Las mafias que se dedican a la explotación sexual de mujeres la atraparon cuando tenía 17 años, la vendieron a un proxeneta español por 300 euros y durante cinco años ejerció la prostitución en más de 40 prostíbulos por toda España en lugares que no duda en definir como auténticos 'campos de concentración'.
LEA: Mamá de Valentina Peralta, adolescente muerta por bala pérdida: 'Murió en mis brazos'
Pero Amelia Tiganus, nacida en 1984 en Galati, una localidad de Rumanía, no sólo logró sobrevivir a todo eso, además de dejar ese mundo atrás hoy lucha por las que están aún metidas en él o en peligro de caer en sus redes.
Se ha convertido en oradora, escritora y activista por la abolición de la prostitución, en un referente del movimiento feminista en España, donde sigue viviendo. Da charlas en colegios y acaba de publicar 'La revuelta de las putas' (Ediciones B), un libro tan estremecedor como necesario.
ADEMÁS: Elon Musk, acusado por 'casi accidentes' con estación espacial de China
Durante una entrevista a BBC Mundo reveló que durante cinco años, desde el año 2002 hasta el año 2007, desde que tenía 18 años hasta los 23, se dedicó a ese oficio.
Pero ¿Cómo empezó todo? ¿Cómo se hace una prostituta?
'Mientras estaba dentro del sistema prostitucional no pude hacerlo porque creía, porque así se me había hecho creer, que si estaba allí era mi culpa, que era mi responsabilidad porque un día dije 'sí' sin tener herramientas para poder analizar y entender en qué circunstancias dije 'sí'. Ahora claramente veo un patrón que se repite, no sólo en mi historia sino en la de la inmensa mayoría de las mujeres que acaban siendo prostituidas', explica.
¿Y cuál es ese patrón?
Por un lado la pobreza, pero también la violencia sexual que sufrimos desde edades tempranas y a la que se suma el rechazo social, porque aquí hay una responsabilidad social clara, una situación de alta vulnerabilidad en la que tenemos que sobrevivir y en esas circunstancias es muy fácil que seamos captadas por parte de los proxenetas.
Era una niña muy inteligente, soñaba con ser profesora o médica, y de hecho tenía muy buenos resultados académicos. Pero todo cambió cuando a los 13 años me violaron entre cinco en un portal volviendo del colegio.
Después vino la reacción del entorno y de la sociedad ante esa agresión. Es algo que vemos con frecuencia, cuando se pone en duda a la víctima, cuando se la culpabiliza, se la responsabiliza de su situación y se la expulsa y marginaliza. Yo sufrí un auténtico calvario y al final acabé por abandonar los estudios, porque sufría bullying. La etiqueta de 'puta' ya me la habían puesto.
DE INTERÉS: Diagnóstico de una pandemia: ¿ruido de fondo o explosión?
Cómo ocurrió la venta
Me vendieron a un proxeneta español por 300 euros.'Mira, te presento a este señor que te va a hacer el favor', me dijeron, porque en todo momento se hablaba de que me estaban haciendo un favor, que estaban cumpliendo con un deseo mío. 'Luego le tendrás que pagar esos 300 euros (unos US$340) más el dinero que cueste el pasaporte, la ropa, el viaje…'.
Y así llegué a acumular una deuda de más de 3.000 euros.
No era sólo la deuda, sino que además todos los días teníamos que pagar una fortuna por las habitaciones en las que dormíamos hacinadas, por la cocaína y el alcohol al que se nos enganchaba desde el primer día.
Nos la daban para hacernos creer que íbamos a ganar mucho dinero y acabábamos enganchadas para poder soportar el día a día.
Teníamos también que pagar multas por no respetar todo un sistema de normas que había dentro. Una vez conseguías pagar esos gastos diarios, lo poquito que te podía sobrar lo ibas descontando de la deuda.
Los prostíbulos como campos de concentración. ¿Por qué?
Muchas supervivientes definimos de ese modo los espacios prostitucionales: los prostíbulos, los pisos, incluso las rotondas o las esquinas de las calles. Sí, son campos de concentración.
Hay muchas personas que me dicen que si al calificarlos de ese modo no estoy banalizando lo que fueron los campos de concentración durante el Holocausto.
No, lo que pasa es que la sociedad no es capaz de entender ni de ver qué es lo que realmente ocurre en los espacios prostitucionales.
Todo eso para generar dinero, muchísimo, para el crimen organizado, para los proxenetas y para satisfacer a quienes consideran ocio y diversión que se siga ejerciendo violencia sexual sobre las mujeres.
Porque mientras avanzamos a través de la lucha feminista, de la lucha de las mujeres, para conseguir un mundo mejor, hay hombres que no quieren escuchar un 'no'.
Como pasó de explotada sexual a activista contra la prostitución
Ha sido un camino que he recorrido paso a paso. A la gente le encanta creer que existen los héroes y las heroínas, que surgen de la nada con una capa y que todo lo pueden.
Pero la realidad es que ese camino tiene mucho que ver con el entorno con el que me he topado y los lazos que he podido crear con toda esa gente que ha sabido desde el primer momento ver en mí algo más que un cuerpo.
Gente que ha confiado en mí, como quienes fueron mis jefes en el restaurante donde trabajé durante 11 años como camarera o mi pareja, que hoy en día es mi marido.
Supieron cuidarme, creyeron en mí y me ofrecieron esa oportunidad que cambió radicalmente mi vida.
Tomé la decisión de convertirme en activista cuando primero descubrí el feminismo y, al poco tiempo, a Sonia Sánchez, una activista argentina por la abolición de la prostitución que también fue explotada sexualmente durante su tierna juventud.
Tener ese referente me dio el impulso de decir: 'Quiero ser como Sonia Sánchez. Yo también puedo hacer lo que ella'.
Y también pensé que así podía focalizar todo el dolor que me producía no sólo mi vida, sino también el pensar que todos los días hay niñas que sueñan con ser profesoras, médicas, peluqueras o astronautas, que tienen sueños y deseos, y que son convertidas en 'putas' a través de la violencia sexual, de la discriminación.
En sus países no se garantizan los derechos humanos y acaban siendo convertidas en una mercancía de esta gran industria criminal que es la de la explotación sexual.