Anderson Hernández se viralizó el mes pasado, cuando enormes lágrimas caían por sus mejillas mientras hablaba con un reportero del medio de comunicación.
'Vengo aguantando hambre del camino', dijo desesperado el niño de tan solo ocho años, que acaba de cruzar el río Grande y que llevaba varias semanas de recorrer la peligrosa ruta desde Honduras.
'¿Cuántos días no comiste, Anderson?', le preguntó el reportero, ante lo cual respondió: 'Toditos los días que vengo caminando y aguantando hambre', mientras su padre rodeaba su pequeño cuerpo con sus brazos.
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El progenitor de Anderson contó que solo se tenían el uno al otro, pues la madre del menor murió ocho meses atrás, durante el parto de su hija, la cual tampoco sobrevivió.
Tras intentar llegar a Estados Unidos, fueron deportados a México, como le sucede a muchos compatriotas, donde las autoridades los envían para esperar por una petición de asilo.
Reinaldo Hernández y Anderson estuvieron en Reynosa, Tamaulipas, México, donde se instalaron temporalmente junto a más de 3,000 personas en condiciones similares a la suya, hasta que finalmente, la oportunidad para enviar una solicitud a las autoridades migratorias llegó y ahora ambos sonríen al ver resuelta una parte de su odisea.
'Eran unas noches largas, largas, esperando una respuesta', comentó Reinaldo en una nueva entrevista con Telemundo.
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El martes 24 de agosto, ambos cruzaron nuevamente la frontera entre México y Estados Unidos, pero esta vez de forma legal con el permiso de las autoridades, listos para trabajar por un mejor futuro en el país norteamericano.
'Me siento feliz de estar acá con mi papi, ya tener los papeles en la mano', dijo el pequeño, que no dejaba de besar y abrazar a su progenitor.
Anderson sueña con estudiar en Estados Unidos, pues por las difíciles circunstancias perdió dos años de estudios, además planea ganar medallas y trofeos por su buen desempeño.