HUARMEY, PERÚ.- Sayuri Moreno amamanta a su bebé, pese a estar contaminada con arsénico. El tratamiento más efectivo, según le dijeron los médicos, es el desarraigo: abandonar la zona del norte de Perú, donde cientos de familias han estado expuestas a la actividad minera.
El arsénico inorgánico es el mayor “contaminante químico” del agua potable, de acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (OMS), que además lo clasifica como un carcinógeno y una de las 10 sustancias más peligrosas para la sanidad pública.
En los barrios bajos de Huarmey, en el departamento de Áncash, donde viven unas 3.000 personas frente al mar, las autoridades sanitarias detectaron 120 casos de pobladores con cantidades elevadas de arsénico en sus cuerpos, entre 140 exámenes realizados el año pasado, según el Ministerio de Salud.
La mayoría de los afectados son mujeres y niños.
Sayuri, de 37 años, pelo negro y semblante serio, supo que estaba contaminada en un control prenatal: “Sentí miedo, porque había escuchado que eso provocaba cáncer”.
Sus hijos, Keity, de 11 años, e Iker, de 7, también arrojaron positivo para arsénico por encima de niveles permisibles.
Y aunque Valeria, de 11 meses, “nació normal”, lo que “nos recomendó el doctor fue lo mismo: que nos salgamos de acá y que yo no le dé pecho a mi bebé”, señala.
Es una receta que Sayuri y su esposo Alan Guerrero, un pescador de 38 años, no han podido seguir, al igual que decenas de familias de Puertos Huarmey y 9 de octubre.
Salir no es una alternativa
En Puerto Huarmey, la mayoría vive en casas de madera y sobrevive de la pesca. A espaldas de este asentamiento se levantan los cerros por donde bajan ductos subterráneos que transportan concentrado de cobre y zinc hacia el puerto de embarque.
El arsénico está mezclado de manera natural con el cobre, del que Perú es el segundo productor mundial después de Chile.
Alrededor de 140 millones de personas en el mundo han estado bebiendo agua con niveles elevados de arsénico, ya sea de manera directa o a través de alimentos preparados con agua contaminada, según la OMS.
En Perú las autoridades todavía no han determinado si la contaminación con arsénico proviene de la operación minera, aunque José Saldívar, director del Hospital de Huarmey, considera “preocupante” tanto el número de afectados como el nivel de arsénico en sus organismos.
“Cada vez que hagamos más tamizajes, lo más probable es que el 80%” de los casos salgan positivos para niveles elevados de arsénico, señala Saldívar.
El máximo permisible de este metal en el organismo es de 20 microgramos por litro de orina, según el Ministerio peruano de Salud.
En el caso de Sayuri, sus exámenes determinaron una concentración de 60 microgramos por litro; su hija mayor, arrojó 81 microgramos e Iker registró 70 microgramos.
La intoxicación aguda por arsénico puede causar desde lesiones cutáneas hasta cáncer de piel, de vejiga y de pulmón. Los casos más extremos se tratan con quelantes.
“No existe una cura. (...) La mejor intervención es identificar cuál es la fuente y controlar esta fuente. Lamentablemente, es una cosa que no necesariamente depende” del sistema sanitario, explica Percy Herrera, jefe del Equipo de Metales Pesados del Ministerio de Salud.
Siguiendo la recomendación de los médicos, Sayuri y su familia dejaron Puerto Huarmey para “desintoxicarse”, pero tuvieron que regresar a los tres meses por falta de alternativas a la pesca.
Ahora deben gastar en agua embotellada y leche de fórmula para la bebé, pero no siempre alcanza el dinero.
“Estamos abandonados en el puerto, no tenemos ayuda de nadie, tenemos una minería que es tan poderosa que no podemos hacer nada”, se lamenta Alan, quien también teme estar contaminado.
Pesadilla
También Mireya Minaya, por recomendación médica, abandonó Puerto Huarmey por un tiempo.
Cuando estaba embarazada, le detectaron 142 microgramos de arsénico por litro de orina en su organismo. Su pequeña Danna, de 11 meses, nació contaminada.
Pero su hijo Fabricio, de tres años y quien padece anemia, registra una concentración todavía mayor: 540 microgramos.
Ante el número de casos, el gobierno costeó el año pasado el traslado y atención de los afectados en Lima, a 290 kilómetros de Huarmey.
Mireya estuvo hospitalizada 10 días. Los médicos le descubrieron tumores en los ovarios, probablemente malignos.
“Por miedo no quise saber nada y pedí mi alta voluntaria y me vine” de vuelta al puerto, sostiene esta mujer de 33 años que cocina para un restaurante.
En su vivienda de carrizo trenzado (una fibra natural), sin luz ni agua potable, Mireya lamenta su suerte entre sollozos: “Vivíamos normales... y de un momento a otro con esta pesadilla. No sabemos si algún día se podrá acabar”.