SERIE 3/4
Un colorido gallo canta muy temprano en Las Tablas, Lepaterique, mientras el sol asoma los primeros rayos del día.
Los varones de la familia Servellón saben que el campo los llama, no sin antes tomar la taza de café que prepara doña Bertilia, madre y jerarca del humilde hogar.
El humo de la caliente bebida se pierde entre los sorbos de los campesinos, que con prisa abandonan la mesa para visitar los cultivos.
Aún muy lejos de su destino, los obreros pueden observar cómo un reluciente verde tapiza las parcela, por lo que aligeran la marcha.
Uno de ellos, extasiado por la cosecha, se adelanta y con la mano escarba el terreno, jala un tallo verde y limpia los restos de abono para dejar ver el suculento regalo de la madre naturaleza: una robusta zanahoria.
Una y otra vez se extraen las hortalizas para que, unas horas después, doña Bertilia ya esté viajando en el bus que se dirige a la capital, con el cargamento de productos.
La Feria del Agricultor y el Artesano ha sido desde hace 28 años la vitrina para que la humilde señora de 67 años venda los cultivos.
Y es que los agricultores de las periferias han hecho de las ferias, los mayoreos, los mercados populares y hasta las cadenas de supermercados de la capital, sus principales plataformas de venta.
Mercados populares
Contrario a la percepción popular, el mercado Zonal Belén es el principal destino de las hortalizas cultivadas en las afueras de la metrópolis, según Roger Guillén, gerente de producción de la Fundación para el Desarrollo Empresarial Rural (Funder).
Unos 1,400 vendedores están afiliados al mayoreo de Belén, la mayoría procede de la capital, pero compran los productos de las zonas aledañas y el interior del país.
En la actualidad, varios proveedores apartan una parte de sus productos para comercializarlos en San Pedro Sula y Guatemala, reveló Guillén.
La Feria del Agricultor y el Artesano, con 31 años de funcionamiento, es la siguiente parada de las hortalizas de los municipios productores aledaños a la capital.
Esta feria se destaca porque los 600 vendedores que se instalan cada viernes, sábado y domingo, también son los productores de las verduras, frutas y granos básicos.
Lepaterique es el principal lugar de origen de los mercaderes ubicados a inmediaciones del Estadio Nacional, con una representación de 130.
Mientras que Tatumbla y Soroguara, con una carga de cien comerciantes cada uno, son los otros sitios de procedencia de los abastecedores de hortalizas.
La Feria del Agricultor sirve como termómetro nacional para determinar el costo de la canasta básica.
El otro destino de los cultivos es la Feria Agropecuaria, Artesanal y de la Salud, en la entrada a la colonia Villa Nueva.
Alrededor de 185 familias, originarias de Tatumbla, se apuestan los fines de semana en el empalme del anillo periférico para vender los comestibles.
La ruta termina -precisó el gerente de Funder- en el mayoreo de la colonia Alemán y la calle El Comercio de la Kennedy, donde en los últimos años ha existido un incremento sustancial de vendedores.
En cambio, otro margen de campesinos distribuye su cosecha a vendedores ambulantes o detallistas.
Lo preferible, sostienen los expertos, es que el mismo productor tenga la oportunidad de vender su mercancía, pues abarata los precios.
Hacia las grandes cadenas
Sin embargo, los productores también apuntan hacia mercados más exigentes.
Las grandes cadenas de alimentos también se abren a la producción de los obreros del campo.
Es el caso que vive la descendencia de los Fonseca, una familia de agricultores por tradición de la aldea El Sabacuante, al sur de la ciudad.
Las prácticas sostenibles e innovadoras de estas diez familias con la misma sangre han permitido que sus comestibles terminen en los estantes de reconocidos supermercados.
“No es fácil, pues estas empresas mantienen estrictos controles de calidad y no permiten que se filtre un producto dañado o con mal aspecto”, aseguró Ariel Fonseca, mientras revisaba el sistema de goteo de su parcela de tomates.
En ese sentido, mantener un canje constante con estas cadenas implica un cuidado intensivo de la parcela.
Además del tomate, la lechuga, el repollo, el chile morrón, las papas, las zanahorias y el maíz son parte de los productos que se degustan en los hogares capitalinos con sabor a Sabacuante.
Entender el ritmo de la oferta y de la demanda y los ciclos de cultivos ha sido el secreto para que los agricultores se abran nuevas oportunidades.