Cuartos de servicio en Brasil, símbolo de racismo y herencia colonial

Los cuartos de servicio, símbolos de desigualdad y herencia colonial, están siendo rechazados por una clase media cada vez más consciente de su pasado

  • 16 de septiembre de 2024 a las 20:25
Cuartos de servicio en Brasil, símbolo de racismo y herencia colonial
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Por Ana Ionova/The New York Times

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RÍO DE JANEIRO — Ana Beatriz da Silva todavía recuerda su primera casa: un diminuto cuarto detrás de la cocina de un departamento frente a la playa en Río de Janeiro, donde su madre trabajaba como empleada doméstica.

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La habitación era apenas más grande que un clóset, calurosa y sofocante, dijo, y sólo tenía una pequeña ventana. Silva compartió el espacio con su madre y su hermano mayor hasta los 6 años. “Así vivíamos —apretujados en un cubículo”, dijo Silva, de 49 años, maestra de geografía.

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La experiencia convenció a Silva de que nunca tendría una habitación de servicio en su propia casa. Entonces, cuando rentó un departamento antiguo en una zona de clase media de Río, rápidamente convirtió el cuarto de servicio en una oficina.

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“El cuarto de servicio es nuestra herencia colonial”, dijo Silva. “Es vergonzoso”. Muchos brasileños comparten ese sentir cada vez más.

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Los cuartos para la sirvienta son un marcador tangible de desigualdad en un País donde, después de la abolición, muchas familias adineradas dependían de trabajadores domésticos mal pagados, en su mayoría negros. Algunos trabajaban las veinticuatro horas del día por unos centavos; otros por techo y comida.

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Pero Brasil está viviendo un ajuste de cuentas de cómo este pasado ha dado forma a todo, desde la economía hasta la arquitectura.

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El debate se ha extendido al cuarto de servicio, que muchos dicen es una reliquia racista y clasista que no tiene cabida en los hogares modernos.

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“La arquitectura sólo refleja lo que la sociedad considera normal”, afirmó Stephanie Ribeiro, arquitecta y diseñadora. “Y, para muchas personas, el cuarto de servicio ya no tiene sentido”.

Ana Beatriz da Silva convirtió el cuarto de servicio de su departamento en Río de Janeiro en una oficina. “El cuarto de servicio es nuestra herencia colonial”, dijo. “Es vergonzoso”. (María Magdalena Arréllaga para The New York Times)
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La clase media del País está cambiando a medida que los brasileños negros y mestizos logran avances económicos, pero rechazan algunos indicadores de riqueza, como las empleadas domésticas. Las nuevas leyes laborales —una semana laboral de 44 horas, un salario mínimo y días pagados por enfermedad— han hecho que las empleadas domésticas de planta sean más costosas. Como resultado, menos trabajadoras viven en los hogares de sus patrones.

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Algunas personas dicen que tener un espacio exclusivo es útil para que las empleadas guarden sus pertenencias o tomen un descanso. Otras argumentan que los cuartos proporcionan alojamiento esencial para las empleadas domésticas que se trasladan a los centros urbanos desde zonas rurales distantes, o las que viven en los márgenes más pobres de la Ciudad, a horas de las casas de sus patrones.

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Pero muchos discrepan.

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“No es necesario que esta trabajadora pase la noche”, dijo Luiza Batista de la Federación Nacional de Trabajadoras del Hogar, un sindicato que representa a unas 14 mil empleadas domésticas. “Esta persona trabaja todo el día. Necesita un lugar digno para descansar. Necesita poder marcar la salida”.

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Los historiadores rastrean la habitación de servicio a los alojamientos para los esclavos adjuntos a la casa del dueño de los mismos.

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Incluso al tiempo que Brasil se aleja de las habitaciones de servicio, las divisiones sociales persisten en otros sentidos. La mayoría de los edificios tiene entradas y elevadores independientes para los empleados de servicio.

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Aún así, Silva ve la desaparición de la habitación de la servidumbre como evidencia de que Brasil está lidiando con su doloroso pasado. Cuando compró su primera casa este año, se alegró de que no tuviera cuarto de servicio.

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© 2024 The New York Times Company

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