Los tres misterios de Fátima -y el rumor del cuarto que la iglesia Católica esconde- vuelven a correr en la opinión pública con la visita del Papa Francisco a Portugal para canonizar a los pastorcitos que participaron en el milagro.
En 1917, tres niños aseguraron que los días 13 de cada mes mantenían un encuentro divino con la Virgen María en un poblado de Fátima, Portugal. Ellos eran los hermanos Jacinta (6) y Francisco Marton (9) y su prima Lucía Dos Santos (10).
En lugar de fe y devoción, el relato de los menores despertó las burlas de la incrédula comunidad, por lo que la Virgen de Fátima anunció que el 13 de octubre de 1917 expondría las causas de su visita ante el pueblo.
La tradición católica recoge que para esa fecha ocurrió 'el milagro del sol', la última aparición de la advocación de María ante miles de personas y de la que dan fe varios periodistas de la época.
La Virgen nunca más volvió a presentarse, pero antes les había revelado a los tres pastorcitos -el 13 de julio de 1917- 'los tres secretos de Fátima'.
Los dos primeros fueron revelados en agosto de 1941, luego que la propia Lucía escribiera una carta con el contenido de lo revelado al Sumo Pontífice de la época para interceder por la canonización de sus primos, muertos apenas un año después del fenómeno divino.
El primero era una visión del infierno, mientras que el segundo invitaba a la reconversión de la cristiandad del mundo y la consagración de Rusia al Inmaculado Corazón.
Sin embargo, el contenido del tercero se mantuvo exclusivo para el titular de la silla papal. La demora para revelar sus detalles provocó el esparcimiento de diversos rumores sobre una posible visión apocalíptica.
Fue hasta el 13 de mayo del 2000, en otra visita a Portugal, que el Papa Juan Pablo II revela el contenido del tercer misterio en el marco de la beatificación de Francisco y Jacinta.
El hecho no restó fuerza a los rumores y, más bien, se abrió la especulación de un cuarto misterio mantenido en secretividad extrema por la iglesia Católica por el futuro catastrófico descrito, aunque los clérigos le han restado credibilidad.
En los últimos 25 años, Internet se encarga de traer a la vida el rumor del cuarto misterio, usando fechas de simbología ligada al apocalipsis: El 6 de junio de 1996 -por la formación del 6/6/6, número de la bestia-, el milenio, el 6 de junio del 2006 y la última el 6 de junio del 2016; pero ninguna de las macabras y fantasiosas profesías se ha cumplido.
Primer secreto: La visión del infiernoNuestra Señora nos mostró un gran mar de fuego que parecía estar debajo de la tierra. Sumergidos en ese fuego, los demonios y las almas, como si fuesen brasas transparentes y negras o bronceadas, con forma humana que fluctuaban en el incendio, llevadas por las llamas que de ellas mismas salían, juntamente con nubes de humo que caían hacia todos los lados, parecidas al caer de las pavesas en los grandes incendios, sin equilibrio ni peso, entre gritos de dolor y gemidos de desesperación que horrorizaba y hacía estremecer de pavor. Los demonios se distinguían por sus formas horribles y asquerosas de animales espantosos y desconocidos, pero transparentes y negros.
Esta visión fue durante un momento, y ¡gracias a nuestra Buena Madre del Cielo, que antes nos había prevenido con la promesa de llevarnos al Cielo! (en la primera aparición). De no haber sido así, creo que hubiésemos muerto de susto y pavor.
Segundo secreto: Inmaculada Concepción
En seguida levantamos los ojos hacia nuestra Señora, que nos dijo con bondad y tristeza: «Visteis el infierno, para donde van las almas de los pobres pecadores. Para salvarlas, Dios quiere establecer en el mundo la devoción al Inmaculado Corazón. Si hicieran lo que digo, se salvarán muchas almas y tendrán paz. La guerra va a acabar, pero si no dejan de ofender a Dios, en el reinado de Pío XI comenzará otra peor. Cuando vean una noche alumbrada por una luz desconocida, sepan que es la gran señal que les da Dios de que él va a castigar al mundo por sus crímenes, por medio de la guerra, el hambre y las persecuciones a la Iglesia y al Santo Padre. Para impedirla, vendré a pedir la consagración de Rusia a mi Inmaculado Corazón, y a la comunión reparadora en los primeros sábados. Si atendieran a mis pedidos, la Rusia se convertirá y tendrán paz. Si no, esparcirá sus errores por el mundo, promoviendo guerras y persecuciones a la Iglesia, los buenos serán martirizados, el Santo Padre tendrá mucho que sufrir, varias naciones serán aniquiladas, por fin mi Corazón Inmaculado triunfará. El Santo Padre me consagrará la Rusia, que se convertirá, y será concedido al mundo algún tiempo de paz.
Tercer secreto: Las amenazas a la fe
Escribo, en acto de obediencia a ti mi Dios, que me mandas por medio de su excelencia reverendísima el señor obispo de Leiria y de vuestra y mi Santísima Madre. Después de las dos partes que ya expuse, vimos al lado izquierdo de Nuestra Señora, un poco más alto, un ángel con una espada de fuego en la mano izquierda. Al centellear despedía llamas que parecía iban a incendiar el mundo. Pero, se apagaban con el contacto del brillo que de la mano derecha expedía Nuestra Señora a su encuentro. El ángel, apuntando con la mano derecha hacia la tierra, con voz fuerte decía: «Penitencia, penitencia, penitencia».
Y vimos en una luz inmensa, que es Dios, algo semejante a como se ven las personas en el espejo, cuando delante pasó un obispo vestido de blanco. Tuvimos el presentimiento de que era el Santo Padre. Vimos varios otros obispos, sacerdotes, religiosos y religiosas subir una escabrosa montaña, encima de la cual estaba una gran cruz, de tronco tosco, como si fuera de alcornoque como la corteza. El Santo Padre, antes de llegar allí, atravesó una gran ciudad, media en ruinas y medio trémulo, con andar vacilante, apesadumbrado de dolor y pena. Iba orando por las almas de los cadáveres que encontraba por el camino.
Llegando a la cima del monte, postrado, de rodillas a los pies de la cruz, fue muerto por un grupo de soldados que le disparaban varios tiros y flechas, y así mismo fueron muriendo unos tras otros los obispos, los sacerdotes, religiosos, religiosas y varias personas seglares. Caballeros y señoras de varias clases y posiciones. Bajo los dos brazos de la cruz estaban dos ángeles. Cada uno con una jarra de cristal en las manos, recogiendo en ellos la sangre de los mártires y con ellos irrigando a las almas que se aproximaban a Dios.
Algunos asocian la descripción de la tercera parte al atentado que sufrió Juan Pablo II, debido a la similitud: 'El Santo Padre (...) iba orando por las almas de los cadáveres que encontraba por el camino.
Llegando a la cima del monte, postrado, de rodillas a los pies de la cruz, fue muerto por un grupo de soldados'.