TEXAS, ESTADOS UNIDOS.- Los hondureños asesinados en Texas la noche del viernes dejan en sus familiares un enorme vacío y una sensación prolongada de impotencia, pues además de que perdieron la vida de forma aterradora, llegaron a Estados Unidos con propósitos que no pudieron cumplir.
Josué Jonathan Cáceres (18), Obdulia Rivera, Diana Velásquez, Sonia Argentina Guzmán y su hijo Daniel Enrique Guzmán (9), fueron ultimados dentro de su casa cuando un vecino, de origen mexicano, se molestó porque ellos le pidieron que dejara de hacer disparos al aire y decidió entrar a la vivienda y masacrarlos con un fusil AR-15.
En la vivienda habían otras personas: una pareja y su bebé, que se salvaron al esconderse en un clóset; el esposo de Diana, que confrontó al asesino con un machete y logró evitar que entrara al cuarto donde los antes mencionados se refugiaron y cinco niños, que quedaron bajo los cuerpos de sus madres, quienes murieron intentando protegerlos de las balas.
Los hechos ocurrieron en horas de la noche del viernes 28 de abril y los familiares en Honduras se enteraron de la noticia rozando la madrugada del sábado, cuando los sobrevivientes comenzaron a notificar lo sucedido.
Una de las persona que recibió la noticia como un balde de agua fría fue Francia Cristina Guzmán, la madre de Silvia, quien se enteró por teléfono que su hija y su nieto estaban muertos.
“Yo creía que habían tenido un accidente de auto”, dijo entre lágrimas la acongojada madre, al recordar que un hijo suyo que también vive en Estados Unidos la llamó para darle la mala noticia, pero se quedaba callado, siendo incapaz de articular palabras. Francia solo escuchaba cómo su hijo le decía al hijo de Sonia: “¡No te movás, Daniel!”, cuando era llevado a un hospital. Lamentablemente, el niño murió en el camino.
“Mami, mataron a Sonia”, pudo decirle finalmente y cuando ella sentía que su corazón no podía más lo remataron con la noticia de que su nieto mayor también había fallecido. Además, la pequeña Déborah y otro bebé (también hijos de Sonia), sobrevivieron a la masacre, pero perdieron a su madre y hermanito.
Una buena hija
Doña Francia lamentó que el tirador mexicano le arrebató a una hija ejemplar, que a pesar de la distancia todos los días estaba en comunicación con ella y que en los años que tenía de residir en Estados Unidos se había esforzado por construirle su casa.
“Yo no tenía casa y ella me compró este solarcito para vivir y me mandó a hacer la casa, a poner luz y agua, poco a poco me fue ayudando a hacer todo. Ella era mi ayuda, yo diera todo o volver a andar en la calle con tal de tenerlos a ellos”, dijo con su voz entrecortada, al tiempo que aseguró que preferiría no tener nada si pudiera cambiarlo por la vida de su hija y su nieto.
La devastada madre recordó que un 27 de octubre fue la última vez que abrazó a su hija, cuando Sonia salió de la remota aldea La Misión en Taulabé, Comayagua, para emigrar hacia Estados Unidos y poder cumplir varios sueños: educar a su hijo lo mejor posible y regalarle a su madre la casa que siempre carecieron.
“Se fue para hacer un mejor futuro para su hijo (Daniel), allá conoció a su esposo Wilson García y decidieron comprar esa casita (donde ocurrió la masacre), ellos eran luchadores, los dos son hondureños y compraron ahí para tener su familia y no andar rodando, porque después tuvo a Déborah y a un bebé de dos meses”, dijo la progenitora de la víctima.
Ahora que la tragedia le arrancó a sus familiares, la mujer solo pide una cosa: “mi más grande deseo es ver a mi hija y a mi nieto aquí en Honduras”, por lo que solicita a las autoridades ayudarles a hacer las gestiones para la repatriación.
De su lado, el asesino múltiple continúa prófugo, pero la Policía ofreció una recompensa de hasta cinco millones de dólares por información que conduzca a su captura.