Por: Roger Cohen | The New York Times
Durante décadas, un objetivo central de la Unión Soviética fue “desvincular” a Estados Unidos de Europa. Eso rompería la alianza occidental que impedía que los tanques soviéticos atravesaran las llanuras prusianas. Ahora, en semanas, el Presidente Donald J. Trump le ha entregado a Moscú el regalo que se le escapó durante tanto tiempo.
Europa está en shock. Estados Unidos, cuya idea central es la libertad y cuya vocación central ha sido la defensa de la democracia contra la tiranía, se ha vuelto contra su aliado y ha acogido a un autócrata brutal, el Presidente Vladimir V. Putin de Rusia.
“Estados Unidos era el pilar en torno al cual se manejaba la paz, pero ha cambiado de alianza”, dijo Valérie Hayer, presidenta del grupo centrista Renew Europe en el Parlamento Europeo. “Trump repite la propaganda de Putin. Hemos entrado en una nueva época”.
El significado de “Occidente” en esta naciente era no está claro. Durante muchos años, denotó un actor estratégico único unido en su compromiso con los valores de la democracia liberal. Ahora está Europa, está Rusia, está China y está Estados Unidos. La idea de Occidente ha sido vaciada.
Como lo ha dejado claro la veleidad casi diaria en materia de nuevos aranceles, Trump es impulsivo, aún cuando sus tendencias nacionalistas y autocráticas sean una constante.
El reto para Europa es juzgar qué constituye una maniobra de parte de Trump y qué es una reorientación autoritaria definitiva de EU.
Emmanuel Macron, el Presidente de Francia, declaró recientemente que el continente enfrentaba “cambios irreversibles” de Estados Unidos. Instó a un “masivo financiamiento compartido” para un veloz refuerzo militar europeo, anunció una reunión de jefes de estado mayor europeos y dijo que “la paz no puede ser la capitulación de Ucrania”. También ofreció extender el paraguas nuclear de Francia a los aliados en Europa.
Pero en ningún otro lugar de Europa ha sido más desestabilizador el impacto del realineamiento estadounidense que en Alemania, cuya república de posguerra fue en gran medida una creación estadounidense.
Christoph Heusgen, el presidente alemán de la Conferencia de Seguridad de Munich, casi soltó lágrimas el mes pasado al contemplar el final de sus tres años en el cargo. Era fácil destruir un orden basado en reglas y un compromiso con los derechos humanos, pero difícil reconstruirlo, dijo.
Habló después de que el Vicepresidente JD Vance acusó a Europa de negar la democracia al tratar de bloquear el avance de los partidos de extrema derecha. Para muchos alemanes, la idea de que Estados Unidos, cuyas fuerzas hicieron tanto por derrotar a Hitler, opte por consentir a un partido, Alternativa para Alemania, o AfD, que incluye miembros que apoyan a los nazis, se siente como una traición.

“Mi prioridad absoluta será fortalecer a Europa lo más rápido posible para que, paso a paso, podamos realmente lograr la independencia de Estados Unidos”, dijo Friedrich Merz, el Canciller conservador entrante de Alemania.
Si la cooperación militar franco-alemana crece rápidamente y se complementa con la intervención militar británica, como parece probable, Europa podría deshacerse de su reputación de gigante económico y pigmeo estratégico. Pero eso no sucederá de la noche a la mañana.
Al parecer, las principales potencias de Europa han llegado a la conclusión de que Trump es la encarnación estadounidense de una era de autócratas en ascenso para quienes las alianzas son obstáculos para un nuevo orden mundial construido en torno a zonas de influencia de gran poder.
Si Trump quiere arrebatarle Groenlandia a Dinamarca, ¿qué otra conclusión es creíble?
Los lazos entre Europa y Estados Unidos no se desharán fácilmente; son más que una alianza militar. De acuerdo con cifras de la UE, el comercio de bienes y servicios entre los 27 países de la Unión Europea y Estados Unidos alcanzó los 1.7 mil millones de dólares en el 2023.
“La alianza está en un punto de tensión muy doloroso, pero no lo llamaría un punto de ruptura”, dijo Xenia Wickett, consultora con sede en Londres que ha trabajado para el Consejo de Seguridad Nacional de Estados Unidos.
Como escribió Pierre Lévy, ex embajador francés en Moscú, el mes pasado en Le Monde, “depende del pueblo estadounidense entender que está en la línea de fuego de Putin: desoccidentalizar al mundo, terminar con la hegemonía estadounidense, terminar con el lugar dominante del dólar en la economía global y actuar con el respaldo de Irán, Corea del Norte y China”.
Andrew E. Kramer y Alan Rappeport contribuyeron con reportes a este artículo.
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