Honduras es un país altamente propenso a los deslizamientos, riesgos que, al no ser atendidos, en tiempos de invierno causan dolorosas tragedias, como las que dejó el paso de la tormenta tropical Eta y recientemente Iota.
Deslizamientos, desbordamientos de ríos y, por ende, inundaciones son algunos de los escenarios que se observan desde el pasado 5 de noviembre, cuando Eta ingresó al país. Lo mismo ocurrió con Iota, que por las fuertes lluvias, decenas de casas todavía están bajo el agua.
Todos estos fenómenos naturales han provocado saturación de suelos, al punto que, según el geólogo José María Gutiérrez, el 90% del territorio hondureño está saturado.
La información contrasta con los datos facilitados por Francisco Argeñal, jefe de meteorología del Centro Nacional de Estudios Atmosféricos, Oceanográficos y Sísmicos (Cenaos) de la Comisión Permanente de Contingencias (Copeco), quien aseguró que había humedad en el 60% y que en algunas regiones llegaba a 100%.
Cuando hablamos de humedad nos referimos a que la tierra todavía tiene capacidad de absorber agua, en cambio, con la saturación el suelo está 100% húmedo, lo que provoca que en zonas vulnerables puede causar deslizamientos.
Debido a las fuertes lluvias, el litoral caribe, norte, occidente y parte del centro de Honduras son puntos geográficos propensos a este tipo de situaciones, al menos eso es lo que indica un mapa publicado recientemente por el Pacific Disaster Center (PDC Global).
La publicación califica el peligro potencial de deslizamiento como “alto” y “moderado”, dependiendo de la saturación de suelo que hay en el país.
La peligrosidad por deslizamientos puede variar de acuerdo con la zona. Por ejemplo, en el mapa se observa que en varios puntos del valle de Sula, donde todavía hay casas cubiertas por agua, las probabilidades de deslizamiento son altas. Lo mismo ocurre en la mayor parte del departamento de Atlántida, específicamente en La Ceiba.
El mapa resalta municipios como San Pedro Sula, Yoro, Comayagua y La Paz, donde hay regiones marcadas como zonas rojas y otros como moderadas, pero en la mayor parte la probabilidad de deslizamiento es alta.
“En la mayor parte del país la humedad sobrepasa casi el 60% y la saturación se observa en algunas partes de occidente, sobre todo al lado norte de Copán; en Santa Rita, río Amarillo, Concepción, Copán Ruinas y, por supuesto, donde está inundado”, explicó Argeñal.
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El jefe de meteorología de Cenaos dijo que el valle de Sula, que abarca los departamentos de Cortés, Yoro, Santa Bárbara y Atlántida; el Bajo Aguán, en Colón; y La Mosquitia, en Gracias a Dios, son los puntos donde hay 100% de saturación, tanto que el agua que no se filtró en la tierra provocó inundaciones.
Esta información coincide con los datos recopilados por PDC Global y que fueron captados por el modelo de evaluación de peligros de deslizamientos de tierra para el conocimiento de la situación de la NASA.
De acuerdo con Gutiérrez, experto en geología, esto también vuelve a la zona altamente propensa a deslizamientos, especialmente porque “ha llovido una barbaridad, el cien por ciento de la tierra está saturada de agua y aquellos suelos arcillosos son extremadamente peligrosos porque al contacto con el agua se inflan y explotan”.
En el mapa también se observa la vulnerabilidad en el departamento de Santa Bárbara, donde el presidente Juan Orlando Hernández mencionó en reunión con los alcaldes de varias zonas afectadas que hay bastante destrucción de carreteras, puentes y deslizamientos de tierra por las lluvias que dejó Eta y luego Iota.
El principal problema en la región occidente y también parte del norte es que se espera que las precipitaciones continúen el fin de semana, lo que vuelve más susceptible al suelo.
Es un problema estructural
El paso de los huracanes Eta y Iota dejó en Honduras a más de 582 mil familias afectadas. La actualización del reporte, con fecha del 17 de noviembre, menciona los casos de personas evacuadas, albergadas y que perdieron sus viviendas.
Pedro Barahona, vocero de incidencias de Copeco, afirmó que en total hubo 28,855 viviendas afectadas y 1,902 dañadas. Pero lo más trágico es que en medio de estos fenómenos al menos 77 personas perdieron la vida y casi una decena se encuentran desaparecidas.
El reporte no menciona la forma en la que murieron muchos de estos compatriotas, pero uno de los casos más dolorosos fue el de una familia que falleció soterrada en la aldea Los Trapiches en Ocotepeque, debido a la saturación de suelo por las fuertes lluvias que provocó Iota.
Para Gutiérrez, las dolorosas imágenes de personas fallecidas o de aquellas que perdieron sus casas porque quedaron cubiertas por el agua, solo tienen una explicación: la falta de políticas de gestión de riegos.
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“La gente no construiría sobre los cauces de los ríos en Tegucigalpa, sobre los bordos de contención y zonas inundables en el valle de Sula; las carreteras no se construirían sobre fallas geológicas o no se dejarían aberturas de cerros que con una media lluvia se derrumban”, criticó.
Desde inicios de noviembre, el valle de Sula está sumido en el agua de los ríos Ulúa y Chamelecón. El líquido arrasó con las casas que estaban en las riberas y destruyó otras ubicadas en populosos sectores como Planeta, Rivera Hernández, San Manuel, Potrerillos, La Lima, El Progreso, bajos de Choloma y Chamelecón.
Todos estos lugares fueron marcados como zonas “de riesgo” y, muchos puntos, también aparecen en el mapa publicado por PDC Global como regiones con “alto” peligro de deslizamiento.
“La alternativa para que el valle de Sula deje de sufrir inundaciones no está en los bordos o sistemas de drenaje mal elaborados, sino en la construcción de represas hidroeléctricas que permitan almacenar esas enormes cantidades de agua”, sugirió el experto en geología.
Gutiérrez también habló sobre la infraestructura en las carreteras y denunció que han sido hechas sin estudios de geología. “Construyen sobre fallas o zonas de derrumbes, ellos (contratante y contratista) solo ven por dónde hay que tirarla, no les importa si la carretera se va a partir, se va a hundir, si le va a caer un cerro”, puntualizó.
Otro aspecto que Gutiérrez ve en el incremento de las zonas propensas a deslizamiento e inundaciones es la imparable deforestación de las montañas en el país. Las raíces de los árboles absorben el agua y estabilizan el terreno, pero con la deforestación la tierra queda expuesta y el líquido corre con mayor precipitación hacia las zonas planas, como ocurre en el valle de Sula.