Bakú.- La victoria electoral de Donald Trump en Estados Unidos en vísperas de la cumbre del clima de Naciones Unidas ha zarandeado la primera semana de la COP29 de Bakú, que llega al ecuador sin perspectivas claras de cumplir su objetivo: un acuerdo para que los Estados ricos financien la lucha climática en los países en desarrollo.
Las emisiones de CO2 crecerán un 0,8 % en 2024 respecto a 2023 y, si no se corrige el rumbo, en unos seis años podría superarse de manera constante el umbral de 1,5 grados centígrados de avance de las temperaturas respecto a los valores preindustriales, según un informe “Global Carbon Budget” presentado en la primera de las dos semanas que dura la conferencia climática.
Esa senda colocaría al planeta en un territorio desconocido y peligroso, pero nada parece indicar que las cosas vayan a enderezarse a corto plazo.
Pocos albergan dudas de que Trump retirará a Estados Unidos del Acuerdo de París alcanzado en 2015 por casi 200 países para frenar el calentamiento global, como ya intentó hacer en su primer mandato, y es posible que otros políticos afines a presidente electo de Estados Unidos le imiten.
Uno de los que genera más dudas es el presidente de Argentina, Javier Milei, quien esta semana ordenó a la delegación de su país abandonar la cumbre de la ONU que se celebra en la capital de Azerbaiyán hasta el próximo 22 de junio, poco antes de viajar a Mar-a-Lago para participar en un evento donde coincidió con el futuro inquilino de la Casa Blanca.
“El trabajo que has hecho en Argentina es increíble”, dijo en esa convención Trump, que estuvo acompañado de su consejero y magnate Elon Musk, también admirador confeso de Milei.
Si bien la ausencia de la delegación argentina en Bakú no condicionará las negociaciones de la cumbre, según coinciden distintos expertos y analistas, una eventual espantada de países de la lucha climática sí condicionaría el esfuerzo global por limitar el aumento de las temperaturas.
John Podesta, el jefe de la delegación estadounidense nombrado por Joe Biden, intentó tranquilizar a los presentes en la COP29 sobre el futuro climático de Estados Unidos.
“Es evidente que la próxima Administración de EE.UU. intentará dar un giro y revertir los avances en materia climática”, pero “la economía de la transición hacia la energía limpia se ha impuesto”, dijo Podesta en rueda de prensa al inicio del foro de Bakú.
Y este sábado, antes de la jornada de descanso que marca el punto intermedio de las negociaciones técnicas, el senador demócrata de Massachusetts Ed Markey intentó evidenciar que, económicamente, no tendría sentido para Trump dar un volantazo hacia los combustibles fósiles, agitando del fantasma de Pekín.
“China tiene un plan. China quiere ser el país dominante del mundo en la fabricación de energías renovables, vehículos eléctricos y tecnologías de baterías, y en exportarlos a todo el planeta”. Donald Trump no tiene un plan; y si ellos tienen un plan y nosotros no lo tenemos, perderemos”, advirtió.
Recta final
Las negociaciones en estos primeros días de cumbre -en donde se intenta principalmente fijar un objetivo de financiación de países ricos a Estados en desarrollo a partir de 2025 que supere con creces los 100.000 millones de dólares comprometidos hasta ahora- cogerán fuerza a partir del lunes.
Los ministros de los países tomarán el relevo de sus técnicos para dar el impulso político al acuerdo, o al menos la mayoría de ellos. No lo hará la titular francesa de Transición Ecológica, Agnès Pannier-Runacher, quien anunció que no viajará a la COP29.
La decisión es una forma de protesta contra las palabras del presidente azerí, Ilham Aliyev, quien en la inauguración de la cumbre acusó a Francia y Países Bajos de neocolonialismo, por mantener territorios de ultramar.
No obstante, los negociadores franceses sí seguirán trabajando en Bakú intentando cerrar un acuerdo que, en líneas generales, los países ricos plantean en “miles de millones” de dólares y los desindustrializados en “billones”.
No es la única sorpresa que Aliyev, que hace 21 años heredó de su padre el mando de un país rico en gas y petróleo, se sacó de la manga en la inauguración de la cumbre, pues también dijo que los combustibles fósiles son “un regalo de Dios” como otros recursos naturales.
Una de las respuestas más interesantes a ese discurso la ofreció Brasil, país que albergará la COP30 de 2025 -a la que los países deben llegar con planes actualizados de recorte de emisiones- a través de su ministra de Medioambiente, Marina Silva.
“Tenemos que ser comedidos en cuanto a la cuestión de los regalos de Dios (...). Por ejemplo, si comemos azúcar de maíz, con certeza acabaremos diabéticos”, dijo silva en una rueda de prensa después de que Brasil entregase a la ONU sus nuevos planes climáticos más ambiciosos, con el objetivo de alcanzar un recorte de 67 % de las emisiones en 2035 respecto a 2005