KAHULUI, HAWÁI.- Mientras las llamas consumían su casa, Frederick Shaw agarró a Munchkin, uno de sus cinco gatos, y corrió a través de una nube de humo espeso, luchando por respirar. El veterano de la Marina de 73 años cayó sobre el pavimento abrasador y se quemó gravemente las palmas de las manos.
“Perdí el conocimiento”, contó. “Y solté al gato”.
A pocas cuadras de distancia, Rafael Ochoa, otro antiguo residente de Lahaina, la histórica comunidad costera en el oeste de Maui, entró a toda velocidad en su casa en llamas. Después de meter a sus dos hijos y a su pareja en su auto, logró recoger a su amada pitbull, Bella. Apenas lograron salir con vida.
“No podía dejarla”, dijo Ochoa, de 35 años. “Es familia”.
La noche del 8 de agosto, mientras un infierno alimentado por furiosos vientos devoraba Lahaina, los sobrevivientes tuvieron que tomar decisiones desgarradoras. Luchando por ponerse a salvo, muchos corrieron enormes riesgos para salvar a sus queridas mascotas. Otros huyeron de las llamas, angustiados por el destino de los animales que quedaron atrás.
Hasta el miércoles, la Sociedad Humana de Maui había recibido 1014 informes de mascotas desaparecidas a raíz de los incendios y estimó que, en total, unos 3000 animales seguían perdidos. Durante la semana pasada, mientras los equipos de búsqueda inspeccionaban montones de escombros y cenizas en busca de restos humanos, una búsqueda paralela para encontrar gatos y perros atrajo a cientos de voluntarios.
En las calles, en refugios y en línea, los amantes de los animales en Maui y más allá han unido fuerzas y han visto destellos de esperanza en los esfuerzos por reunir a las personas y sus mascotas en medio de un torrente de dolor y pérdida.
Hasta el jueves 17 de agosto, los veterinarios de la Sociedad Humana de Maui habían atendido a 60 animales recuperados en Lahaina en su clínica principal y habían logrado reunir a ocho con su familia, contó Katie Shannon, directora de mercadeo y comunicaciones de la organización benéfica.
Esas historias han evitado que Chris Carter, de 35 años, pierda por completo las esperanzas. El día del incendio, se despertó de una siesta y descubrió que había humo en su casa. Tuvo suficiente tiempo para meter a la chihuahua de su madre, Olalani, en una mochila, afirmó. Pero cuando el calor se volvió insostenible, no logró encontrar por ningún lado a Rhazo, su dócil pitbull atigrado.
Carter, que trabaja como cocinero, aseveró estar consciente de que Rhazo podría haber muerto. Pero no puede dejar de pensar en casos pasados en los que perros que desaparecieron durante huracanes lograron encontrar el camino a casa varios meses después.
“Es muy fuerte”, dijo Carter. “Espero que el hecho de que sea tan adorable signifique que está con alguien que lo está cuidando”.
Algunos de los que lograron huir con sus mascotas tienen nuevos desafíos. Ochoa y su familia se han estado quedando con amigos en una casa repleta, donde es difícil cuidar a su perra, Bella.
El martes por la mañana, la llevó a la Sociedad Humana para preguntar sobre alternativas. Un miembro del personal se ofreció a ayudarlo a encontrar un lugar temporal donde pudiera alojarla o ubicarla con una familia de acogida.
Ochoa rompió a llorar mientras contemplaba separarse de Bella, aunque fuera de manera temporal. Pero pronto concluyó que lo más amoroso que podía hacer era entregársela a alguien que pudiera proporcionarle un hogar estable.
“Solo quiero que esté bien, quiero que sea feliz”, dijo, mientras Bella permanecía cerca, jadeando suavemente. “Es mi bebé”.
Cuando Claire Kent regresó a Lahaina el día después del incendio para revisar su casa, la cual sufrió daños significativos, y visitar a una tía, que estaba a salvo, entre las espeluznantes imágenes que captaron su atención había gatos muertos.
El entorno era apocalíptico, afirmó Kent, de 26 años, quien se gana la vida transportando turistas en un catamarán en el oeste de Maui. Mientras intentaba asimilar el paisaje devastado, un fuerte maullido la frenó en seco.
Rápidamente, detectó a una figura peluda a pocos metros de distancia, acurrucada en una pila de escombros, cerca de un edificio en ruinas.
“Lo recogí y de inmediato, por la forma en que se hundió en mis brazos, supe que era la mascota de alguien”, aseveró. “Puedes darte cuenta simplemente al recoger a un gato al que le gusta que lo sostengan, en comparación con un gato que nunca ha sido cargado en su vida”.
Kent le dio agua al gato, la cual bebió en seguida, y se lo llevó al centro de Maui, donde se ha estado quedando con una amiga. Era un momento terrible para cuidar a una mascota herida, deshidratada y traumatizada. Después de todo, Kent acababa de perder su hogar. No se sabe con certeza cuán pronto habrá trabajo de nuevo. Además, Kent estaba profundamente traumatizada por la muerte y la destrucción que vio a su alrededor en la cálida comunidad que la había acogido cuando se mudó a Maui hace dos años.
Pero salvar al gato, y posiblemente encontrar a su dueño, se sintió como una pequeña bendición a su alcance en medio de tiempos oscuros.
“Hay muchas maneras de atender a esta comunidad”, dijo. “Hacer que ocurra un milagro para una persona se siente muy importante”.
Después de que un amigo de Kent publicara fotos del gato en un grupo de Facebook llamado “Mascotas perdidas de Maui”, un vecino se involucró y dijo que estaba bastante seguro de conocer al dueño. Kent localizó al dueño en un refugio, donde se había estado recuperando de heridas por quemaduras en las manos, los brazos y las piernas, y le envió un mensaje de texto con una foto del gato.
Era Shaw, el veterano de la Marina que se había caído y perdido a uno de los gatos que intentaba salvar.
“Mi cerebro casi explota porque estaba mirando a mi gato”, contó Shaw en una entrevista, maravillado. “El gato que pensé que había dejado morir”.
Después de la caída esa noche en Lahaina, Shaw contó que había logrado llegar a la orilla y saltar al océano junto con otras personas. Se agruparon en un parche rocoso hasta que un grupo de rescatistas los encontraron y los llevaron a un lugar seguro.
El martes, Kent condujo hasta el refugio donde se alojaba Shaw, con Munchkin en una caja de cartón. Cuando Shaw salió, se sentó en la acera, metió suavemente la mano vendada en la caja y acarició la espalda de su gatito.
“Ocurrieron milagros esa noche”, dijo Shaw, con la voz entrecortada. “Haber encontrado a mi gato es quizás el mayor milagro de todos”.
c.2023 The New York Times Company