Familias de menonitas se asientan en la Amazonia peruana

Los menonitas han sido objeto de escrutinio oficial, incluyendo en Perú, donde las autoridades están investigando a varias, acusándolas de talar bosque sin los permisos requeridos

Menonitas viajan por el camino que abrieron junto a tierras desmontadas para la agricultura en Perú.

vie 23 de agosto de 2024 a las 17:44

Por Mitra Taj/ The New York Times

WANDERLAND, Perú — Después de semanas de vivir en tiendas de campaña en la jungla, el puñado de familias menonitas que intentaba construir un nuevo hogar en la Amazonia peruana comenzó a sentir desesperanza. Avispas los atacaron cuando intentaban talar el bosque. Fuertes lluvias convirtieron en lodo camino a su campamento.

Con las provisiones casi agotadas, algunos quisieron regresar. En lugar de ello, trabajaron más duro y crearon un enclave.

“Hay un lugar aquí donde quería vivir, así que vinimos y abrimos parte de él”, dijo Wilhelm Thiessen, un agricultor.

Hoy, siete años después, el conjunto de granjas es una colonia floreciente, Wanderland, hogar de aproximadamente 150 familias, una iglesia —que hace las veces de escuela— e instalaciones para el procesamiento de queso.

Es uno de una serie de asentamientos menonitas que han echado raíces en el Amazonas, convirtiendo el bosque en granjas prósperas, pero también generando preocupación entre los ambientalistas sobre la deforestación de una selva amenazada por industrias como la ganadería y la minería ilegal de oro.

Las comunidades menonitas también han sido objeto de escrutinio oficial, incluyendo en Perú, donde las autoridades están investigando a varias, acusándolas de talar bosque sin los permisos requeridos. Las colonias niegan haber actuado mal.

Los menonitas comenzaron a migrar a América Latina desde Canadá hace aproximadamente un siglo, después de que el País puso fin a sus exenciones de requisitos educativos y del servicio militar.

Álvaro Obregón, el entonces Presidente de México y deseoso de consolidar las regiones rebeldes del norte después de la Revolución Mexicana, dio a los menonitas tierras sin cultivar y garantías de que podrían vivir como desearan. En las décadas siguientes, otros países latinoamericanos que buscaban ampliar sus fronteras agrícolas, hicieron invitaciones similares.

Hoy más de 200 colonias menonitas en nueve países latinoamericanos ocupan 3.9 millones de hectáreas, un área más grande que los Países Bajos, donde surgió su denominación, arrojó un estudio del 2021 de la Universidad McGill, en Montreal.

Bolivia ha experimentado el crecimiento más rápido de todos los países latinoamericanos y ahora tiene 120 colonias, mientras que en la última década han surgido media docena de asentamientos en Perú, dicen los analistas.

$!Líderes de Wanderland dijeron que partes del bosque fueron taladas para sus colonias, pero niegan haber actuado mal.

“Básicamente están tratando de encontrar los últimos lugares en la Tierra que todavía tienen estas áreas enormes y continuas que pueden sustentar su estilo de vida, y resulta que son las áreas boscosas en la Amazonia”, dijo Matt Finer, especialista senior en investigación de Amazon Conservation, una organización ambiental sin fines de lucro.

Wanderland parece una página sacada del pasado. Calesas tiradas por caballos transportan pasajeros por caminos de tierra. Hombres con overoles trabajan en los campos. No hay electricidad. Al caer la noche, las familias cenan a la luz de las velas después de dar las gracias en Plautdietsch, un dialecto germánico hablado casi exclusivamente entre los menonitas del continente americano.

Wanderland es un asentamiento de la “vieja colonia”, formado por menonitas cuya historia se remonta a un asentamiento del siglo 18, Chortitza, hoy parte de Ucrania.

Como otros menonitas, siguen las enseñanzas de un sacerdote holandés, Menno Simons, que fue perseguido durante la Reforma por oponerse al bautismo infantil y a la conscripción militar. Con el tiempo, vivir apartado del resto del mundo y rechazar las nuevas tecnologías se convirtieron en características distintivas de la fe y la cultura de la vieja colonia, y la migración en un medio para preservarlas.

“Nuestros antepasados pensaban que si vivíamos lejos, en el campo, había más posibilidades de controlar el mal”, dijo Johan Bueckert, un agricultor de la vieja colonia que vive en Providencia, una colonia cerca de Wanderland.

Thiessen ayudó a fundar Wanderland después de mudarse de Nueva Esperanza, un asentamiento en Bolivia, porque tenía hijos que necesitaban tierras de cultivo para mantener a sus familias. “En Bolivia hay muchas colonias, pero casi no queda tierra”, afirmó.

Desde que aparecieron por primera vez los asentamientos menonitas en la Amazonia peruana en el 2017, han talado más de 6 mil 880 hectáreas de bosque, arroja un análisis del 2023 realizado por el Proyecto de Monitoreo de la Amazonia Andina, que rastrea la deforestación.

La deforestación de la Amazonia preocupa a muchos ambientalistas porque absorbe emisiones de carbono que atrapan el calor.

Los menonitas entrevistados en Wanderland y Providencia dijeron no estar familiarizados con el término “cambio climático” o cómo sus prácticas afectan a la Amazonia. Sus líderes reconocieron que partes del bosque fueron taladas para sus colonias, pero no creían haber hecho nada malo. “Cada colonia tala el bosque un poco, pero es muy poco”, dijo Peter Dyck, líder de Providencia.

Las colonias, añadió, producen soya, arroz y maíz para vender en Perú, ayudando a alimentar a la gente y a crecer la economía.

Las tres colonias argumentaron que no necesitaban permisos porque tenían títulos agrícolas de la tierra, dijo Medelu Saldaña, un político local que asesora a las colonias.

A varias horas río abajo de Wanderland, se está formando una nueva aldea menonita, Salamanca. Cornelius Niekoley, un agricultor de México, viajó a Perú para ver si debía comprar propiedades para sus hijos adultos y sus familias. “Buen precio y bonito terreno”, dijo.

Vive en una colonia en Quintana Roo, en el sureste de México, donde algunos de sus vecinos se han mudado a Salamanca en busca de terrenos costeables.

“Todavía no hay muchos, pero van a venir más”, dijo, mirando al poblado.

© 2024 The New York Times Company

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