Las autoridades permitieron el regreso de los habitantes a algunos de los Cayos de la Florida el martes tras el paso del huracán Irma mientras los responsables evalúan la magnitud de la destrucción y envían ayuda a las pequeñas islas anegadas y cubiertas de escombros.
Dos días después de que la tormenta asaltó los Cayos con vientos de casi 210 kilómetros por hora (130 millas), se desconoce todavía la verdadera magnitud de los daños debido a la falta de acceso y comunicaciones. Se han atribuido a Irma siete muertes en Florida, dos en Georgia y dos en Carolina del Sur. Al menos 35 personas murieron en el Caribe.
Los habitantes y dueños de negocios de Cayo Largo, Tavernier e Islamorada, las más cercanas al continente, ya comenzaron a regresar para evaluar los daños.
La gente de las islas más alejadas -incluida Cayo Hueso, la más alejada del continente y a la vez la más poblada-deberá esperar porque la ruta sufrió daños enormes. Se les prometió reparaciones en los próximos días.
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El gobernador Rick Scott sobrevoló los Cayos el lunes donde pudo ver casas rodantes volcadas, botes encallados y los daños generalizados de la inundación.
En otras partes de Florida, zonas como la bahía de Tampa se habían preparado para lo peor, pero aparentemente sufrieron daños menores. El martes por la mañana los restos de Irma atravesaban Alabama y Mississippi después de anegar Georgia.
Laura Keeney, residente en Cayo Hueso, esperaba en un hotel de Miami a que fuera seguro regresar a la cadena de islas. El gerente de la propiedad le dijo que su apartamento estaba inundado, pero era difícil conseguir más información por los cortes de electricidad y servicio de celular en la isla.
“Me dijeron que definitivamente hay agua en el apartamiento de abajo, que es donde vivo”, dijo Keeney, que trabaja como conserje en el hotel Hyatt de Cayo Hueso.
Al menos 13 millones de personas, dos tercios de los habitantes del tercer estado más poblado del país, se quedaron sin electricidad en pleno calor tropical y casi cada rincón de Florida sintió el golpe del meteoro. Unas 110.000 personas permanecían en refugios.
Se prevé el arribo de un portaviones a Cayo Hueso para colaborar en las tareas de búsqueda y rescate. No había agua potable en las islas, escaseaba la gasolina y los tres hospitales del archipiélago estaban cerrados.
Las cuadrillas trabajaban en la reapertura de la Ruta 1 que une las islas. No había señales de daños graves a los 42 puentes entre los cayos, pero las autoridades seguían investigando.
En un último golpe al estado antes de seguir camino de Georgia, la tormenta provocó inundaciones récord en Jacksonville y alrededores, causando daños aún por calcular y provocando decenas de rescates. También castigó a Georgia y Carolina del Sur mientras avanzaba tierra adentro con vientos de 80 kilómetros (50 millas) por hora, causando apagones e inundaciones.
Más de 180,000 personas acudieron a refugios en Florida y las autoridades advirtieron que podrían pasar semanas hasta que todo el mundo volviera a tener electricidad.
En la zona de Tampa y St. Petersburgo, por donde Irma pasó el lunes, los daños parecían moderados. Y el gobernador dijo que los daños en la costa suroeste, incluidos Naples y Fort Myers, no eran tan malos como se había temido. Los Cayos, sin embargo, no parecían haber salido tan bien librados.
La Marina despachó varios bucos hacia la zona para ayudar con las tareas de alivio, señaló Scott. Responsables de emergencias en las islas dijeron el lunes que no había combustible, electricidad, agua corriente ni servicio de celulares, los suministros escaseaban y la ansiedad era considerable.
En Jacksonville, la policía advirtió a la gente que vive junto al río St. Johns que evacuara la zona y señalizara su casa con una bandera blanca improvisada si necesitaba ayuda para marcharse.
Paul Johnson y Shonda Brecheen pasaron la noche del domingo en una casa que están remodelando en el barrio de San Marco en Jacksonville, tras trabajar hasta tarde en una reforma. Johnson se despertó el lunes por la mañana, miró por la ventana y vio botes pasando por donde solían moverse los coches en el barrio junto al río.
“Tengo 32 años, he vivido aquí la mayor parte de mi vida y nunca he visto nada como esto”, dijo.
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