compatriotas en el primer contingente, los hondureños del segundo grupo dijeron que escapan de la pobreza y la violencia de las pandillas en un país con una de las tasas de homicidios más alta del mundo. Pedir asilo en Estados Unidos es su objetivo principal, pero muchos se mostraron abiertos a solicitarlo en México si su primera opción no funciona.
Gerbert Hinestrosa, un hondureño de 54 años que viaja con su esposa y su hijo adolescente, es consciente de la complejidad de la travesía. “Ahora mismo me siento bien. Recién empezamos pero creo que va a ser muy difícil”, expresó.