Varios de los nuevos prelados proceden de países pobres o en desarrollo, como Cuba, Congo o Guatemala, o de países de mayoría musulmana donde los cristianos son minoría, como Indonesia y Marruecos.
Tres de los elegidos tienen más de 80 años, por lo que no tendrán derecho de votar en un cónclave para elegir a un nuevo papa. Sin embargo Francisco dijo que quería hacerles un homenaje por su distinguido servicio a la iglesia.
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“Su procedencia expresa la vocación misionera de la iglesia de continuar anunciando el amor misericordioso de Dios a todos los hombres en la Tierra', dijo el pontífice.
Entre los prelados elegidos destacan monseñor Álvaro L. Ramazzini Imeri, obispo de Huehuetenamgo, en su natal Guatemala, de 72 años; y monseñor Juan de la Caridad García Rodríguez, originario de Cuba, de 71 años y quien es sacerdote en la isla comunista desde 1972. En 2016 el papa Francisco nombró a García Rodríguez arzobispo de San Cristóbal de La Habana.
También fue elegido el arzobispo de Kinsasa, el franciscano Fridolin Ambongo Besungu, de 59 años; y el arzobispo de Bolonia, Matteo Zuppi, un italiano de 63 años conocido por literalmente abrir las puertas de su iglesia a las personas sin hogar.
Otro es el reverendo Michael Czerny _jesuita como el papa_ elegido por Francisco en 2016 para ayudar a dirigir una oficina del Vaticano para refugiados y migrantes.
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También será nombrado cardenal el obispo español de 67 años Miguel Ángel Ayuso Guixot, presidente del Consejo Pontificio para el Diálogo Interreligioso; el arzobispo de Yakarta, Ignacio Suharyo Hardjoatmodjo, de 69 años; y el arzobispo de Rabat, el español Cristóbal López Romero, de 67 años; el arzobispo de Luxemburgo Jean-Claude Hollerich, de 61 años y también jesuita; así como monseñor Jose Tolentino Medonca, de 53 años, y originario de Portugal.
Los tres religiosos mayores de 80 años son el exdiplomático papal en El Cairo, Michael Fitzgerald, un británico que ha abogado por construir mejores relaciones con los musulmanes; el arzobispo retirado de Kaunas, Lituania, Sigitas Tamkevicius, un jesuita que sufrió por su fe cuando su nación báltica era parte de la antigua Unión Soviética, y monseñor Eugenio dal Corso, un italiano que trabajó como misionero a partir de 1975, en Argentina y luego en África.
